Aprender de la escasez. El laboratorio de una sequía
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
El Recurso Hídrico y el fenómeno de la sequía
La crisis hídrica desencadenada en el noreste de España no tiene precedentes en el último siglo. Desvela una serie de deficiencias en la gestión del agua que son comunes en muchas zonas secas del mundo industrializado que se enfrentan a la nueva realidad climática. De los problemas hídricos de Catalunya se puede extraer valiosas enseñanzas y desarrollar soluciones que sean un referente.
El área metropolitana de Barcelona (AMB) es la primera conurbación del sur de Europa de más de dos millones de habitantes que se enfrenta a una situación de restricciones de agua por sequía extrema. La crisis se extiende a las cuencas internas de Catalunya, cuyos embalses suministran casi toda el agua a la AMB, y a sus cultivos y ecosistemas. Es una situación similar a la de muchas zonas del Arco Mediterráneo, como el sudeste de la península Ibérica, Andalucía, el sur de Francia e Italia.
Esta situación está provocada por una serie de factores que merecen un detenido estudio:
La sequía pluviométrica, el factor desencadenante
Estos últimos tres años los registros pluviométricos de las cuencas internas catalanas han batido récords históricos de escasez. En toda la zona, la lluvia promedio ha sido de 300 milímetros durante este periodo, una cantidad que es menos de la mitad del promedio de los últimos 30 años. El último enero, de los 150 mm estadísticamente esperados sólo se registraron 15.
Estos últimos tres años los registros pluviométricos de las cuencas internas catalanas han batido récords históricos de escasez. En toda la zona, la lluvia promedio ha sido de 300 milímetros durante este periodo, una cantidad que es menos de la mitad del promedio de los últimos 30 años. El último enero, de los 150 mm estadísticamente esperados sólo se registraron 15.
Para evaluar las precipitaciones los geógrafos y climatólogos suelen usar el Índice de Precipitación Estándar (SPI, del inglés Standardized Precipitation Index) que muestra la anomalía de lluvia y nieve caída en un territorio en comparación con la media histórica para varios períodos de tiempo. El SPI es muy útil para estimar la gravedad de las sequías prolongadas y permite elaborar mapas visualmente muy explícitos, como éstos de Catalunya:
Calor a destiempo, un agravante
El dramático aspecto de los embalses de las cuencas internas catalanas es suficientemente explícito de la gravedad de la situación. La falta de lluvia ha sido también de nieve en las cabeceras pirenaicas de los ríos. Y hay otra variable que se alía con la sequía: la temperatura ambiente anómalamente alta. El pasado otoño, en noviembre y diciembre, la temperatura media en la zona, como en todo el Arco Mediterráneo y la península ibérica, ha sido muy superior a la media; no ha hecho el frío normal para la época, lo que ha provocado un incremento inusual de la evapotranspiración en el manto vegetal. Las plantas han necesitado agua debido al calor y la han tomado del suelo, secándolo aún más.
A mediados del pasado enero, hubo un episodio de lluvias moderadas generales en casi toda Catalunya. En algunas zonas cayeron más de 20 mm y nevó en las montañas; sin embargo, los ríos y los embalses siguieron perdiendo agua; y casi no notaron el rápido deshielo, cuando la temperatura ambiente volvió a subir. El suelo reseco actuó como una esponja cortando el flujo de agua hacia el subsuelo y los ríos.
Las temperaturas de más de 20ºC en las horas centrales del día han continuado la primera semana de febrero en las zonas boscosas, cuando lo normal serían promedios de la mitad; y el 5 de este mes, según datos de ACA (la Agencia Catalana del Agua), las reservas de agua embalsada en las cuencas internas de Catalunya eran del 15,59%, un mínimo histórico.
Los hidrólogos advierten que la dinámica de los embalses ya no será la misma. Normalmente, el deshielo de los Pirineos - donde están las cabeceras de los ríos Llobregat y Ter - debe empezar en mayo y el agua se acumula para ser usada en verano; las previsiones del IPCC, que hasta ahora se han cumplido en el Mediterráneo, apuntan a que esto no va a ser así; auguran que el cambio climático reducirá un 12% los recursos superficiales y las cuencas internas, y un 9% los recursos subterráneos, al tiempo que aumentará la demanda para usos agrícolas y de población.
La contaminación de los acuíferos, otro factor
Otra circunstancia agravante es la contaminación del agua subterránea debido a la agricultura y ganadería intensivas, especialmente las granjas porcinas. Según el Instituto de Estadística de Catalunya, en 2022 hubo casi ocho millones de cabezas de ganado porcino en la comunidad.
Según ACA, la presencia de nitratos, debidos a los excesivos vertidos de purines, es el problema de contaminación difusa más importante en las aguas subterráneas, afectando también las aguas superficiales, y de manera local algunas masas de agua costeras. La agencia reconoce que de las 37 masas de agua subterráneas de Catalunya, 17 están contaminadas por nitratos; y un 46% del total de esa agua está afectada por concentraciones superiores a 50 mg/lt. La OMS recomienda no consumir agua que contenga más de 25 mg/lt; esta es la causa por la que viene siendo habitual que en más del 40% de las fuentes públicas de las comarcas interiores de la comunidad se cuelgue el cartel de “agua no potable”.
La industria ganadera de Catalunya, como la de la mayor parte de España, acumula un notable retraso en inversión para tratar los purines. Existen digestores que obtienen metano, agua y fangos residuales que pueden ser usados como fertilizantes no contaminantes. De forma similar a la industrialización del olivar en España e Italia, prima la producción orientada a las leyes del mercado.
“Lo primero que se lleva la lluvia es el recuerdo de la sequía”
En 1990 y 2008, la ciudad de Barcelona vivió sendas sequías que rozaron las restricciones en el servicio y que se solucionaron in extremis por la pronta y abundante lluvia primaveral, lo que relajó la la alarma entre opinión pública que rápidamente se olvidó de la crisis. En ambos casos, las inversiones que se programaron en plena escasez, especialmente en la de 2008, no se llevaron a cabo o se quedaron a medio camino. Los hidrólogos y ecólogos señalan este retraso como agravante del problema actual.
Desde la perspectiva urbana de Barcelona, estos planes incluían la activación y ampliación del sistema de reutilización del agua emitida por la depuradora de El Prat, llevándola, aguas arriba del río Llobregat, a la potabilizadora de Sant Joan Despí. Este sistema no se utilizó hasta 2017 y las desalinizadoras construidas después de 2008 son útiles en casos de emergencia pero se muestran insuficientes en un sistema diseñado para funcionar a base de obtener el 80% del agua de los embalses de la red de los ríos Ter y Llobregat.
Soluciones de emergencia
Las medidas tomadas comenzaron con la declaración de emergencia el 2 de febrero. Se basan en restringir el consumo diario por habitante a un máximo de 200 litros, medida más que suficiente en municipios como el de Barcelona cuyo consumo medio es de unos 102,5 litros por persona y día (uno de los más bajos de Europa). Las medidas incluyen no regar los parques, excepto los árboles en peligro, prohibir el rellenado de piscinas y otras restricciones en instalaciones públicas.
A medio plazo se ha planeado transportar agua en barcos de la desalinizadora de Sagunto, una de las soluciones que se ejecutarían el mes de junio. También se hará hincapié en aprovechar las aguas freáticas de Barcelona, donde existe una capacidad entre 20 y 25 hectómetros cúbicos anuales. El Ayuntamiento, que dispone de una concesión de 4,4 hectómetros cúbicos, sólo utiliza 1,1, una cuarta parte de lo que podría; esa agua principalmente se destinaría para servicios municipales como riego de parques y limpieza de calles.
¿Y luego? Desalar, reutilizar y reducir las pérdidas
Sin embargo, urgen medidas sólidas para afrontar la incertidumbre del cambio climático. Hay que dejar de pensar en la lluvia, que ya no asegura agua ni para el campo ni para las ciudades. Urge disponer de varios recursos a la vez, y activar la desalinización y la reutilización que aparecen como las opciones inevitables para afrontar un futuro con crisis de almacenamiento en embalses y ríos.
El sistema actual de reutilización del Llobregat es capaz de regenerar 2.000 litros por segundo de los 4.000 disponibles (el agua depurada en el Prat). Trasladar este modelo a la cuenca del Besós, donde se depura un volumen similar, es una de las acciones ya proyectadas que se apuntan como urgentes. En la pasada COP28, la Generalitat de Catalunya (Gobierno autónomo de la comunidad), anunció que en cuatro años Barcelona podría abastecerse enteramente de agua reutilizada.
Aumentar la producción de las dos plantas desalinizadoras actualmente activas e instalar más es un proyecto que los expertos señalan como imprescindible y que llega con retraso. En las grandes conurbaciones afectadas por sequías, la desalinización ha mostrado su efectividad como refuerzo en casos de emergencia. El potencial turístico de Barcelona y de la costa catalana, como ocurre en todo el litoral mediterráneo, incrementa enormemente el estrés hídrico en la temporada más cálida y seca. La desalinización es un recurso caro pero que puede beneficiarse de la reducción de costes de la energía proveniente de las renovables.
Otra acción urgente es reducir las pérdidas de agua en los procesos de extracción y suministro, englobadas generalmente en el concepto de Agua No Registrada (ANR). Algunos municipios de Catalunya llegan a perder el 40% del agua, lo que denota una evidente falta de inversión en mantenimiento.
Crear infraestructuras para aprovechar el agua que se pierde en las escorrentías urbanas cuando llueve con intensidad es otra de las opciones que sugieren los hidrólogos, sobre todo en las urbanizaciones costeras. De esta manera, además de capturar agua que luego podría incluso potabilizarse, se reduciría notablemente la contaminación del mar en estos episodios, y se obtendría hasta un 20% de recursos adicionales.
Invertir y cambiar la mentalidad
Estas crisis de origen climático destapan siempre un cúmulo de deficiencias: falta de planificación, infraestructuras caducas, retrasos en los proyectos y, en general, una falta de concienciación sobre los usos del agua. Estos problemas suelen ser endémicos en muchas zonas industrializadas y emergentes del cinturón subtropical de la Tierra que viven desde hace décadas en situación de estrés hídrico continuado, las que han experimentado mayor crecimiento demográfico.
Independientemente de si se fomenta la inversión pública o privada, de si se aumenta el canon del agua o el precio del consumo, es preciso establecer planes hidrológicos que afronten la nueva realidad climática. De cada uno de los factores desencadenantes y de las posibles soluciones que se apliquen en una crisis como la de Catalunya se pueden extraer valiosas conclusiones.
Fuente:
Febrero, 2024