Demasiadas preguntas y pocas respuestas
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
Acceso al Recurso Hídrico
689 acuerdos, pero ninguno vinculante. La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua muestra de nuevo la dificultad de la comunidad internacional para afrontar con decisión la urgente gestión sostenible y justa de los recursos hídricos. Hacen falta 300.000 millones de dólares para obtener un billón de beneficio para la humanidad. Hay dinero, pero poca voluntad para invertirlo. La buena noticia es que el agua se ha colocado en primera línea de la atención mundial.
Se esperaba mucho de una conferencia que ha tardado casi 50 años en volver a celebrarse y que había sido convocada con visos de urgencia. António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, volvió a emplear palabras contundentes en la apertura de la Conferencia sobre el Agua 2023: “Gota a gota, este precioso recurso vital está siendo envenenado por la contaminación y absorbido por una sobreexplotación insaciable. Mientras tanto, el cambio climático está causando estragos en el ciclo natural del agua. Y se prevé que la demanda de agua supere a la oferta en un 40% al final de la década”. Como en las recientes COP, los mensajes son cada vez más perentorios, pero las respuestas siguen siendo inciertas.
689 acuerdos, pero ninguno vinculante
El resultado de la Conferencia puede parecer espectacular: 689 acuerdos, en apenas cuatro días de exposiciones y conversaciones, demuestran que ideas no faltan y los gobiernos son conscientes de que estamos viviendo una época decisiva para el progreso de la humanidad. Sin embargo, Csaba Kőrösi, presidente de la Asamblea General, enfrió las expectativas en la clausura, al anunciar que "el resultado de esta conferencia no es un documento jurídicamente vinculante, pero aun así estamos pasando página en la historia”. De nuevo se escenifica el drama de nuestro tiempo: todo el mundo está de acuerdo en la gravedad de la situación pero los compromisos no llegan.
Según el PCM, entre 2015 y 2020, 43 millones de personas habían dejado de consumir agua sin ninguna garantía de salubridad y 38 millones ya no acudían a las aguas superficiales. Es una mejora evidente pero muy discreta; no muestra la velocidad de avance adecuada y las perspectivas para 2025, con el retroceso en la seguridad internacional y el azote del clima, no auguran datos satisfactorios. Todavía quedan 367 millones que no tienen seguridad sanitaria en el acceso al agua y 121 que siguen abasteciéndose directamente de ríos, acequias y aguas estancadas.
Una nueva Agenda que necesita 300.000 millones
A estas alturas, pese a la crisis climática que está ya mostrando su peor cara y con la amarga evidencia, admitida por la ONU, de que los ODS quedarán lejos, seguimos aplazando las decisiones. La Conferencia dibujó una nueva hoja de ruta: la Agenda de Acción para el Agua, que convoca a las partes a revisar sus progresos durante las reuniones políticas de alto nivel programadas para julio de 2023. También se espera que el ODS 6 ocupe un lugar prioritario durante la Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el próximo mes de septiembre. De nuevo promesas y nuevas convocatorias.
La nueva agenda es en realidad una buena noticia: el agua se ha colocado en primera línea de la atención mundial. Según Kőrösi, hacen falta 300.000 millones de USD para impulsarla. Para los expertos del Banco Mundial, es una inversión que tiene beneficios socioeconómicos y ecosistémicos evidentes: de llevarse a cabo de forma adecuada, la humanidad recibiría en retorno un billón de USD.
El valor del capital natural que representa la preservación de agua está en todas las ecuaciones, sólo falta que se traduzca en evidencias pragmáticas. Pero se plantean preguntas que, por ahora, no tienen respuesta. ¿Cómo lograrlo? Pero sobre todo, ¿Cómo van a financiar los países pobres los 300.000 millones de dólares de inversión? Las soluciones aún no se entrevén. El propio presidente de la Asamblea General, hizo un llamamiento a lograr uno de los objetivos que históricamente se ha mostrado más difícil, por no decir utópico: crear una “cultura financiera común”, una forma de contemplar la economía que sea audaz e inteligente con el agua, el cambio climático y la biodiversidad.
Siguen faltando datos
Una de las metas en Nueva York era lograr un mayor acceso a los datos y la información, factores imprescindibles para fomentar el uso de la contabilidad económica y ambiental y avanzar en la financiación. Kőrösi abogó por políticas integradas a nivel local, nacional y mundial que fomenten la cooperación a este respecto: “Podemos trabajar juntos para capacitar a los Estados y a las partes interesadas a través del sistema mundial de información, que es nuestro seguro de vida para resolver el dilema de la disponibilidad, la demanda y el almacenamiento del agua”.
Aquí las preguntas sin respuesta concreta también se acumulan, pese a que en la última década, nueve de cada diez de los desastres causados provocados por desastres naturales estuvieron relacionados con el agua; los datos son más que tangibles, pues provienen de los informes de las compañías aseguradoras. Es evidente que no sólo falta una red mundial de prevención meteorológica, sino también datos climáticos de todas las regiones, de la gestión de los territorios y censos demográficos fiables, tanto rurales como urbanos.
Un buen síntoma es que la disponibilidad mundial de datos aumentó del 34% en 2018 al 59% en 2022. Pese a ello, la evolución sigue siendo insuficiente para alcanzar los objetivos para 2030. Es evidente la urgencia de que los gobiernos aumenten la inversión en la obtención de información fiable. Uno de los principios del éxito de la captación de financiación es que las decisiones no se tomen en contextos de incertidumbre creados por la falta de estadísticas contrastadas y la formulación de políticas desorganizadas.
La ONU advierte de que necesitamos por lo menos cuadruplicar el ritmo actual de mejora para lograr el acceso universal a servicios de agua, saneamiento e higiene para 2030. Nos quedan siete años, y la mejora debe ser más notables en en los países más pobres y en las comunidades más vulnerables. Necesitamos menos palabras y mucha más cooperación para lograrlo y evitar una crisis global del agua. Una premisa destaca: los países ricos deben liderar la acción; deben aparcar las prioridades del crecimiento a toda costa y asumir la ética y la inteligencia de aportar lo necesario para que la seguridad hídrica permita construir un mundo más justo y pacífico. Al final ellos también se beneficiarán.
Fuente:
Abril, 2023