Estrategias novedosas para afrontar los efectos del cambio climático en los recursos hídricos

“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar“

El Recurso Hídrico y el Cambio Climático

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El calentamiento global debido a las emisiones de gases de efecto invernadero afecta a la distribución del agua sobre el planeta. Cada vez hay constancia de más fenómenos extremos, con episodios de intensas precipitaciones y de escasez de las mismas, en todo el mundo.

El calentamiento global conduce a un aumento de la precipitación, sobre todo debido a la mayor concentración de vapor de agua en la atmósfera. Es el caso en Estados Unidos, el norte de Europa o el noreste de Asia. Pero las lluvias torrenciales y las inundaciones no son el único fenómeno extremo provocado por el calentamiento global. Las proyecciones en otras regiones del mundo indican una disminución de la precipitación, por ejemplo en África Sub-Sahariana.

Los episodios de precipitación y sequía extremos afectan a millones de personas en el mundo, perjudicando el crecimiento económico, aumentando la inseguridad alimentaria, generando inestabilidad y provocando migraciones.

Un estudio de la Comisión Europea ha demostrado que un aumento del 1% en el área que se ve afectada por la sequía puede frenar el crecimiento del PIB de un país un 2,7% al año. Por otra parte, un aumento del 1% en el área afectada por precipitaciones extremas puede reducir el crecimiento del PIB un 1.8%.

Las tormentas tropicales también provocan daños: 51.000 millones de dólares en pérdidas solo en 2018 según la aseguradora global Munich Re, en comparación con la media que solía estar en 34.000 millones anuales.

El cambio climático afecta la distribución de las precipitaciones y seguirá haciéndolo en las próximas décadas, sobre todo si no se alcanzan los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima a largo plazo. Las ciudades son particularmente vulnerables. La demanda de agua de las grandes aglomeraciones puede exceder las reservas disponibles, a la vez que la urbanización reduce la capacidad del suelo para absorber el agua de lluvia y recargar las aguas subterráneas.

En todo el mundo, ciudades, comunidades y países afectados por tormentas, sequías e inundaciones han decidido explorar estrategias para aumentar la seguridad hídrica. Algunos ejemplos son la recarga de acuíferos, la investigación de las masas de agua subterránea que se encuentran en las zonas áridas del planeta, o la posibilidad de utilizar agua de mar para el cultivo de plantas halófilas.

  • Recarga de acuíferos. Las aguas subterráneas se han utilizado para el consumo humano y la agricultura durante siglos. La recarga gestionada de acuíferos, también llamada artificial o MAR por sus siglas en inglés permite almacenar agua para su uso posterior. Sus ventajas son que se minimizan las pérdidas por evaporación, y permite reciclar agua de diferentes fuentes. Esta estrategia, cada vez más utilizada, por ejemplo en California, que investiga ampliar su uso, permite asimismo reponer las reservas de aguas subterráneas de acuíferos sobreexplotados.

  • Investigación sobre aguas subterráneas en zonas áridas. En Qatar, uno de los países con mayor estrés hídrico del mundo, el 36% del agua procede de fuentes subterráneas. La sobreexplotación de dos grandes acuíferos, Rus y Umm er Rhaduma, ha conducido al descenso del nivel freático y problemas de intrusión salina. La Fundación Qatar, junto con la NASA, está estudiando las masas de agua subterránea en zonas áridas y el posible efecto del cambio climático sobre ellas en el futuro, para lo que se lanzará un satélite provisto de un radar (denominado OASIS, Orbiting Arid Subsurfaces and Ice Sheet Sounder) destinado a recoger datos que permitan estudiar el agua en el subsuelo y la evolución de los desiertos en la Tierra.

  • Agua de mar para el cultivo de alimentos. Este último ejemplo trata sobre la escasez de agua para el sector agrícola. En la costa oeste de Escocia, la startup Seawater Solutions investiga el uso de agua de mar para cultivar plantas halófitas, capaces de soportar alta salinidad en el agua o el suelo, que pueden utilizarse para alimentos, cosméticos, biocombustibles, o piensos animales. Las marismas donde se cultivan estas plantas también proporcionan servicios ecosistémicos, protegiendo la costa de la erosión y las inundaciones, y almacenando carbono.

Fuente:

Olivia Tempest

 
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Traducción:

Cristina Novo

Marzo, 2021