Gota a gota, el agua apagará el negacionismo
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
El Cambio Climatico
Tú sí que puedes hacer, y mucho. Ante un nuevo negacionismo que devalúa la acción individual y fomenta la idea de que las soluciones que se proponen para frenar el calentamiento global son inútiles, la movilización que provoca la escasez hídrica demuestra el poder de cada una de nuestras acciones para realizar cambios efectivos. Las gotas de agua que ahorras sí cuentan.
El negacionismo climático clásico - el que niega la alteración del clima y/o sus causas antropogénicas - está en recesión. Estos últimos años, el alud de evidencias sensibles a prácticamente toda la población mundial, que ha podido sentir en su propia piel los avisos de los informes científicos, ya son cada vez menos los que niegan la existencia de la alteración del clima y que ésta sea debida a actividad humana.
La última rotunda evidencia, que está acabando de convencer a la mayoría de los reticentes, ha sido la conclusión de un minucioso estudio mediático desarrollado por la Universidad de Cornell, publicado el pasado 19 de octubre: el 99,9% de los 88.125 artículos científicos revisados por pares (evaluados críticamente por expertos que no forman parte del editorial) coinciden en que el cambio climático es causado principalmente por los seres humanos. Esto quiere decir que a los que practicaban a “falacia de la evidencia incompleta” (entre las pruebas de un hecho, seleccionar solamente las que confirman lo contrario, o bien seleccionar una “a medida” de lo que se quiere refutar)sólo les queda el 0,1% de estudios a los que recurrir para confirmar lo contrario.
Reductos del negacionismo clásico
Sin embargo, pese a su declive internacional, el negacionismo clásico sigue vigente en las potencias emisoras de gases, y esto es preocupante. En EEUU, donde la resistencia a admitir la necesidad de reducir la quema de combustibles orgánicos es mayor, la presión del lobby petroquímico y del carbón se manifiesta abiertamente. Una de sus últimas acciones fue la difusión en las redes sociales, durante las semanas previas a la COP26 de Glasgow, de un estudio de 2016 del Pew Research Center que muestra que que “solamente” el 27% de los adultos estadounidenses mayores de 30 años creían que la causa del calentamiento era la quema de combustibles promovida por los humanos.
La caja de resonancia del Congreso de EEUU arrastra también la negación: según el informe del Center for American Progress, publicado el pasado marzo, aún 30 senadores estadounidenses y 109 representantes no reconocen la evidencia científica del cambio climático causado por la actividad humana.
El negacionismo clásico insiste en acusar de ideologización a la Agenda 2030, en una estrategia para intentar demostrar que los ODS responden a una manipulación política, pasando por alto que fue una Resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU, el 25 de septiembre de 2015. Esta unanimidad en las causas de la crisis climática se ha visto refrendada en las sucesivas Conferencias de Las Partes (COP) que se han venido sucediendo, pese a no haberse logrado acuerdos sólidos sobre la reducción de gases.
“Tú no puedes hacer nada”
La acción de los Gobiernos de los principales países emisores de gases es imprescindible para no sobrepasar los 1,5ºC de calentamiento global y para que la mitigación del cambio no se nos vaya definitivamente de las manos. Por esta razón, la falta de compromisos reales y contundentes, que solicita el IPCC con urgencia, ha provocado el desánimo y la alarma de buena parte de los científicos y de la opinión pública. Tras la COP26 de Glasgow, no se ha superado la sensación de fracaso que han arrastrado las últimas conferencias, desde que en la COP21 de París saltaron masivamente a los medios de comunicación las evidencias del cambio climático y sus peligros para la humanidad.
Esta falta de acuerdos convincentes está provocando crecientes síntomas de desánimo social que está siendo aprovechado por los instigadores del negacionismo para cambiar el objeto de la negación. Argumentan básicamente que el cambio climático existe, pero las soluciones que se proponen no son posibles ya que destruirán la economía; y abogan por que es mejor no preocuparse demasiado: “la cosa no será tan grave, ya que los científicos exageran”. Estos razonamientos conducen a una revalorización de la confianza ciega en la tecnología postulando que será la herramienta clave que nos permitirá adaptarnos. Y suelen culminar en una sentencia perversa: “tú no puedes hacer nada, no dejes que te responsabilicen por algo de lo que no eres culpable, y tu acción es tan pequeña que no servirá para nada”.
Esta corriente de opinión, que últimamente algunos youtubers, instagramers y otros influencers han diseminado por las redes sociales, se aprovecha de cuestiones clave que no están resueltas - y que generan un debate político interminable - para sembrar más confusión y empequeñecer así el criterio y la acción individual. La cuestión es transmitir la idea de que será muy difícil ponerse de acuerdo y de que no sirve de nada ejercer presión a los gobiernos, las empresas y las instituciones: ¿De quién es la culpa? ¿Daña más al clima un estadounidense, o un chino? ¿Quién debe contribuir más a arreglarlo?, cuestiones hasta ahora irresolubles que envenenan los debates públicos.
Cuando falta el agua, la acción individual es la base de las soluciones
Las crisis hídricas, que son inherentes a la actual crisis climática, proporcionan evidencias imposibles de negar y, lo mejor, corroboran que las soluciones sí son posibles y se basan en la acción de cada uno de nosotros. Dos ejemplos son las crisis de suministro urbano doméstico y la escasez de agua para la agricultura.
Pese a que las ciudades se llevan la menor parte de reparto del agua en el mundo (alrededor de un 10% de media), su influencia política y social y su capacidad de liderazgo tecnológico las convierten en referencias ineludibles en el futuro medioambiental del planeta. La resonancia mediática de una crisis en el suministro de agua para uso doméstico es mayor si cabe que una ola de calor o una sequía: si una gran ciudad corta el agua a sus habitantes, la noticia da la vuelta al mundo y acapara más la atención que una inundación en África.
Las causas de estas crisis en los países ricos son visibles a todos: los embalses vacíos, y los acuíferos contaminados o desaparecidos son evidencias que han podido constatar los habitantes de Saõ Paulo, Lima, Ciudad del Cabo, Caracas, Bangalore, Morelia y Ciudad de México, por citar algunas de las más sonadas los últimos años. De entrada las causas antropogénicas son incuestionables, ”alguien” ha gastado el agua, y si los embalses no se llenan como solían porque no llueve es evidente que el clima está cambiando.
En estos casos, el impacto psicológico de no tener agua en casa provoca una inmediata concienciación que favorece acciones individuales que casi siempre tienen éxito. Las campañas con lemas del estilo “cada gota cuenta” han logrado radicales reducciones del consumo que han ayudado notablemente a paliar el problema. El caso del área metropolitana de Barcelona es emblemático: tras la crisis hídrica de 2008, los barceloneses pasaron de un consumo medio de 110 litros por persona y día a 105 en tan sólo unos meses y, al año siguiente, la ciudad española registró el consumo más bajo de agua en toda la Comunidad Europea. Este liderazgo se ha mantenido conjuntamente con la ciudad de Copenhague, en la que se vienen realizando habitualmente campañas de concienciación, y ambas capitales en la actualidad se mantienen con un consumo medio alrededor de 105 litros diarios frente a la media europea entre 120 y 150 litros.
También los agricultores están en la primera línea del impacto del cambio climático que está agravando los resultados de la mala gestión del agua y del territorio en muchas zonas del mundo. La falta de pluviosidad está haciendo “descubrir” los acuíferos sobreexplotados, buena parte de ellos a causa de una mala gestión del territorio, modelos agrícolas inadecuados y por sistemas de riego ineficientes.
El mensaje “cada gota cuenta” está siendo rotundamente efectivo en las zonas de mayor estrés hídrico y pobreza rural. Los proyectos que venimos desarrollando durante esta última década en las zonas agrícolas de India han ayudado a más de de 90.000 campesinos de las zonas azotadas por las sequías y la incertidumbre de los monzones. Éstos han abordado cuestiones básicas para lograr superar las crisis de la falta de agua, y en todos ellos el éxito se ha basado en la participación transversal de cada uno de los beneficiarios. Tanto en la gestión de cuencas, como en la construcción de embalses y pozos, los objetivos se han conseguido por la suma de acciones individuales.
Del mismo modo, el desarrollo de la horticultura a través de sistemas de riego por goteo, que ahorra hasta un 75 % de agua que puede utilizarse para irrigar nuevas zonas de cultivo, está logrando que la suma de acciones de cada regante haga sostenibles los cultivos. La instalación de nuevos sistemas de fotoirrigación y la gestión adecuada de los pozos pasa inevitablemente por la participación de todos y cada uno de los campesinos, y esto es la base que va a permitir la disponibilidad hídrica en un país cuyas reservas de agua subterránea se agotan por las sequías y por haberse multiplicado la extracción por siete en los últimos 50 años.
Tú si puedes hacer, y mucho
Tras la COP26 de Glasgow, la activista francesa Lucile Pinson, ganadora en 2020 del Goldman Environmental Prize, declaró: “La resignación, alimentada por la idea de que no podemos hacer nada a nuestra escala es la principal razón por la que, casi 30 años después del primer informe del IPCC, seguimos aumentando los gases de efecto invernadero”. Y señaló un bloqueo que se tiene que romper: “Todo el mundo está de acuerdo en que hay que cambiar, pero no en que se puede cambiar, y sí se puede”.
El ambientólogo y doctor en Biodiversidad español Andreu Escrivá, una de las voces más prestigiosas en divulgación climática, no se cansa de insistir: “Todo cambio individual suma, pero sólo el colectivo transforma”. Nuestra último foro de diálogo de la plataforma Smart Water, la Smart (Collective) Creativity, aboga por la consecución de los ODS implicando a todos los actores del progreso humano, desde el convencimiento de que cada uno de nosotros cuenta para afrontar el desafío alque nos enfrentamos. “Tú sí que puedes hacer, y mucho”
Fuente
Diciembre, 2021