Jaguares y pumas se han convertido en los inesperados aliados de los ganaderos en Costa Rica

“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”

El Medio Ambiente

  • Desde 2013, un proyecto conjunto entre las autoridades ambientales y una organización de conservación de félidos ha abordado denuncias de depredación de jaguares y pumas, mejorado las fincas y reduciendo la cacería ilegal de estos animales.

  • Su sistema de información ha registrado 507 denuncias de depredación, proporcionando datos cruciales para identificar las principales zonas ocupadas por estos félidos y diseñar programas de intervención en Costa Rica.

  • Programas de capacitación y tecnología en más de 400 fincas han demostrado ser efectivos, lo que ha reducido las pérdidas económicas por depredación y mejorado la relación entre los finqueros y las autoridades ambientales.

En febrero de 2024, un jaguar entró en la finca de la familia de Wagner Durán, en el cantón de Guácimo, a unas tres horas de San José, cerca del Parque Nacional Tortuguero, y se llevó un ternero. Este evento es inusual, no por la ausencia de jaguares en la zona, ya que esta área tiene la mayor densidad de estos félidos en Costa Rica, sino porque el último ataque similar había ocurrido hace ya siete años. Pero Durán no guarda rencor.

En su comunidad, Lomas Azules, cada vez que había una “pasada” de jaguares, término usado para describir las incursiones de estos animales en las fincas, las pérdidas podían alcanzar hasta 500 mil colones (alrededor de 1000 dólares) por una cabeza de ganado. Las autoridades ambientales eran vistas como enemigas, ya que su única respuesta era prohibir la caza de los félidos. “De una vez lo sentenciaban a uno de que no podía tocar al jaguar. ¿Qué hacía esto? Enfurecer a los finqueros y más rápido se mataba al animal”, relata Durán.

La historia de este finquero es común entre los ganaderos de las zonas cercanas a áreas en las que cazan los pumas y los jaguares en Costa Rica. Sin embargo, esta situación dio un giro con la llegada de un proyecto colaborativo entre la ONG Pantheray las autoridades ambientales costarricenses. La Unidad de Atención de Conflictos con Felinos (UACFel) es pionera en América Latina porque se encarga tanto de la atención de denuncias por depredación como de la búsqueda de soluciones para las personas afectadas. La iniciativa promueve la convivencia pacífica entre ganaderos y felinos mediante la implementación de tecnologías avanzadas y políticas de mejoramiento productivo en las fincas. Además, ha logrado reducir significativamente los ataques y transformar la percepción de los félidos que tienen los ganaderos.

A pesar del suceso reciente, desde el 2018 Durán experimentó de primera mano los beneficios de la conservación del jaguar en su finca. Ahora, se ha convertido en uno de los defensores más activos de los félidos. En diciembre del 2023 se convirtió en guardaparques y ayudó a que tres antiguos cazadores hicieran lo mismo. Esta transformación es un testimonio de cómo la mejora en la recopilación de los datos y las intervenciones basadas en evidencia en comunidades benefician tanto a los humanos como a los félidos.

Mejor información

Daniel Corrales, un biólogo que creció en una familia ganadera, ha visto ambos lados del conflicto entre la conservación y la ganadería. A través de su trabajo con Panthera Costa Rica y el Proyecto Convivencia Felinos-Ganado, Corrales ha liderado una colaboración que ha derribado prejuicios y forjado alianzas con los ganaderos locales para manejar la depredación de sus animales.

Su compromiso se formalizó en un convenio entre Panthera y el Ministerio de Ambiente de Costa Rica, que resultó en la creación de la UACFel en 2013. Este acuerdo permitió que los funcionarios de conservación ambiental se involucraran en la recopilación de datos sobre depredación en fincas. En ese año, la información se recogía de manera manual, pero en 2018 se introdujo una aplicación móvil que funciona sin conexión a Internet, y que permite la recolección de datos detallados como el tipo de atacante, coordenadas y evidencia fotográfica.

Desde 2013 hasta julio de 2024, la UACFel registró 507 denuncias de depredación, con pumas responsables de 201 ataques y jaguares de 156. Otras especies de félidos costarricenses, como los ocelotes (Leopardus pardalis) y los yaguarundís (Puma yagouaroundi), también atacan animales en zonas rurales, pero sus víctimas suelen ser gallinas y mascotas, y sus ataques son menos frecuentes.

El sistema de información ha identificado “puntos calientes” de depredación, mostrando que la mayoría de los ataques de pumas ocurren en la vertiente pacífica, mientras que los jaguares predominan en la zona norte y la vertiente atlántica del país.

Esta información ha sido esencial para diseñar programas de atención específicos. Aunque la UACFel realiza intervenciones a nivel nacional, sus principales áreas de trabajo son las fincas aledañas al Parque Nacional Tortuguero, al Refugio de Vida Silvestre Caño Negro y al Refugio de Vida Silvestre Mixto Maquenque. Este último es de especial importancia para el paso internacional de jaguares por ser colindante con la Reserva de Vida Silvestre Indio Maíz, en Nicaragua.

Estas zonas se destacan por las recurrentes denuncias de depredación por jaguares. Según Corrales, aunque los pumas son responsables de un mayor número de ataques a nivel nacional, su área de acción es más extensa y dispersa. En otras palabras, sus registros indican que los pumas atacan con menor frecuencia pero en una mayor cantidad de ubicaciones geográficas.

Corrales destaca que Costa Rica es uno de los pocos países en América Latina con una red nacional de corredores biológicos. El mapa de depredación desarrollado por la UACFel sugiere que estos corredores son efectivamente funcionales, afirma el biólogo.

Antes de la creación de la unidad de atención hubo esfuerzos dispersos para abordar el conflicto entre ganaderos y félidos, pero el programa tuvo que comenzar desde cero debido a la falta de iniciativas de similar envergadura. Actualmente, otros programas siguen su ejemplo en Panamá, Colombia y México.

Panthera, una organización presente en 35 países, ha destacado que Costa Rica es el único país que, a escala nacional, sabe exactamente dónde se concentran los ataques de depredación y cuáles especies son las responsables.

El último orgullo de Daniel Corrales es un reciente convenio con la Corporación Ganadera (CORFOGA), una organización que promueve la ganadería sostenible en Costa Rica. Los técnicos de CORFOGA ahora también recogen reportes de depredación, lo que Corrales considera un avance notable, ya que estos técnicos pueden generar más confianza entre los finqueros que la que podrían generar los funcionarios estatales de conservación.

Lograr esta colaboración no ha sido sencillo. Corrales destaca que fueron necesarios diez años de trabajo de la UACFel, presentando evidencia de intervenciones exitosas en fincas, para obtener la cooperación de las instituciones ganaderas. Estos datos demostraron que las intervenciones en fincas no solo tenían un resultado de conservación ambiental, sino también de rentabilidad. “Siempre me pareció súper injusto que, cuando había un ataque de felino, la molestia se dirigiera hacia nosotros (el sector ambiental), cuando también hay instituciones en el ámbito ganadero que podrían mejorar las condiciones para reducir la depredación”, dice Corrales.

Después de más de una década trabajando directamente con las fincas, el biólogo asegura que la experiencia le ha mostrado que la depredación de ganado por parte de félidos es sinónimo de un manejo ganadero inadecuado. Su principal objetivo es cambiar esta realidad.

¿Cómo convencer a los ganaderos de no matar a los felinos?

Las propuestas que se hacen para tener fincas más modernas y productivas, paralelamente sirven para conservar a los félidos, pues les ayuda a los ganaderos para mantener alejados a los “gatos”, como se les llama en el campo a estos animales.

Las fincas tradicionales suelen ser vastas extensiones de pastizales con una o dos divisiones, lo que facilita el sobrepastoreo y la compactación del suelo. La UACFel ha colaborado de cerca con los finqueros para instalar cercas eléctricas y abrevaderos, permitiendo más divisiones y una rotación intensiva del ganado. Este enfoque, comentan los expertos, mejora la salud del pastizal, pero también mantiene a los rebaños en grupos más compactos, eliminando la necesidad de buscar agua en zonas boscosas donde los félidos pueden atacar.

El proyecto también fomenta la adopción de búfalos de agua (Bubalus bubalis), animales con actitudes defensivas naturales contra depredadores. Estos búfalos protegen al ganado tradicional y, además, tienen cualidades muy atractivas: resisten mejor el calor, requieren menos atención veterinaria y se alimentan de malezas que otros animales rechazan.

¿Bastan estas medidas para mantener a los félidos a raya? No, es por eso que las innovaciones de UACFel van más allá de la mejora de la finca.

La principal intervención consiste en la instalación de cercas eléctricas de cuatro cables para disuadir a los félidos de entrar en los pastizales. Este tipo de medida se ha implementado en alrededor de 160 fincas, incluyendo la de José Luis Rodríguez en la comunidad de Potrerillos, San Ramón, a dos horas de la capital costarricense.

En 2016, la comunidad comenzó a experimentar depredaciones de pumas hacia perros. Rodríguez recuerda que algunos vecinos perdieron a sus mascotas, y vieron cómo los pumas se los llevaban a plena luz del día. En ese tiempo, él iniciaba un proyecto de lechería de cabras, lo que aumentó su preocupación por posibles ataques a sus animales.

Tras denunciar a las autoridades ambientales, Rodríguez aprendió que su comunidad forma parte del Corredor Biológico Montes del Aguacate. “Para nosotros fue impresionante saber eso”, relata. “Los pumas cruzan por aquí, del bosque nuboso al bosque seco, para cambiar genes y fortalecer la especie”.

La finca de Rodríguez fue la primera en su comunidad en instalar una cerca eléctrica, sirviendo como prototipo. También implementaron otros dispositivos disuasorios para espantar a los depredadores.

Daniel Corrales ha creado dispositivos como collares con campanas y luces para disuadirlos, así como los “postes antidepredación” que emiten luces y sonidos de alta frecuencia activados por el movimiento del ganado durante la noche. Estas técnicas han reducido prácticamente a cero los ataques de félidos en las áreas donde se han implementado, según dice Corrales.

“La efectividad de las intervenciones ha sido mayor al 95 % y en los casos en los que se han presentado depredaciones, ha sido por errores humanos”, asegura Corrales.

Desde 2013 se han invertido alrededor de 300 000 dólares en la mejora de más de 400 fincas y en tecnologías disuasorias, financiadas principalmente por fondos de cooperación internacional. El trabajo directo con los productores y sus comunidades le ha permitido a Panthera buscar financiamiento en iniciativas no sólo vinculadas a la conservación, sino también al desarrollo socioeconómico. Aunque el objetivo final de las iniciativas es la protección de los félidos, Corrales indica que todas las intervenciones se realizan con y para las personas.

“Lo que nosotros intentamos es que el jaguar (principalmente) deje de ser el enemigo, y que sea ese personaje que les llevó progreso, felicidad, mejor manejo y más tecnología en su finca”, afirma el biólogo.

Un mayor equilibrio

En la década de 1970, Juan Ramón Durán llegó a Guácimo con hacha en mano, dispuesto a convertir un trozo de selva en una finca de 50 hectáreas. Sin embargo, hace unos 20 años, cautivado por un nuevo espíritu de conservación, comenzó a reforestar las áreas junto a las quebradas y abandonó la caza. Aunque falleció hace cinco años, este espíritu conservacionista permeó en su hijo Wagner, quien heredó su finca, pero también esa capacidad de adaptarse y transformarse. Esta apertura al cambio facilitó su papel como pionero en la colaboración con Panthera dentro de su comunidad desde el 2017.

La productividad de los pastizales en la comunidad de Lomas Azules mejoró, y los finqueros recibieron capacitación en temas de ganadería en colaboración con la UACFel. El punto más “caliente” por depredación dejó de sufrir pérdidas económicas por esta causa.

Los buenos resultados que se empezaron a apreciar en las fincas permitieron que la comunidad Lomas Azules aceptara paulatinamente otras medidas de conservación. Se formó un comité de voluntarios para la vigilancia de los recursos naturales, para enfrentarse a retos como la cacería ilegal. “Cuando empezamos, teníamos identificados a 27 cazadores, y en este momento solo quedan cuatro, que son los que nos están dando guerra”, relata Wagner Durán. La disminución de conflictos con jaguar, el gran félido que mayor presencia tiene en esta zona del nororiente de Costa Rica, ha sido notable. En parte porque la recuperación de poblaciones de animales silvestres como tepezcuintles (Cuniculus paca) y cerdos de monte (Tayassu pecari) en los bosques aledaños, ha reducido la necesidad de los félidos de aventurarse en las fincas.

El Parque Nacional Tortuguero es conocido por la gran arribada de tortugas verdes (Chelonia mydas), que también sirven como una fuente de alimento para los jaguares. Sin embargo, fuera de la temporada de anidación de estos reptiles, los jaguares incursionan mucho más en los pastizales cercanos en busca de presas. Durán explica que las hembras, al buscar alimento para sus cachorros, son las más propensas a hacer estos ataques. A lo largo de su vida, ha conocido de al menos 40 jaguares cazados en su comunidad, y estima que nueve de cada diez eran hembras.

Probablemente, fue una hembra la que visitó su finca hace cuatro meses para sacar un ternero. Su predio tiene hoy 15 divisiones, tiene cercas eléctricas y hace un año adoptó búfalos de agua. ¿Por qué ocurrió este ataque si su ganado parece contar con todas las medidas de protección?

Durán  cuenta que “los astros se alinearon” a favor de su visitante nocturno. Era febrero, una época en la que todavía no había tortugas en el parque, lo que aumentó la vulnerabilidad de su finca. Una de sus cercas principales se había roto y él olvidó revisarla. Además, había separado a los búfalos del resto del ganado y no los volvió a reunir. Durán es tajante al soltar una sentencia sin rencor: “Pasaron siete años, y solo tuve ese incidente con un jaguar; la culpa fue mía”.

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Agosto, 2024