La naturaleza, un activo silente
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar“
El Recurso Hídrico y el Cambio Climático
La naturaleza es nuestro activo más importante. No sólo es la base de nuestra economía sino que forma parte intrínseca de nosotros mismos. Si ella enferma, enfermamos. Y su salud se ha deteriorado notablemente estas últimas décadas sin que la economía tradicional lo tuviera en cuenta. Es urgente progresar de forma que los avances económicos incluyan a la naturaleza en la definición de la riqueza, y el agua es un buen indicador. Revisar el concepto del PIB es un primer paso.
La economía global ha crecido a costa de destruir la naturaleza. Es un hecho que ya prácticamente nadie cuestiona; ni la mayoría de negacionistas. Durante el azote del coronavirus, se han publicado varios estudios e informes que confirman la evidencia del daño causado al capital natural del planeta, y plantean una reforma de los modelos económicos que hasta ahora no lo han tenido en cuenta, causa por la que ha permanecido silente en la opinión pública. Pero el cambio ya ha empezado.
Datos para una amenaza tangible
El pasado enero, el Foro Económico Mundial publicó el The Global Risks Report 2021. La decimosexta edición del famoso informe anual entra de lleno en señalar que la economía global ha crecido a costa de destruir la naturaleza, y advierte que la degradación ambiental, que sigue siendo una amenaza existencial para la humanidad, corre el riesgo de mezclarse con las fracturas sociales y traer consecuencias graves. Por probabilidad de ocurrencia, los cinco mayores riesgos de la lista que muestra el informe tienen relación directa con la alteración del ciclo del agua y su contaminación:
1. Los fenómenos meteorológicos violentos
2. El fracaso en la lucha contra el cambio climático
3. Los daños en el medio ambiente
4. La propagación de enfermedades infecciosas
5. La pérdida de biodiversidad
Los riesgos que siguen son: 6, la concentración del poder digital; 7, la brecha tecnológica; 8, la fractura de las relaciones entre estados; 9, los fallos en ciberseguridad y 10, la pérdida de medios de vida por parte de las personas.
El deterioro medioambiental y pérdida de biodiversidad afectan directamente al capital natural, una riqueza de la naturaleza que permite no sólo la vida en la Tierra sino el crecimiento económico. Hasta ahora, los gobiernos y las organizaciones internacionales han tenido pocas herramientas para contabilizar estos daños, lo que significa que tampoco para evaluar sus beneficios.
El PIB, cuestionado
La magnitud macroeconómica comúnmente usada este último siglo para evaluar la riqueza es el producto interior bruto (PIB), que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de demanda final de un país o región. El PIB está siendo cada vez más cuestionado como indicador de desarrollo pues no tiene en cuenta el valor de la biodiversidad y la salud del medio ambiente, dos factores determinantes del capital natural de las comunidades.
La denuncia que los economistas Herman Dalyy Robert Costanza lanzaron en 1990 al mundo económicoestá siendo admitida por cada vez mayor número de economistas: la humanidad no puede seguir creciendo a expensas de reemplazar la pérdida del capital natural por las ganancias en los otros capitales, como el obtenido de la producción de bienes y servicios. Este es el fundamento de la denominada “economía verde”: “aquella que mejora el bienestar humano y la igualdad social, mientras que reduce los riesgos medioambientales y la escasez ecológica”.
Es decir, el capital natural es irremplazable si queremos conseguir plenamente los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y esta idea parece haberse hecho más evidente a la opinión pública a medida que ha avanzado la pandemia. En septiembre de 2020, un informe del Swiss Re Institute destaca que más de la mitad del PIB del mundo, un 55% (41,7 billones de dólares en 2018), depende directamente de la diversidad biológica y de los servicios que proporcionan los ecosistemas. La aseguradora suiza contabiliza estos servicios con su índice BES (Biodiversity and Ecosystems Services) y destaca que, a pesar de la importancia de los servicios que nos proporciona el medio ambiente, el PIB no contabiliza esta riqueza, y debería hacerlo.
Según el BES, 39 países tienen ecosistemas muy frágiles en más de un tercio de su territorio, siendo Malta, Israel, Chipre, Bahrein y Kazajstán los de clasificación más baja. Por otra parte, las principales economías del sudeste asiático, Europa y EEUU están expuestas a la disminución del BES de seguir creciendo como hasta ahora.
Ante estas evidencias, ya anunciadas insistentemente esta última década por los científicos, la ciencia económica se vuelve hacia sí misma y se encuentra ante la urgencia de una revisión a fondo de la forma de evaluar el crecimiento. A principios de este mes de febrero, Partha Dasgupta, economista de la Universidad de Cambridge, ha publicado The Economics of Biodiversity, uno de los documentos más contundentes respecto a la importancia vital de la preservación del capital natural y en el que cuestiona directamente el concepto del PIB.
Dasgupta señala que entre 1992 y 2014, mientras el capital producido por persona se duplicó y el capital humano aumentó en aproximadamente un 13% a nivel mundial, el capital natural por persona disminuyó casi un 40%.En su estudio destaca que muchos ecosistemas, desde los ríos hasta los arrecifes de coral, ya se han degradado sin posibilidad de reparación o corren un riesgo inminente de que sobrepasen puntos de no retorno, situaciones en las que es imposible hacer que un ecosistema recupere la salud una vez dañado.
Si llega a este punto, un ecosistema pierde su capacidad de serproductivo, resistente y adaptable. Dasgupta utiliza una analogía financiera para explicarlo: así como la diversidad dentro de una cartera de activos financieros reduce el riesgo y la incertidumbre, la diversidad dentro de una cartera de activos naturales aumenta la resistencia de la naturaleza a los impactos, reduciendo los riesgos de que los servicios que proporcionanlos ecosistemas se degraden o desaparezcan.
Contabilizar la felicidad
La nueva economía tiene que cambiar la forma en que pensamos, actuamos y medimos el éxito para conseguir la sostenibilidad planetaria. El PIB es un indicador tan sólo material, no expresa la calidad de vida o el bienestar de las personas, solamente utiliza variables contables que puedan expresarse directamente en términos monetarios y, por tanto, prescinde de aspectos como los costes ecológicos o los costes sociales de la producción, las desigualdades en la distribución de la riqueza, y las desigualdades de género; tampoco contempla factores como el agua y el aire limpios, de los que dependen directamente el mantenimiento de la biodiversidad y el bienestar de las personas.
A medida que los gobiernos, las empresas y las sociedades se enfrentan a la covid-19, la cohesión social es más importante que nunca y el concepto de la felicidad de las personas ha cobrado relevancia. Ideas como introducir la “felicidad nacional bruta” (FNB) o felicidad interna bruta (FIB) en la evaluación del progreso de una comunidad adquiere un nuevo sentido, si no como alternativa, sí como complemento indispensable al PIB.
La idea del FNB nació con Sicco Mansholt, uno de los artífices de la Unión Europea, y fue popularizado por la decisión del cuarto rey de Bután, Jigme Singye Wangchuck, en 1998, quien los introdujo en los parámetros económicos de su pequeño país de 41.000 km2 y 800.000 habitantes. En la actualidad, el gobierno de Nueva Zelanda, liderado por Jacinda Ardern, ha promovido los primeros presupuestos explícitamente orientados al bienestar. No se trata solo de crecer, sino de que ese crecimiento redunde en la mayor felicidad posible para los casi cinco millones de habitantes del país. Aunque sus críticos sostienen que en ese cambio hay más retórica que realidad, la iniciativa esmuy significativa por el cambio de mentalidad que lleva implícita, lo que no ha pasado desapercibido a la opinión pública que ha introducido en el debate la cuestión de qué entendemos por desarrollo.
¿Qué mide el FNB? Parámetros que no están en la ecuación del PIB, como el bienestar psicológico, el uso del tiempo para ocio o formación, el nivel educativo, la cultura, la resiliencia ecológica, la salud medioambiental, la salud de las personas, la satisfacción con el gobierno y la vitalidad de la comunidad. Son datos subjetivos que son difíciles de evaluar, pero es evidente que la sociedad global debe avanzar en complementarel desarrollo material con el espiritual, lo que es sinónimo de estar en equilibrio con la naturaleza.
El mundo del agua es una de las mejores plataformas para observar y monitorizar el deterioro de la biodiversidad que tiene que dejar de ser un activo silente. Ríos, mares y acuíferos muestran de forma inmediata la contaminación por acumulación de residuos, que es uno de los principales factores desencadenantes del deterioro medioambiental y la pérdida de biodiversidad. Es el mejor observatorio para comprender que nuestras economías están incrustadas en la naturaleza, no son externas a ella, y que la solución comienza con la comprensión y aceptación de esta simple verdad.
Fuente:
Febrero, 2021