Los ríos del océano no deben detenerse
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar“
El Agua y el Cambio Climático
La alteración de la dinámica oceánica en el Atlántico Norte es un factor que añade incertidumbre a las predicciones del cambio climático. Hace saltar las alarmas ante un posible punto de inflexión en el ciclo del agua de consecuencias negativas irreversibles y muestra la estrecha relación que existe entre todos los factores que determinan la vida en la Tierra.
Estos últimos años, los científicos han alertado de varios procesos de degradación medioambiental que provocan fenómenos que pueden acelerar el cambio climático hasta puntos de “no retorno” de consecuencias muy negativas. Estos procesos, como el deshielo de los casquetes polares y el permafrost, o la proliferación de bacterias que digieren el plástico, añaden incertidumbre a las previsiones climáticas y en consecuencia a los planes de adaptación al cambio en las regiones más afectadas.
Recientemente, la posible alteración de la dinámica de los océanos añade una nueva amenaza de consecuencias imprevisibles que es preciso seguir de cerca. Un estudio en el que han participado oceanógrafos de la Universidad de Potsdam (Alemania), ha detectado que la corriente del Golfo se ha desacelerado en un 15 % en las últimas décadas, algo sin precedentes en los últimos 1,000 años.
Un gigantesco transporte de energía
La corriente del Golfo es un gigantesco “río” oceánico que parte del golfo de México y discurre por el lado oeste del Atlántico Norte, dividiéndose en varios brazos que alcanzan el norte de Europa. Esta corriente mueve unas 30 veces más agua que todos los ríos de agua dulce del mundo juntos, y actúa como una cinta transportadora de energía: según una estimación, suministra a las costas de Escandinavia un calor equivalente a 78.000 veces su consumo energético actual.
Esta cesión de calor al llegar al norte de Europa e Islandia hace que el agua se enfríe y aumente así su densidad. Esa agua más pesada se hunde y fluye hacia el sur por las zonas más profundas del océano, constituyendo la denominada Circulación de Reversión Meridional del Atlántico, más comúnmente conocida por AMOC (del inglés Atlantic Meridional Overturning Circulation). Esta circulación de masas de agua provocada por las diferencias en su densidad tiene una influencia clave en la dinámica de todos los océanos del planeta y es un factor determinante del equilibrio climático y la distribución de la vida de los mares de la que depende la seguridad alimentaria de millones de personas.
El deshielo, un freno oceánico
Las causas del debilitamiento de las corrientes del Atlántico Norte son diversas, pero la mayoría de los científicos aseguran que la más evidente es el deshielo de las zonas polares, en concreto de Groenlandia, debido al calentamiento global. El agua dulce del deshielo es más ligera que el agua salada, por lo que “flota” en la superficie impidiendo el hundimiento del agua salada más densa, lo que afecta al flujo submarino, frenando así la AMOC.
Es una evidencia aceptada por la gran mayoría de científicos que el deshielo de Groenlandia se acelera. Se estima que su capa de hielo se está derritiendo aproximadamente seis veces más rápido que en la década de 1990. Actualmente se calcula que pierde cerca de 270 gigatoneladas de masa de hielo y nieve al año; es el equivalente a unos 110 millones de piscinas olímpicas, que se vierten al Atlántico Norte. Todo hace entrever que el problema podría agravarse progresivamente en las próximas décadas si no se cumple el objetivo marcados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de limitar a 1,5 ºC el calentamiento de la atmósfera, tal como explicó hace cuatro años en su Special Report on Global Warming of 1.5°C, conocido como SR15.
Alerta ante un posible punto de inflexión
El debilitamiento de la AMOC es un ejemplo de un posible "punto de inflexión” de factores difíciles de predecir en el sistema climático de la Tierra. Puede desencadenar otros mecanismos sobre los que no tenemos ninguna clase de control y que, con certeza, tendrían efectos muy negativos.
Esto ya ha ocurrido en el pasado. Mediante el análisis de anillos de árboles, núcleos de hielo, y sedimentos oceánicos y lacustres, los científicos están convencidos de que la AMOC se ha debilitado y alterado hasta cerrarse antes en los últimos 13.000 años. Cada vez que esto ha ocurrido, la alteración del clima en la Tierra ha sido abrupta y dramática.
En la actual situación planetaria, un debilitamiento de la AMOC tendría efectos climáticos y geológicos notables. En Europa, una mayor desaceleración de la Corriente del Golfo podría causar fenómenos meteorológicos más violentos en invierno y sequías estivales más intensas. En el norte de África, la pluviosidad tendería a disminuir y, en la zona tropical y subtropical del Atlántico, el incremento de la temperatura del agua y el consiguiente aumento de vapor en la atmósfera, factores que ya se han evidenciado, podría incrementar la virulencia de los huracanes y la extensión de su temporada. Por otra parte, la costa este de EEUU estaría amenazada por un drástico ascenso del nivel del mar, como ya ocurrió en 2009 y 2010, cuando la corriente del Golfo se debilitó inexplicablemente en un 30%, y la subida del nivel del mar batió un récord de 100 años en los registros de los mareógrafos.
El estudio de las consecuencias de la alteración de las corrientes marinas demuestra la inevitable interrelación de todos los parámetros que rigen la vida en la Tierra. Conocer el océano, obliga a conocer la atmósfera, los ríos, el hielo, los bosques… Nada está aislado. Para salvar cualquier hábitat es preciso salvar a todos los demás.
Fuente:
Abril, 2021