“No hay un ‘mea culpa’ de las ciudades por destruir los manglares”: Natalia Molina | ENTREVISTA
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
Humedales y Manglares
Antes de ser bióloga, Natalia Molina decidió abandonar su natal Manabí para estudiar Turismo en Quito. Fue así como se convirtió en guía de naturaleza y llegó a conocer prácticamente todo el Ecuador. Cuando llegó a Galápagos entendió que necesitaba más y “me motivé a estudiar Biología en Guayaquil para entender este mundo maravilloso”, asegura.
Cuando conoció el estero salado la impresionaron los manglares y ya no los pudo sacar de su vida. “Uno de los primeros libros que me prestaron fue sobre manglares de Colombia. Ahí empecé a aprenderme los nombres de las especies porque trabajaba como guía”, cuenta la bióloga. Y esa pasión se consolidó en 1999, cuando fue una de las líderes en la creación del Parque Histórico de Guayaquil —espacio recreativo y refugio de vida, historia y riqueza natural de la región Costa de Ecuador—.
Actualmente Molina es investigadora de la Universidad Espíritu Santo en Guayaquil, es reconocida como una referencia sobre manglares en Ecuador y una de las mujeres que más los ha estudiado y los sigue estudiando. En 2019 organizó el primer Congreso de Manglares de América y ahora involucró a los insectos, otra de sus pasiones, en sus actuales investigaciones sobre estos ecosistemas costeros.
¿Cómo están los ecosistemas de manglar en Ecuador?
Natalia Molina (N.M.): Tenemos una interesante relación de los manglares con las comunidades que no se da en otros países y quizás es una de las mayores fortalezas que ha permitido conservarlos. Desde hace más de 20 años [1999] tenemos una ley que le entrega en custodia los manglares a usuarios ancestrales. Esto ha permitido conservar más del 50 % de los manglares del país en las mejores condiciones.
Durante estas dos décadas se ha controlado la tala masiva que había sobre los manglares y se ha conservado en buen estado a la gran mayoría. Todavía hay algunas talas, tuvimos una de 40 hectáreas durante la pandemia, pero fue un escándalo en el país. Algo muy diferente a lo que ocurría en los años ochenta cuando se daba permiso legal para talarlos. Sin embargo, unos videos recientes revelan que esta actividad en esa zona continúa porque la empresa supuestamente tiene permiso para ‘limpiar’ 80 hectáreas. Ahora enfrentan una demanda.
Pero, antes de eso, el ‘boom’ camaronero de la década de los ochenta impactó fuertemente a los manglares…
N.M.: La acuicultura es considerada como uno de los peores enemigos de los manglares. La ley de la que hablé también le pidió a las camaroneras que devuelvan el manglar que ocuparon y eso es posible: puedes bajar el muro de la camaronera, entra el flujo del agua y el manglar se restaura. A los dos años ya tienes un manglar con cangrejos; su crecimiento y su resiliencia son maravillosos. Algunas miles de hectáreas ya han sido recuperadas por la industria, pero todavía falta.
¿Exactamente qué ha logrado esa ley?
N.M.: Se les exigió a los camaroneros que devolvieran 56 000 hectáreas que se talaron durante el ‘boom’ de esta actividad y eso obligó a que Ecuador tenga las leyes actuales para no hacer camaroneras y talar. Hasta el año 2016, los industriales restauraron unas 7000 hectáreas, con un promedio de 2 metros de altura en los árboles, que fueron recibidas oficialmente por el Ministerio del Ambiente.
Gracias a esta ley también se otorgaron 80 000 hectáreas de manglar a comunidades ancestrales y la meta es llegar a 100 000 de las 161 000 hectáreas reconocidas en el país. Antes del auge de la industria del camarón teníamos 203 000.
¿Qué otras presiones enfrentan los bosques de manglar?
N.M.: Se han ido perdiendo por el crecimiento de ciudades, carreteras, asentamientos humanos, contaminación derivada de la agricultura y de la minería, así como por cambios en el curso de las aguas y alteración en el flujo hídrico natural que tenían muchas zonas de manglares. Por ejemplo, en la provincia de Esmeraldas tenemos algunos de los manglares más altos del mundo, miden hasta 64 metros, pero allí hubo una camaronera que alteró el flujo del agua e hizo que los árboles más altos empezaran a secarse y caer.
Usted mencionó que otra fuerte presión es el crecimiento de las ciudades, ¿cómo afecta esto a los manglares?
N.M.: No hay una ley que impida a las ciudades crecer sobre el manglar y eso es una falencia. Actualmente las ciudades no crecen masivamente, pero sí en zonas puntuales y no hay conciencia de no contaminación. Ese crecimiento no se puede revertir: ¿cómo le dices al 60 % o 70 % de Guayaquil que desaloje porque vamos a restaurar el manglar? No puedes. No hay un mea culpa de las ciudades por destruir los manglares.
Entonces, ¿no hay nada que se pueda hacer?
N.M.: En estos momentos estoy trabajando en una red de áreas verdes para rescatar los manglares como áreas intangibles dentro de la ciudad [Guayaquil]: lo que queda y lo que se puede restaurar. Debo hacer un catálogo para saber cuáles son las especies, cómo y dónde deberían sembrarse.
Hace ya veinte años trabajé en el primer proyecto de restauración de manglares del Ecuador, en el Parque Histórico Guayaquil, en Sanborondón. Se restauraron 1,7 hectáreas imitando las condiciones que tienen en el golfo de Guayaquil. Se recolectaron plantas en diferentes partes del golfo, se hizo un vivero y se fueron acomodando las especies. Se hizo restauración hidrológica, se dragó manualmente y se evacuaron más de 5000 metros cúbicos de sedimentos para devolver el flujo del agua y allí se sembró. Eso hace ya 21 años.
Usted no para de estudiar a los manglares, ¿tiene nuevas investigaciones en las que esté trabajando?
N.M.: Estamos redactando un artículo sobre un insecto que se come los propágulos —partes de las plantas que permiten su reproducción sexual—. Hicimos un estudio en 10 sitios del Ecuador durante un año. Este insecto es un bioindicador y nos ayudará a conocer la salud de los manglares a través de su presencia o ausencia, sus poblaciones, etc. Vamos a implementar una metodología fácil, que se pueda replicar en todos los países y nos permita conocer el estado de los manglares en la región a través de este insecto.
También estamos fortaleciendo los estudios moleculares del manglar y analizando los stock de carbono en los manglares. Otra parte muy importante es la biodiversidad que hay en los manglares porque no solo hay organismos marino costeros, así que empezamos a hacer un estudio integral, con expertos de diferentes países que estudian arañas, insectos, hongos, entre otros. Todo esto sin duda está relacionado con la estructura y salud de los manglares.
Natalia Molina también es una apasionada por los insectos. ¿Qué rol tienen estos animales en la conservación de los manglares?
N.M.: Los insectos son la base para las demás cadenas alimenticias. Ocupan el 75 % de todos los artrópodos. Ellos son la comida de muchas aves y de muchos organismos acuáticos que, a su vez, son la base alimenticia para otros animales. Curiosamente, no había nada sobre el estudio de insectos en el manglar, así que, con una colega entomóloga, decidimos recolectarlos agitando el follaje de los árboles y atrapándolos en una malla. Hoy tenemos una colección impresionante de ellos pero aún no se sabe bien cómo se relacionan ni qué grupos de insectos hay. Tengo mucha expectativa por este catálogo que estamos preparando.
Hemos encontrado muchos insectos que utilizan a los propágulos como hábitat pero que también viven en el follaje y cumplen un rol de polinizadores en los manglares. Por otro lado, hay una mariposa que es defoliadora de manglar pero esto no es un problema a no ser que haya un desequilibrio entre los insectos de los árboles. Tuvimos un caso durante un fenómeno de El Niño, en 1998, cuando se disparó la población de esta mariposa y ella sola se comió más de 100 hectáreas de manglar. Si no hubiera otros insectos como avispas, que son predadores de sus larvas o huevos, todo se saldría de control.
¿Cómo ve usted la situación de los manglares en otros países de Latinoamérica?
N.M.: Hay presiones muy similares pero las respuestas han sido distintas. La experiencia ecuatoriana de los usuarios de manglar, que los aprovechan sosteniblemente y a su vez los conservan, ha sido escuchada en países como Costa Rica, Panamá y Colombia. Pero esto no se logró de la noche a la mañana, fue un proceso de lucha y empoderamiento. Trabajamos mucho en el liderazgo de las comunidades y ahora ellos son los señores del manglar.
Te puedo decir que en otros países de América Latina no existe este empoderamiento de las comunidades como lo tenemos en Ecuador. Ni siquiera en países que han sido pioneros en restauración de manglares. Mi aspiración es poner a andar un programa a 30 años con mujeres para empoderarlas en conocimiento de manglar.
¿Qué tan importante es para los países latinoamericanos tener ecosistemas de manglar saludables?
N.M.: Estamos hablando nada más y nada menos que de nuestra supervivencia, los manglares son cuna de lo que capturamos no solo en el sitio donde están los árboles sino de muchas otras zonas del mar, que es de donde proviene el 60 % de la proteína mundial.
Los manglares representan esa línea de la costa que protege de las inundaciones, de la salinidad de las tierras agrícolas y de los desastres de origen natural. Representan la seguridad de nuestra supervivencia.
¿Qué retos tiene hoy la ciencia para brindar información que permita conocer y proteger los bosques de manglar?
N.M.: La ciencia tiene que responder a los problemas que tienen las comunidades, no es para que los científicos se halaguen entre ellos: ‘qué bonito tu estudio’. Estamos para servir a las comunidades porque ellos son los que sostienen el manglar y lo conocen. Definitivamente faltan estudios integrados sobre los manglares de América. Hay mucha información pero no se ve lo que ocurre en los manglares de forma holística.
Cuando revisas los estudios de manglares te das cuenta que no hay metodologías estandarizadas que permitan compararlos. Por ejemplo, no es lo mismo hablar del manglar de las islas que de los de áreas continentales.
Fuente:
Mayo, 2021