Refugiados saharauis: tres generaciones sin acceso al agua

“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”

Acceso al Recurso Hídrico

  • Los refugiados saharauis que malviven desde hace 46 años en el desierto argelino siguen teniendo un futuro incierto. El reciente giro en la política del Gobierno español ha rescatado del olvido a una de las crisis humanitarias más prolongadas del mundo. El corto 22nd of April de Cesare Maglioni, finalista del We Art Water Film Festival 5, muestra lo difícil que resulta lavarse las manos en Smara, uno de los cinco campos que los acogen, y en los que se libra una lucha diaria por el agua, la desnutrición  y la higiene.

Más de 173.000 personas, según ACNUR, viven en condiciones de pobreza y vulnerabilidad en los campamentos de refugiados saharauis de Argelia.

En 1975, el Gobierno de España, por entonces potencia soberana sobre el Sahara Occidental, entregó este territorio- la “última colonia de África” - a Marruecos y Mauritania, dejando sin apoyo las aspiraciones del pueblo saharaui de crear su propio estado independiente. Tras la retirada española, en 1976 se desencadenó la guerra entre el Frente Polisario, defensor de la independencia, y Marruecos y Mauritania. En 1979 Mauritania renunció a sus pretensiones territoriales y firmó la paz con el Frente Polisario. En 1991 se produjo un acuerdo de alto el fuego con Marruecos.

Desde entonces, el fracaso de la mediación liderada por la ONU sobre la autodeterminación de los saharauis y la ocupación marroquí en las zonas pobladas han enquistado una situación que la propia ONU y la Unión Europea veían de “difícil solución”. El pasado marzo, la reciente decisión del Gobierno español de apoyar el plan de autonomía de Marruecos con el Sahara Occidental que el reino alauita planteó en 2007, ha arrojado más incertidumbre al que es el único territorio de África sin resolver su estatus político.

Tres generaciones de refugiados en la hamada argelina

Miles de mujeres, niños y ancianos huyeron de la guerra y se instalaron en la hamada argelina fronteriza. La mayoría acabaron en campos en los que tuvieron que construir precarias casas de adobe. © Western Sahara

Este giro del Gobierno de España ha vuelto a recordar a la opinión pública el drama de más de 173.000 personas que, según ACNUR, viven en condiciones de pobreza y vulnerabilidad en los campamentos de refugiados saharauis de Argelia. Una crisis de refugiados olvidada, que se remonta en primera instancia a los que huyeron de la guerra de finales de 1975 y que, tras 47, años han criado hasta tres generaciones de descendientes que no conocen la tierra por la que sus padres y abuelos lucharon, causa por la que fueron expulsados o huyeron. Su situación como refugiados es pues una de las más prolongadas del mundo.

Miles de mujeres, niños y ancianos huyeron de la guerra y se instalaron en la hamada argelina fronteriza. La hamada es una de las zonas climáticas más duras del mundo.“Que Alá te condene a vivir en la hamada” es un antigua maldición en la cultura de los pueblos nómadas beduinos del Sáhara. Allí acabaron miles de familias rotas buscando refugio, cargando con lo que podían, algunas con sus jaimas a cuestas, la mayoría acabando en campos en los que tuvieron que construir precarias casas de adobe. Sin servicios, han tenido que depender de la ayuda externa para conseguir agua y alimentos, y teniendo que construir rudimentarias letrinas desde que iniciaron un exilio que aún hoy dura.

La eterna lucha por el agua y la higiene

Al comienzo de la instalación de los campamentos, la búsqueda del agua se convirtió en un problema grave debido al exceso de sales y yodo en los pozos, y la falta de tratamiento de la poca agua existente en el Tinduf.

El gobierno argelino asentó a los refugiadas en cinco campamentos en la hamada de Tinduf, donde se ubican los cinco campamentos bautizados con el nombre de ciudades del Sahara Occidental: Bojador, Dajla, El Aaiún, Auserd y Smara. Al comienzo de la instalación de los campamentos, la búsqueda del agua se convirtió en un problema grave debido al exceso de sales y yodo en los pozos, y la falta de tratamiento de la poca agua existente en el Tinduf. La mayoría de los refugiados pasó a depender principalmente del reparto de agua en camiones y de los alimentos de Naciones Unidas; y así sigue siendo más de cuatro décadas después. El agua que se transporta en la actualidad es agua subterránea, obtenido de pozos profundos, en algunos casos a las afueras de los campamentos, y en otros casos, a varios kilómetros de distancia.

En 2019, unos meses antes de la pandemia del coronavirus, ACNUR realizó una encuesta sobre nutrición que desveló que se había producido un empeoramiento de la mayoría de los indicadores, sobre todo de los relacionados con la desnutrición crónica. Un 7,6 % de la población padecía desnutrición aguda y un 28 % presentaba retraso en el crecimiento. El 50 % de los niños y un 52 % de las mujeres en edad reproductiva sufrían anemia.

La pandemia: ¿Dónde me lavo las manos?

El corto 22nd of April de Cesare Maglioni, finalista del We Art Water Film Festival 5, recrea en el campo de Smara una situación que se repitió en muchos campos de refugiados durante la pandemia de la covid-19, y que aún perdura en los más abandonados. La profusión de mensajes difundidos por todas las cadenas de radiotelevisión y las redes sociales sobre la importancia de lavarse las manos, y el aluvión de vídeos how-to que mostraban minuciosamente los pasos a seguir con el agua y el jabón para lograr la eliminación del virus se visualizaron en casi todos los móviles del mundo.

22nd Of April, corto de Cesare Maglioni, finalista del We Art Water Film Festival 5 en la categoría de micro-documental.

Un refugiado del campo de Smara reproduce el vídeo mientras deambula por el campamento; acaba grabando con la cámara de su teléfono el charco de agua sucia después de seguir las instrucciones que aconsejan que todo el proceso del lavado de manos dure 20 segundos, “el tiempo de cantar Happy Birthday dos veces”El autor titula a su corto 22nd of April, fecha del Día Internacional de la Madre Tierra, por lo que la popular tonadilla se convierte en una tristemente irónica celebración de la efemérides  instaurada por la ONU que cumple este año su quincuagésimo segundo aniversario.  

En el mundo, no todos pueden lavarse las manos, ni antes ni durante ni después de la pandemia. Más allá de los campos de refugiados, esta situación de extiende a las zonas más pobres del mundo. Según el Programa de Monitoreo Conjunto del Abastecimiento del Agua, el Saneamiento y la Higiene (PCM) a nivel global, unos 2.270 millones de personas no pueden lavarse adecuadamente las manos en sus hogares.

Un obstáculo para alcanzar los ODS

El drama del acceso al agua, el saneamiento y la higiene es endémico y acompaña al dolor humano en todos los éxodos por causas bélicas. Es la misma historia que se repite en cada guerra. Desde la perspectiva de nuestros proyectos de ayuda lo hemos vivido de cerca en Darfur, en Siria, en la República Democrática del Congo y ahora en la terrible guerra de Ucrania.

Según ACNUR, a finales de 2020, 82,4 millones de personas estaban desplazadas por la fuerza debido a persecución, conflictos bélicos, violencia, violaciones de los derechos humanos o eventos inseguridad. La agencia de la ONU nos recordaba que cada tres segundos una persona se veía forzada a abandonar su casa, y que el 51% de los refugiados eran niños.

La guerra de Ucrania está sin duda pulverizando estas cifras, pues en el momento de escribir estas líneas, 4,5 millones de personas se habían refugiado en países exteriores, y 7,1 millones constaban como desplazados internos. Nuestros proyectos tratan de solventar las necesidades vitales de refugiados que se multiplican a media que éstos se acumulan en los campos de acogida. Mantenemos allí dos proyectos: con UNICEF para ayudar a las víctimas que permanecen en el interior del país, y con World Vision a aquellos que huyen a Rumanía y Moldavia. Toda ayuda es importante para luchar contra una de las más crueles injusticias que la especie humana comete contra sí misma.

Fuente:

 
 

Mayo, 2022

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