Sembrar agua con técnicas ancestrales en las alturas de Lima
“Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar”
Conservación del Agua
En la sierra cercana a la capital de Perú, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, se están activando técnicas ancestrales de recuperación de agua que han permitido mejorar el acceso de 1400 familias a este recurso para el consumo en sus hogares, el riego de sus cultivos y la alimentación de su ganado.
Esta obra de infraestructura natural se ubica en la zona alta del pueblo de San Pedro de Casta, a unos 90 kilómetros de Lima. Allí se está rehabilitando, con participación de la población organizada, una milenaria red de zanjas de infiltración de agua llamadas amunas en quechua, la lengua originaria peruana.
“Queremos contribuir a que la población que cuida las fuentes de agua tenga mayor disponibilidad de este recurso” dijo a IPS, en una videoentrevista, Mariela Sánchez, directora ejecutiva de Aquafondo, la iniciativa que impulsa proyectos para la seguridad hídrica con soluciones basadas en la naturaleza.
El no gubernamental Fondo del Agua para Lima y El Callao (dos provincias colindantes) es parte de la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, creada el 2011 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y organizaciones internacionales de protección ambiental.
Aquafondo cuenta con socios públicos y privados, en una alianza que está impulsando la recuperación, conservación y protección de las fuentes de agua que abastecen a la población de Lima donde viven 9,5 millones de personas y es latente el riesgo del estrés hídrico por la aridez del territorio, el cambio climático y la mayor demanda del recurso.
Sánchez, economista de profesión, explicó que los canales amuneros beneficiarán directamente a las familias de esta zona altoandina pues contarán con agua durante el periodo de estiaje para poder regar sus cultivos de papa, habas, paltas (aguacate) y otros productos que son parte su alimentación diaria. Además, su ganado disfrutará de renovados pastos.
“Ahora estamos captando más agua en la época de lluvia, las infiltraciones están sembrando agua en las zonas rocosas y alimentará nuestras chacras (fincas)” declaró a IPS por teléfono desde su localidad Alberto Pérez, exdirigente de San Pedro de Casta y uno de sus comuneros, los productores agropecuarios con parcelas en tierras comunales.
A sus 58 años se levanta cada día antes de las seis de la mañana para alistarse y salir a la zona de Chinchaycocha a 3500 metros sobre el nivel del mar, a donde llega tras una caminata de hora y media.
El cuidado comunal de los amuneros
Él es uno de los 100 pobladores, que en cuatro grupos de 25 se trasladan de lunes a sábado a cumplir las faenas comunales de recuperación de los canales amuneros, una labor que es remunerada y contribuye a la economía de sus hogares, mientras que sus familiares asumen sus tareas con los cultivos y el ganado.
“Los canales amuneros son de tiempo antiguo, los han usado los incas para desarrollar la agricultura y ahora gracias a Aquafondo estamos trabajando en mejorarlos y ensancharlos. Las obras de este año las terminaremos en julio y el canal se activará con la próxima lluvia de octubre o noviembre para alegría de toda la comunidad”, comenta.
Contar con mayor disponibilidad de agua les ha motivado a la ampliación de sus áreas de cultivo para incrementar su producción y poder tener excedentes para comercializar, al igual que ya piensan en realizar otros pueblos y comunidades aledañas a San Pedro de Casta, que engloban las 1400 familias beneficiarias del proyecto, en el municipio de Huarochirí, en el departamento (región) de Lima.
“Sin agua con qué regar, no podíamos pensar en sembrar más, ahora estamos proyectando incorporar frutales como manzanas y chirimoyas (Annona cherimola)”, remarca Pérez muy ilusionado.
A ello suma que ha aumentado el número de horas de acceso al agua en las viviendas de la comunidad, lo que en los actuales tiempos de pandemia por la covid-19 les ha permitido mantener los hábitos de higiene para prevenir el contagio, incluido el frecuente lavado de manos.
La ciudad también se beneficia
La recuperación de canales de infiltración como las amunas, la reforestación o construcción de cochas (pequeños reservorios), son algunas obras de infraestructura natural conocidas también como de siembra y cosecha de agua.
Eran empleadas en tiempos prehispánicos y se están revalorizando en distintas regiones del país. En el caso de Lima este proceso se inició con los proyectos de Aquafondo.
La capital se abastece, aunque sin satisfacer toda la demanda, del agua de las cuencas de los ríos Rímac, Chillón y Lurín. De estos, el primero es el mayor proveedor del recurso y el que también presenta más deterioro ambiental.
Ante esa realidad, la técnica de infiltración a través de los canales amuneros se presenta como una alternativa sostenible y de mínimo impacto ambiental.
Los proyectos ya operativos de Aquafondo han recuperado hasta ahora 17,7 kilómetros de canales que aportan como “ganancia hídrica” más de cuatro millones de metros cúbicos de agua al año a las cuencas de los ríos Rímac y Lurín.
“Beneficiarios indirectos de este trabajo somos todos los habitantes de Lima; según estudios del Banco Mundial, 80 por ciento del agua que se infiltra es para beneficio de la comunidad y 20 por ciento para la ciudad, pero esos porcentajes varían con el tiempo”, explica Sánchez.
Es decir que con más proyectos de infraestructura natural en las cuencas, el porcentaje de agua a necesitar disminuirá, por lo que se esperaría que en los próximo 10 años 20 por ciento del recurso se use en la comunidad y 80 por ciento en la ciudad, ya que al ser menor la población en la zona alta se beneficiarían más rápidamente.
En el caso de San Pedro de Casta, Sánchez pone énfasis en que la relación de confianza construida con su población es clave para sostener el trabajo conjunto.
“Nosotros ejecutamos los proyectos que ellos identifican como necesidad y participan en su implementación. Terminadas las obras se encargan de hacer la vigilancia para que sigan funcionando y reponer si algo se deteriora o malogra”, dice. Y precisa que cada proyecto debe involucrar a 25 por ciento de mujeres.
Esta cuota de género implica que en los cuatro grupos de 25 pobladores que realizan diariamente el trabajo comunal de las amunas, ocho mujeres. Es una situación que el comunero Pérez destaca porque permite “revalorar el rol que ellas cumplen”, aunque detalla que no las responsabilizan de tareas de alto desgaste físico.
“Ellas buscan las arcillas, sacan la tierra, limpian las acequias y así se suman a la cadena de trabajo, pero no les decimos que carguen las piedras, es muy pesado, y no es por discriminar”, reflexiona.
Agua: gobernanza es la clave
Con una experiencia iniciada en 2007, la gubernamental y autónoma Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass) ha contribuido a la conservación de las fuentes de agua. Desde su rol regulador generó en 2015 una herramienta para la implementación de la Ley de Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos (Merse) para asegurar la sostenibilidad del servicio garantizando el recurso hídrico.
La norma establece que las empresas prestadoras de agua destinen uno por ciento de la tarifa a la retribución por servicios ecosistémicos en las cuencas, generando así un cambio en los planes de inversión y promoviendo proyectos de infraestructura natural.
El principio es que los usuarios del agua retribuyan, a través del pago del servicio, a las poblaciones que en las zonas altas contribuyen a que se mantengan las fuentes hídricas.
Iván Lucich, presidente ejecutivo de Sunass, explicó a IPS en una videoentrevista que si bien hay avances en la implementación de los Merse en varias regiones del país, en la capital la situación es diferente.
El Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal), la empresa pública encargada del abastecimiento de agua en la capital, no había usado desde 2015 el fondo recaudado para la conservación porque buscaba cómo organizarse internamente para ello y porque “infraestructura verde les suena ajeno a la labor de una empresa de agua”.
“Pasa que no entendimos que el agua más que un problema de recurso es un problema de gobernanza, y eso es grave”, sostiene. Pero considera que iniciativas como la visita de los funcionarios de Sedepal a las cabeceras de las cuencas para conocer las experiencias de los pobladores en el mantenimiento y conservación de las fuentes de agua ayudará a valorizar la experiencia.
Lucich es un convencido de que tener buenas relaciones comunitarias con la población contribuye a protección de los ecosistemas. Además la perspectiva de poder resolver problemas en forma conjunta en relación al agua potable y saneamiento las afianza.
Sedepal cuenta con el equivalente a 26,3 millones de dólares en su reserva de retribución de servicios ecosistémicos, y con el apoyo de Aquafondo ya han identificado 15 proyectos que deberían ejecutarse en los próximos meses, tras la evaluación preceptiva.
Estos proyectos deberán incorporar el enfoque de género en el diseño e implementación. “De lo contrario desde la perspectiva de Sunass no se podrían aprobar”, indicó Lucich.
Refirió que la dinámica social en las diferentes comunidades donde han trabajado generó procesos muy particulares de involucramiento de la mujer y de sus organizaciones sociales, pues la participación es orgánica.
Puso como ejemplo el surgimiento de la pregunta de quién cuida al niño cuando las mujeres participan en las faenas de zanjas, y que ante tal necesidad corresponde a la organización social asumir el cuidado y promover que se quede como parte de una corresponsabilidad en esa función social.
Fuente:
Junio, 2021