Abril con sol basta para tener agua (no para malgastarla)
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Agua y Género
Un foro internacional debate sobre las ventajas y los problemas de utilizar placas solares para hacer funcionar sistemas de regadío en países en desarrollo
Hadje Gombo, junto a su sistema de regadío en el Lago Chad (Chad).
C. L.
A Hadje Gombo, tener una bomba de agua le ha cambiado la vida. A ella y a sus compañeras, un grupo de mujeres (y algunos hombres) que tuvieron que dejar su hogar y moverse a otra zona del Lago Chad por la violencia de Boko Haram. Los habitantes del lugar les facilitaron el terreno, pero la bomba de agua a motor es lo que les ha permitido mejorar el riego, multiplicar sus cosechas y obtener ingresos para mantener a sus familias. Aun así, el combustible para hacerla funcionar se lleva una parte importante de las ganancias.
Ya en los setenta se desarrolló una solución alternativa, con menos costes operativos (prácticamente cero) y además, menos contaminante: la irrigación por energía solar. Al funcionar no emite gas de efecto invernadero alguno y, contando con su instalación, reduce entre el 97 y el 98% las emisiones de una bomba diesel, y entre un 95% y un 97% las de una bomba conectada a la red eléctrica. Esta última opción, además, es una utopía para pequeños agricultores como Gombo, en África y en muchas otras partes del mundo, con suministro eléctrico inexistente o muy poco fiable.
La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) acoge estos días en su sede en Roma un foro internacional sobre el uso de la energía solar para la agricultura de pequeña escala y la gestión del agua. La expansión de esta tecnología, han coincidido los expertos, puede dotar a los agricultores familiares de los países en desarrollo de independencia energética y recortar sus gastos de combustible.
"El problema principal es la financiación inicial, la de la compra e instalación", ha apuntado Hans Hartung, autor de un estudio hecho público este jueves sobre los beneficios y riesgos de esta tecnología. Por la tarde, distintas empresas y start-ups han presentado sus propuestas para facilitar la financiación de estos sistemas de forma que sean asumibles por los pequeños agricultores en países com Kenia, India o Tanzania.
"Pero llevar las placas y las máquinas puede ser muy fácil. Sobre todo si a los donantes o a los Gobiernos les gustan", ha advertido Joseph Kienzle, ingeniero agrónomo de la FAO. "Lo difícil es hacer que sean sostenibles. Ya pasó con los tractores, se compraron y donaron muchos, pero donde no había conductores formados, ni forma de arreglarlos, no sirvió para nada", ha evocado.
Por eso los ponentes han insistido en la necesidad de promover la financiación de estos sistemas, pero también la formación de los usuarios o "el mantenimiento", como insistía Maria Weitz, especialista en energía de la agencia alemana de cooperación internacional. Todo ello, según Weitz, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada lugar, como la profundidad y cantidad de las aguas subterráneas, el tipo de suelo, o los cultivos a irrigar.
También hay que evitar que el ahorro en energía y la reducción de gases de efecto invernadero se conviertan en contraproducentes por el gasto de agua, como previene el informe presentado en la apertura del foro. Porque al no haber costes por el uso de la bomba, los usuarios pueden tener la tentación de extraer y utilizar más líquido del necesario. "Hay que anticiparse a esos problemas desde que el momento de financiar y diseñar la instalación de estos sistemas", según Hartung.
FUENTE:
POR CARLOS LAORDEN
ABRIL 2018