Un tercio de las áreas protegidas en el mundo están bajo fuerte presión humana
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Reservas Naturales
Foto de portada: Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas. Foto: Alexa Vélez.
Uruguay, Colombia y Argentina son los países de Sudamérica que tienen más áreas afectadas por la intensa actividad del hombre en ellas.
Las actividades humanas son frecuentes en muchas áreas protegidas y solo el 42 % de ellas están libres de cualquier presión.
70 % de los países en el mundo tienen más del 50 % de sus áreas protegidas bajo intensa presión humana. Si estas áreas fueran excluidas, muchos de los países no cumplirían con la meta del 17 % de territorio bajo alguna figura de conservación.
La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro celebrada en 1992 marcó un hito en cuanto a la necesidad de preservar la biodiversidad. A partir de ese momento empezaron a declararse muchas más áreas protegidas —si se comparan con las existentes hasta ese momento— y se vio en esta figura de conservación una herramienta indispensable para tratar de frenar la pérdida de diversidad.
A pesar de su gran importancia, muchas de las áreas protegidas no estarían cumpliendo con sus funciones de conservación. Una investigación de los científicos Kendall Jones, Oscar Venter, Richard Fuller, James Allan, Sean Maxwell, Pablo José Negret y James Watson recientemente publicada en la revista Science indica que un tercio de las áreas protegidas a nivel mundial se encuentran bajo intensa presión humana. Con información del Human Footprint —indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana de los recursos existentes en los ecosistemas del planeta y que se relaciona con la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos— generada por el Global Footprint Network, los investigadores crearon unos mapas en los que muestran que 6 millones de kilómetros cuadrados (32,8 %) de la tierra protegida en el mundo están fuertemente intervenidos por el hombre.
Entre sus hallazgos también encontraron que 55 % de las áreas protegidas, declaradas antes de que la Convención de Diversidad Biológica fuera ratificada en 1992, han experimentado un aumento en la presión humana desde entonces. (Lea aquí el artículo completo en inglés)
Mongabay Latam conversó con Pablo José Negret, biólogo colombiano que hace parte del equipo científico de la investigación y que cursa sus estudios de doctorado en la Escuela de La Tierra y las Ciencias Ambientales de la universidad de Queensland en Australia. “Nos dimos a la tarea de generar una base de datos global que mostrara dónde estaban las áreas protegidas, miramos cuáles eran las presiones y qué tan grandes eran. Lo que encontramos es que un tercio de las áreas están bajo una alta presión humana, esto quiere decir que son áreas donde la presión es tan alta que no es compatible con los objetivos de conservación. En ellas hay cultivos extensivos y en algunos casos hasta ciudades”, comenta.
La mayoría de áreas con intensa presión humana (naranja y rojo) se ubican en Europa.
Según la investigación, en este momento hay aproximadamente 202 000 áreas protegidas en el mundo, las cuales cubren el 17,7 % del área total terrestre del planeta. “Encontramos que el puntaje promedio de la huella humana dentro de las áreas protegidas es 3,3, casi 50 % más bajo que la media global de 6,16. A pesar de esto, las actividades humanas son frecuentes en muchas áreas protegidas y solo el 42 % de las tierras protegidas están libres de cualquier presión de este tipo”, dice el artículo.
Otro aspecto importante para considerar es que las áreas con objetivos estrictos de conservación de la biodiversidad (categorías 1 y 2 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN) tienen menor presión humana que las categorías 3 a 6. Esto en parte se debe a que estas últimas categorías permiten algunas actividades y la explotación sostenible de recursos.
“Encontramos que las áreas protegidas más grandes suelen tener menores índices de presión humana, esto porque, por ejemplo las de la región amazónica, se encuentran en zonas de difícil acceso y menor densidad poblacional. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas: la primera es que estas áreas protegidas están en buen estado no necesariamente porque haya un buen manejo sino porque son zonas aisladas, lo otro es que que estos análisis no tuvieron en cuenta variables que son bastante importantes pero muy difíciles de mapear a nivel global como la minería ilegal, la cacería y el cambio climático”, explica Negret y añade, “esto no quiere decir que el análisis sea malo sino que es conservador”. Es probable que si se tuvieran en cuenta esas variables, los resultados fueran menos alentadores.
Llamar la atención sobre la presión humana en las áreas protegidas es importante. “Más del 90 % de las áreas protegidas, como Parques Nacionales y Reservas Naturales, mostraron alguna señal de actividad humana dañina”, dijo Kendall Jones, uno de los autores principales de la investigación. “Si bien se esperan algunas actividades humanas dentro de las áreas protegidas, encontramos importante infraestructura vial como autopistas, también agricultura industrial e incluso ciudades enteras que se ubican dentro de los límites de lugares que se supone están destinados a la conservación de la naturaleza”, recalcó.
En el límite del parque Bahuaja Sonene con la zona de amortiguamiento, los mineros ilegales han removido la tierra
y desviado el cauce del río Malinowski. Donde están los árboles comienza el parque. Foto: Vanessa Romo.
Por su parte, el profesor James Watson indicó que el estudio muestra claramente que se está sobreestimando el espacio disponible para la naturaleza dentro de las áreas protegidas. “Los gobiernos afirman que estos lugares están protegidos por el bien de la naturaleza cuando en realidad no lo están. Es una de las principales razones por las que la biodiversidad aún está en un declive catastrófico, a pesar de que cada vez se protegen más tierras”, dijo.
¿Cómo está Sudamérica?
Cerca del 70 % de las naciones en el mundo tienen más del 50 % de sus áreas protegidas bajo intensa presión. “Si se supone que las tierras protegidas bajo una intensa presión humana no contribuyen a los objetivos de conservación, mostramos que 74 de los 111 países que han alcanzado un nivel de protección del 17 % de su territorio en realidad no han cumplido con esa meta”, indica el artículo. Y es que tener mínimo ese porcentaje de territorio bajo una figura de protección era una de las obligaciones de la Convención sobre Diversidad Biológica que se ratificó en Río de Janeiro.
Si bien la mayoría de estas áreas críticas se ubican en Europa, en Sudamérica preocupan sobre todo tres países. “Uruguay, Argentina y Colombia son los que tienen mayores presiones dentro de las áreas protegidas. Uruguay es el caso más alarmante porque tiene una alta tasa y en el caso de Colombia las áreas de la región Andina y Caribe tienen una presión bastante fuerte. Incluso áreas protegidas de importancia global como la Sierra Nevada de Santa Marta tiene unos niveles de presión antrópica bastante elevados, lo cual es preocupante pues es una de las regiones donde hay mayores endemismos en el mundo”, indica Pablo Negret.
Colombia
Carolina Jarro, subdirectora de Gestión y Manejo de Áreas Protegidas de Parques Nacionales Naturales de Colombia le dijo a Mongabay Latam que actualmente Colombia cuenta con 1027 áreas protegidas que suman un total de 28 970 498 hectáreas. De este número, 59 áreas que suman 15 962 277 hectáreas corresponden al sistema de Parques Nacionales (Categoría 2 según la UICN). “Estimamos que cerca de 500 000 hectáreas están siendo bastante afectadas por presión humana. Recientemente el proceso se ha disparado en el Parque Nacional Sierra de La Macarena, Tinigua y Picachos”. Todos estos Parques se encuentran en una zona que antes ocupaba la guerrilla de las FARC.
Las áreas protegidas en la región Andina y Caribe de Colombia son las que más
impactadas se encuentran por actividades humanas.
De acuerdo con Jarro, el conflicto sigue en el territorio y se han incrementado los fenómenos de deforestación asociados al acaparamiento de tierras para ganadería y cultivos ilícitos. También comenta que otros Parques bastante amenazados son Paramillo (entre los departamentos de Antioquia y Córdoba), Catatumbo (en el departamento de Norte de Santander) y Nukak (en el departamento de Guaviare), sitios donde la situación de orden público también es compleja.
En este momento Parques Nacionales adelanta una estrategia para la solución de conflictos territoriales en el sistema nacional de Parques. “Se busca tener claridad frente al tema jurídico dentro de los Parques, ya que solo 16 % de las personas acreditan propiedad en las tierras, los demás no la acreditan o está en discusión debido al desplazamiento y el conflicto armado”. El proceso es largo y bastante exigente y hasta ahora tiene un avance cercano al 30 %. Según Jarro, en esta estrategia se busca la relocalizacion de personas, en un trabajo conjunto con la Agencia Nacional de Tierras; la compra de tierras a través de recursos del Gobierno y de cooperación; y/o un acuerdo para el desmonte de actividades no permitidas como ganadería y la promoción de actividades sostenibles que les permitan a los campesinos su sustento económico.
Perú
Benjamín Lau, director de Desarrollo Estratégico del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) comenta que Perú tiene a la fecha 77 áreas naturales protegidas en diferentes niveles de protección. “En aquellas donde se permite aprovechamiento de recursos siempre hay actividades humanas en diferente intensidad. El punto es saber equilibrar las actividades a fin de que estas no vayan en contra de los objetivos de establecimiento de las áreas protegidas. Se trata de una armonía entre desarrollo y conservación”.
Lau también asegura que el tema de financiación de las áreas protegidas es una preocupación a nivel mundial, “nunca se van a tener los fondos suficientes, pero hay que generar alianzas con la población para ahorrar costos. Es necesario pensar cómo disminuyes tus costos de gestión o cómo incrementas tus presupuesto e ingresos y para eso hay que trabajar con la gente”. Así mismo, aseguró que hubo una investigación de las contralorías sobre la gestión de 11 países y en la que Perú salió muy bien posicionado. “Ocupamos el primer lugar en cuanto a gestión de áreas naturales protegidas”.
El difícil acceso y la poca densidad poblacional de la Amazonía hacen que las áreas en esta zona
estén mejor conservadas que las andinas y costeras.
Por su parte, Pedro Solano, director Ejecutivo de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, afirma que si bien Perú tiene áreas protegidas muy valiosas, cree que la peor amenaza que están sufriendo es la de falta de gestión por cuenta de políticas inconsistentes. “Sin embargo, también es cierto que estas áreas están mejor protegidas que las que se quedaron fuera”, comenta.
“En Perú ha habido una tradición por lo menos de los últimos 25 años de hacer un modelo de gestión muy participativo desde el momento de diseño de las áreas y eso ha ayudado muchísimo a la reducción de conflictos en áreas protegidas. Por ejemplo, cuando se va a definir un área siempre se organizan talleres a nivel local y se define el tema de los usos presentes y futuros”. No obstante, según Solano, en lo que no han sido muy exitosos es en frenar las presiones por usos ilegales extensivos o incluso las presiones que tienen que ver con políticas macro como el diseño de algunas carreteras amazónicas “que han tenido un impacto terrible en la diversidad biológica”.
Entre los Parques mejor gestionados Solano menciona el del Manu, uno de los más tradicionales del Perú, creado a finales de los años 60 y que está muy bien conservado. Cuenta con la estación biológica Cocha Cashu que ha producido mucha información sobre la Amazonía a nivel regional, aunque reconoce que también tiene problemas con actores ilegales en algunas zonas y con indígenas en aislamiento voluntario. Cordillera Azul es otro ejemplo, ya que desde el inicio ha contado con una participación activa de la sociedad civil para su gestión, desde que nació fue encargado a la ONG Centro de Conservación, Investigación y Manejo de Áreas Naturales (CIMA) y tiene un modelo exitoso de relacionamiento con los pobladores en la zona de amortiguamiento para evitar la presión sobre el Parque. Entre los que peor funcionan menciona aquellos que se crearon con fines políticos más que técnicos y que solo existen en papel, como es el caso del bosque de protección Aledaño a la Bocatoma del Canal Nuevo Imperial.
Bolivia
Sergio Eguino, director Ejecutivo de la Fundación para el Desarrollo del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Fundesnap), asegura que Bolivia es un país que tiene áreas protegidas con importantes poblaciones dentro de sus límites y que por ello han venido a constituirse en “áreas protegidas con gente” e incluso en la Constitución Política del Estado Plurinacional se hace alusión a este hecho y a la importancia de estas como bien público. “Lógicamente las presiones antrópicas sobre las áreas protegidas y sus objetos de conservación son altas, aunque también las comunidades han estado impulsando los usos sostenibles que son parte del proceso de conservación”, comenta.
Prácticamente todas las áreas protegidas en Uruguay (enrojo) están bajo intensa presión humana.
Es el país más crítico de la región.
Así mismo, asegura que las actividades que más amenazan las áreas son la minería, la actividad hidrocarburífera y megaproyectos que vinculan carreteras y represas hidroeléctricas principalmente. “Lamentablemente las áreas más amenazadas son las más biodiversas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Bolivia”, afirma.
Al respecto, Óscar Loayza, ingeniero agrónomo con mención en Desarrollo Rural y actual subdirector del Programa de Conservación del Gran Paisaje Madidi y coordinador del Componente de Gestión Territorial Integral y Áreas Protegidas de WCS Bolivia, cree que si bien existen noticias relevantes para las áreas protegidas de Bolivia como, por ejemplo, su constitucionalización, el reconocimiento de Madidi como el área protegida más biodiversa del planeta, la gran base humana comprometida con su gestión especialmente representada en los Guardaparques, el incremento de la actividad turística generando mayores oportunidades locales y nacionales y el desarrollo de múltiples iniciativas de aprovechamiento de recursos naturales a favor de la población local, “las áreas protegidas de Bolivia, aún aquellas que cuentan con una gestión estable, tal como muestra el artículo de Science no están exentas de presión humana proveniente de diversos orígenes como la apertura de caminos, la expansión de la frontera agropecuaria, la construcción de obras de infraestructura y energía, la exploración o explotación de hidrocarburos o la actividad minera”.
Según dice, todas esas actividades de aparente relevancia para el desarrollo integral del país, pueden poner en riesgo el aún buen estado de conservación general de las áreas protegidas nacionales.
Ecuador
“Las áreas protegidas en Ecuador mantienen más del 95 % de su cobertura vegetal original”, le dijo a Mongabay Latam Santiago Silva, director nacional de Biodiversidad del Ministerio del Ambiente del Ecuador. Sin embargo, manifiesta que hay fuertes presiones sobre todo por expansión de la frontera agrícola.
En cuanto a la minería, asegura que una consulta popular en el mes de febrero dejó blindadas las áreas protegidas frente a este tema. “Adicionalmente estamos trabajando en un nuevo modelo de gestión para fortalecer su gestión, resolver los temas de tenencia de la tierra, propiciar mayor participación público privada y garantizar su sostenibilidad financiera”, asegura.
El clima y las condiciones geográficas de La Patagonia ayudan a que las áreas protegidas en
esta región también estén en buen estado de conservación.
Las recomendaciones
Pablo Negret, uno de los autores del artículo publicado en la revista Science, dice que es importante que el mensaje no sea catastrófico ni dar a entender que las áreas protegidas no sirven. “Por el contrario, es importante resaltar que son una de las herramientas más importantes en conservación a nivel mundial pero, claramente, muchas de ellas no están siendo bien manejadas”.
El profesor James Watson hizo hincapié en la gran importancia de las áreas protegidas para salvaguardar la biodiversidad en peligro. “Sabemos que las áreas protegidas funcionan: cuando están bien financiadas, bien administradas y bien ubicadas, son extremadamente efectivas para detener las amenazas que causan la pérdida de biodiversidad y para garantizar que las especies regresen del borde de la extinción. También hay muchas que todavía están en buenas condiciones y protegen los últimos refugios de especies en peligro. El desafío es mejorar la gestión de las áreas protegidas más valiosas para la conservación de la naturaleza para garantizar su protección”.
Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete en Colombia. Foto: Parques Nacionales Naturales de Colombia.
En el caso colombiano, Negret asegura que es muy importante ampliar las áreas protegidas pero que al hacerlo se debe hacer énfasis en darles un manejo adecuado, el cual empieza por tener más personal y más investigación científica dentro de ellas. “Es imposible para un grupo pequeño de funcionarios mapear las amenazas de las áreas y además controlarlas”, comenta.
Finalmente, los investigadores en el artículo hacen énfasis en que si bien exploraron un escenario en el que la tierra bajo intensa presión humana no contribuye a los objetivos de conservación, algunos aspectos de la biodiversidad pueden persistir en esas áreas y que la huella humana mide la presión que los seres humanos ejercen sobre el medio ambiente, no el estado real o el impacto sobre la biodiversidad. Debido a esto último, consideran valiosos otros estudios que investigan cómo los sistemas naturales dentro de las áreas protegidas responden a presiones humanas específicas o los impactos de estas presiones sobre la biodiversidad dentro de las áreas protegidas a escala local.
FUENTE:
POR ANTONIO JOSE PAZ CARDONA
MAYO 2018