Argentina todavía no se convence de apostar por energías limpias

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

Sostenibilidad

Una torre de perforación en el yacimiento de Loma Campana, en Vaca Muerta, que ha puesto a Argentina entre los países con mayores reservas mundiales de hidrocarburos no convencionales y a los que el gobierno busca atraer inversiones extranjeras para su desarrollo. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

Una torre de perforación en el yacimiento de Loma Campana, en Vaca Muerta, que ha puesto a Argentina entre los países con mayores reservas mundiales de hidrocarburos no convencionales y a los que el gobierno busca atraer inversiones extranjeras para su desarrollo. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

A mitad de camino entre el sueño de ser una potencia mundial de los hidrocarburos no convencionales de esquisto y las promesas todavía incumplidas de desarrollar las fuentes renovables, Argentina parece marchar sin un rumbo claro en materia energética.

Este país sudamericano está aprovechando la presidencia del Grupo de los 20 (G20)  países industrializados y emergentes, que ocupa este año, para presentarse en el escenario internacional como un impulsor de sistemas de energía limpias a nivel internacional, pero las políticas internas no van en la misma dirección, o al menos no de manera consistente.

“Es cierto que Argentina está en un proceso que busca diversificar su matriz energética, pero no lo hace para encarar una transición hacia una generación libre de emisiones, sino para asegurar la estabilidad del sistema”, consideró Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor de Política Climática en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

“En algún momento se tendrán que terminar los subsidios a los combustibles fósiles, para poner el foco en incentivos tendientes a operar una verdadera infraestructura de renovables, ya que hoy se piensa sólo en generación y no, por ejemplo, en redes inteligentes de distribución”: Diego Luzuriaga.

“Todavía le da muchísimo dinero en subsidio a las empresas petroleras y sigue parado en un paradigma que muchos países del mundo están abandonando, cuando sólo con el potencial de sus vientos en el sur del país podría generar energía para abastecer a toda Sudamérica”, agregó en diálogo con IPS.

El Gobierno de Mauricio Macri presenta como un triunfo cada inversión que se anuncia en Vaca Muerta, las formación geológica que se extiende por cuatro provincias del sudoeste del país, que colocan a Argentina como el segundo y cuarto país en el mundo con mayores reservas de gas y petróleo de esquisto, según la Administraión de Información Energética de Estados Unidos.

El último gran impacto en ese sentido la dio la compañía petrolero estadounidense Exxon Mobil en octubre último, cuando anunció el desembolso de 200 millones de dólares para ampliar su producción en Vaca Muerta. De todas maneras, las noticias de esa índole son mucho menos comunes de lo que el gobierno quisiera.

Al mismo tiempo, como anfitrión este año del G20, Argentina recibió en junio a los ministros de Energía de las mayores economías del planeta y fue el principal impulsor de un comunicado conjunto que puso en primer plano “la necesidad de transformar nuestros sistemas energéticos en congruencia con el espíritu de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible" y la lucha contra el cambio climático.

Sin embargo, organizaciones ambientalistas no quedaron del todo conformes, porque el texto no recomienda a aquellos países que decidan seguir utilizando combustibles fósiles que avancen en su eliminación, sino que exploren tecnologías que permitan reducir las emisiones y mitigar el impacto ambiental.

“Es entendible que Argentina, como economía emergente, defienda su derecho a alcanzar el desarrollo a partir de los recursos con los que cuenta, como en otra época lo hicieron Canadá o Estados Unidos”, dijo Ramiro Fernández, especialista en energía y cambio climático de la Fundacion Avina.

“Sin embargo, en el mundo de hoy, apostar a Vaca Muerta solo es aceptable si se consigue que la extracción de los hidrocarburos no dependan de subsidios oficiales y si se entiende que el gas natural no es una energía limpia, sino apenas una herramienta de transición, gracias a que genera menos emisiones que otros combustibles fósiles”, agregó a IPS.

El tema de los subsidios a energías contaminantes es particularmente delicado en Argentina ya que, aunque están bajando, siguen siendo multimillonarios.

El presidente argentino Mauricio Macri (derecha) en mayo, durante la inauguración de un parque eólico de 100 megavatios en la ciudad de Bahía Blanca, 650 kilómetros al sur de Buenos Aires. El gobierno adjudicó este año obras de infraestructura en energías renovables a capitales privados, por más de 4.500 megavatios. Crédito: Presidencia de Argentina

El presidente argentino Mauricio Macri (derecha) en mayo, durante la inauguración de un parque eólico de 100 megavatios en la ciudad de Bahía Blanca, 650 kilómetros al sur de Buenos Aires. El gobierno ha adjudicado desde 2016 obras de infraestructura en energías renovables a capitales privados, por más de 4.500 megavatios. Crédito: Presidencia de Argentina

Un trabajo presentado en junio por la FARN indicó que en 2017 el Estado destinó 9.487 millones de dólares a la producción de combustibles fósiles y en 2018, de acuerdo al presupuesto, 6.901 millones. Se trata 1,74 y 1,26 por ciento del producto interno bruto (PIB), respectivamente.

La contrapartida de esa reducción son exorbitantes aumentos en las tarifas de electricidad y gas que pagan los usuarios, que en los últimos dos años han superado 500 por ciento y que han generado descontento social con el gobierno.

El gobierno argentino quiso dar una señal de que apuesta a las energías limpias en ocasión de la reunión de ministros de Energía del G20, cuando firmó con Canadá un convenio para que expertos revisen los subsidios de ambos países a los combustibles fósiles.

De todas maneras, mientras Canadá asumió el compromiso de eliminarlos en 2025, el Ministerio de Energía argentino eligió una terminología más ambigua y prometió hacerlo “en el mediano plazo”.

El petróleo y el gas natural son los grandes reyes del tablero argentino ya que en conjunto son responsables de 84 por ciento de la matriz energética primaria y también son el combustible que alimenta a las centrales térmicas que producen 64 por ciento de la oferta eléctrica.

A pesar de ello, la producción de hidrocarburos no deja de caer en los últimos años. De acuerdo a datos oficiales, en 2017 se produjo un seis por ciento menos de petróleo que en 2016 y, en los dos primeros meses de este año, se gastaron 114 millones de dólares en su importación.

El economista especializado en energía Gerardo Rabinovich consideró a IPS que “las enormes dificultades para diseñar una política energética de largo plazo tienen que ver con la inestabilidad económica y financiera del país”.

“Lo deseable sería que se pongan en marcha en serio las energías renovables y que al mismo tiempo se generen las condiciones para que lleguen masivamente inversiones a Vaca Muerta, ya que el gas natural puede ser una excelente fuente durante el tiempo de transición”, dijo Rabinovich, vicepresidente del Instituto de Energía Enrique Mosconi, un centro de investigación con sede en Buenos Aires.

Pero este experto se mostró escéptico: “En dos años, Uruguay puso en funcionamiento 1.500 megavatios de energías renovables. Argentina, en el mismo lapso, no consiguió poner ni 200”.

Efectivamente, desde 2016 se puso en marcha el primer plan oficial para impulsar las energías renovables.

En el contexto de esa iniciativa, de acuerdo a los últimos datos oficiales, en los últimos dos años el estado adjudicó 147 proyectos (la mayor parte, eólicos y solares) en 21 de las 23 provincias del país por un total de 4.455 megavatios (MW).

Se trata de una cifra considerable si se tiene en cuenta que hoy el sistema eléctrico nacional tiene una capacidad instalada de unos 30.000 MW.

Sin embargo, al día de hoy, las energías renovables siguen teniendo un peso insignificante.

“Si bien es destacable el éxito que tuvieron las licitaciones, especialmente en solar y eólica, el país necesita que el consenso sobre las renovables sea real”, dijo Diego Luzuriaga, director de la Escuela de Posgrado del Instituto Tecnológico de Buenos Aires. 

Luzuriaga agregó a IPS que “en algún momento se tendrán que terminar los subsidios a los combustibles fósiles, para poner el foco en incentivos tendientes a operar una verdadera infraestructura de renovables, ya que hoy se piensa solo en generación y no, por ejemplo, en redes inteligentes de distribución”.

Justamente el ITBA, junto a la Fundación Avina y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, participa desde junio en una mesa de trabajo convocada por el Ministerio de Energía, bajo el título “Hacia una visión compartida de la transición energética Argentina al 2050”.

Se trata de un plazo que en Argentina parece ciencia ficción.

Fuente: 

Daniel Gutman

Edición: Estrella Gutiérrez 

IPS

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Julio, 2018

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