El estado de los bosques del mundo 2018

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

Reforestación, Bosques y el Recurso Hídrico

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La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible constituye un compromiso asumido por los países para hacer frente a los complejos desafíos que se plantean, desde poner fin a la pobreza y el hambre y responder al cambio climático hasta crear comunidades resilientes, lograr un crecimiento inclusivo y gestionar los recursos naturales de la Tierra de forma sostenible.

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Mientras los gobiernos determinan la mejor manera de dedicar esfuerzos nacionales para lograr un cambio transformador, El estado de los bosques del mundo 2018 (SOFO 2018) analiza la función que pueden desempeñar los bosques y árboles —así como las personas que los utilizan y gestionan— para ayudar a los países a cumplir sus objetivos y labrar un futuro mejor. El SOFO 2018 arroja luz sobre las profundas interrelaciones que existen entre los bosques y muchos objetivos y metas de la Agenda 2030, lo que permitirá a los encargados de formular las políticas encontrar el equilibrio justo en las medidas, inversiones y asociaciones encaminadas a lograr la seguridad alimentaria, reducir la pobreza, conservar el medio ambiente y, en última instancia, encontrar vías hacia el desarrollo sostenible.

Los bosques y los árboles brindan beneficios importantes tanto a las personas como al planeta al fortalecer los medios de vida, suministrar aire y agua limpios, conservar la biodiversidad y responder al cambio climático.

Los bosques representan una fuente de alimentos, medicinas y combustible para más de mil millones de personas. Además de ayudar a responder al cambio climático y proteger los suelos y el agua, albergan más de tres cuartas partes de la biodiversidad terrestre mundial, proporcionan numerosos productos y servicios que contribuyen al desarrollo socioeconómico y son particularmente importantes para cientos de millones de moradores de las zonas rurales, entre los que se cuentan muchas de las personas más pobres del mundo.

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Sin embargo, se prevé que la población mundial aumente de los 7 600 millones de personas actuales a cerca de 10 000 millones para 2050. La correspondiente demanda mundial de alimentos —que se estima crecerá un 50% durante este período— está ejerciendo una enorme presión sobre la forma en que se utiliza la tierra productiva; en particular en los países en desarrollo, en los que se concentra la inmensa mayoría de los más de 800 millones personas pobres y hambrientas del mundo. La deforestación, causada principalmente por la conversión de la tierra forestal en zonas de agricultura y ganadería, amenaza no solo a los medios de vida de los silvicultores, las comunidades forestales y los pueblos indígenas, sino también a la variedad de la vida en nuestro planeta. Los cambios de uso de la tierra dan lugar a una pérdida de hábitats valiosos, a la degradación de la tierra, la erosión del suelo, la disminución del agua limpia y la liberación de carbono a la atmósfera. Encontrar la manera de aumentar la producción agrícola y mejorar la seguridad alimentaria sin reducir la superficie forestal es uno de los mayores problemas de nuestro tiempo.

Es fundamental disponer de pruebas y datos para abrir las vías forestales hacia el desarrollo sostenible.

Si bien se reconoce universalmente la importancia de los bosques y los árboles para la salud y la prosperidad del planeta, estas raíces podrían ser más profundas de lo que se imagina. Los 230 indicadores de la Agenda 2030, acordados por la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas en marzo de 2016, tienen el propósito de ayudar a los países a cuantificar los progresos que están realizando en el logro de sus objetivos, así como a aprender de sus experiencias y entender a qué esferas conviene dar prioridad y asignar recursos. Varios indicadores en el marco del ODS15 se centran en los bosques, específicamente en el seguimiento de la tierra forestal y de la proporción de bosques gestionados de manera sostenible. La Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales (FRA), coordinada por la FAO, concluyó que el porcentaje de tierras forestales con respecto a la superficie terrestre mundial había disminuido del 31,6% en 1990 al 30,6% en 2015, aunque en los últimos años el ritmo de pérdida se ha ralentizado.

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Existen datos cuantitativos que demuestran que los bosques y árboles se están gestionando de manera más sostenible y que contribuyen al logro de los ODS relacionados con los medios de vida y la seguridad alimentaria de muchas personas pobres del medio rural, el acceso a energía asequible, el crecimiento económico sostenible y el empleo (en el sector formal), el consumo y la producción sostenibles, la mitigación del cambio climático y la gestión forestal sostenible.

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Las personas que quedan más rezagadas suelen vivir en bosques o alrededor de ellos.

Los medios de vida y la seguridad alimentaria de gran parte de la población rural pobre del mundo dependen de la vitalidad de los bosques y los árboles. Los datos indican que aproximadamente el 40% de la población rural que padece pobreza extrema, esto es, unos 250 millones de personas, vive en zonas boscosas o de sabana. Para los medios de vida y la resiliencia de los hogares más pobres es fundamental poder acceder a los productos, bienes y servicios de los bosques, que actúan como redes de seguridad en épocas de dificultad. De algunos estudios se desprende que los bosques y los árboles pueden proporcionar en torno al 20% de los ingresos de los hogares rurales en los países en desarrollo, ya sea a través de ingresos monetarios o satisfaciendo las necesidades de subsistencia. Se estima que los productos forestales no madereros (PFNM) aportan alimentos, ingresos y diversidad nutricional a una de cada cinco personas en todo el mundo, sobre todo mujeres, niños, agricultores sin tierras y otras personas en situación de vulnerabilidad.

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La calidad del agua, imprescindible para la salud y la vida de las poblaciones rurales y urbanas, está directamente relacionada con la gestión forestal.

Los cambios en la cobertura, el uso y la gestión de la tierra tienen graves repercusiones en el abastecimiento de agua de un país. Si bien tres cuartas partes del agua dulce accesible del planeta provienen de cuencas hidrográficas boscosas, las investigaciones ponen de manifiesto que el 40% de las 230 cuencas hidrográficas más importantes del mundo han perdido más de la mitad de su cubierta de árboles original. A pesar de ello, la superficie de los bosques destinados a la conservación del suelo y el agua ha aumentado a escala mundial durante los últimos 25 años, y en 2015 una cuarta parte de los bosques se gestionaba con el objetivo de conservar el suelo o el agua.

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La modernización del sector energético forestal tradicional ofrece la posibilidad de mejorar los medios de vida, crear cadenas de valor sostenibles y liberar recursos para realizar inversiones en la gestión forestal sostenible.

Es posible que la señal más clara del potencial de los bosques sea el hecho de que la madera vuelve a crecer. Alrededor de una tercera parte de la población mundial, esto es, unos 2 400 millones de personas, utiliza la madera como combustible para cocinar, hervir agua y calentar las viviendas. En general, los bosques suministran aproximadamente el 40% de la energía renovable mundial en forma de dendrocombustible; esto equivale a la energía solar, la hidroeléctrica y la eólica juntas. La atención debe ahora dirigirse a producir dendrocombustible de manera más sostenible para reducir la degradación de los bosques, así como de manera más limpia y eficiente a fin de mejorar la salud de millones de personas, en particular mujeres y niños.

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La respuesta mundial al cambio climático –en términos de adaptación, mitigación y resiliencia– debe centrarse más en los bosques.

Como se puso de relieve en el Acuerdo de París sobre el cambio climático en 2015, los bosques y los árboles desempeñan una función decisiva para determinar la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Al actuar como sumideros de carbono, absorben el equivalente a aproximadamente 2 000 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año. No obstante, la deforestación es la segunda causa más importante del cambio climático después de la quema de combustibles fósiles y representa casi el 20% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero; más que todo el sector del transporte a nivel mundial. La gestión eficaz de los bosques puede fortalecer la resiliencia y las capacidades de adaptación a los desastres naturales relacionados con el clima, lo que destaca la importancia de integrar las medidas basadas en los bosques en las estrategias nacionales de reducción del riesgo de catástrofes (RRC). La estrategia de reducción de emisiones debidas a la deforestación y la degradación de los bosques (conocida como REDD+), así como las funciones de la conservación, la gestión sostenible de los bosques y el incremento de las existencias forestales de carbono, resultarán cruciales para adoptar medidas a nivel mundial orientadas a combatir el cambio climático. Los 25 países con mayor cubierta forestal han incluido medidas de mitigación relacionadas con los bosques (por ejemplo, reducción de la deforestación y la degradación de estos, forestación, incremento de las reservas de carbono de los bosques, conservación forestal y agroforestería) entre sus respectivas medidas de mitigación apropiadas para cada país y sus contribuciones determinadas a nivel nacional.

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Los datos cualitativos indican que los bosques y los árboles también realizan contribuciones significativas a los ODS a través del sector no estructurado, la agroforestería, las oportunidades de empoderamiento de la mujer, la gestión sostenible del agua, el turismo, las ciudades sostenibles, la adaptación al cambio climático, así como la lucha contra la degradación de las tierras y la pérdida de biodiversidad.

El turismo de naturaleza, por ejemplo, está creciendo tres veces más rápidamente que la industria turística en conjunto y representa ahora alrededor del 20% del mercado mundial. La integración del espacio verde y la cubierta arbórea en la planificación urbana también está aumentando. Hay estudios que vinculan este incremento con la reducción de la obesidad y la disminución de los delitos, si bien la cuantificación y evaluación de estos beneficios siguen planteando dificultades. En vista del incremento de la urbanización y el cambio climático, el diseño, la planificación y la gestión de los espacios verdes urbanos –en particular los bosques y los árboles– deberían integrarse en la planificación urbana en una etapa temprana. La función de los bosques y los árboles debería reflejarse en las políticas de adaptación al cambio climático y mitigación de sus efectos.

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Para lograr los ODS es sumamente importante abordar la agricultura y los bosques de manera conjunta a la hora de formular políticas nacionales de desarrollo.

La agricultura sostenible necesita bosques sanos y productivos. Los bosques y los árboles respaldan la agricultura sostenible debido a que, entre otras cosas, estabilizan los suelos y el clima, regulan los flujos de agua y proporcionan sombra, refugio y un hábitat a los polinizadores y los depredadores naturales de plagas agrícolas. Cuando se integran en los territorios agrícolas, los bosques y los árboles permiten aumentar la productividad de la agricultura. También contribuyen a la seguridad alimentaria de cientos de millones de personas, para quienes constituyen importantes fuentes de alimentos, energía e ingresos durante épocas de dificultad.

El fortalecimiento de los marcos jurídicos que reconocen y garantizan los derechos de acceso a los bosques y árboles de las comunidades locales y los pequeños productores contribuirá en gran medida a los objetivos mundiales de poner fin a la pobreza y lograr la sostenibilidad.

A escala mundial, 1 500 millones de personas pertenecientes a grupos de población local e indígena tienen derechos garantizados sobre los recursos forestales gracias a la tenencia comunitaria. Ofrecer a la población local con conocimientos tradicionales la posibilidad de influir en la toma de decisiones de forma que contribuya al logro de las metas relativas a los ODS puede reportar importantes beneficios. Con derechos claros y garantizados, es más probable que las personas adopten un enfoque a más largo plazo de la gestión forestal, ya que son conscientes de que ellos o sus sucesores se beneficiarán de esta práctica. En el Capítulo 3 de la publicación se pone de relieve la larga historia de gestión forestal comunitaria de Nepal, un enfoque que han adoptado muchos otros países, en especial en Asia y América Latina. En los casos en que la inseguridad de la tenencia constituye un problema crítico, instrumentos como las Directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tenencia de la tierra, la pesca y los bosques en el contexto de la seguridad alimentaria nacional pueden ayudar a proporcionar seguridad. De cara al futuro, es necesario aprender de las experiencias positivas de gestión forestal comunitaria, reconociendo la importancia del apoyo científico y técnico, la formación, la creación de capacidad y el acceso a los mercados; la información sobre estos, la suficiencia de recursos financieros y la necesidad de que se establezcan con claridad los derechos y las responsabilidades de las diferentes partes. Será necesario adoptar todas estas medidas para poder fortalecer las vías forestales hacia el desarrollo sostenible.

El acceso a la tierra, los recursos y las inversiones en los bosques y las zonas que los circundan pueden impulsar a las mujeres, los jóvenes y otros emprendedores del medio rural a convertirse en agentes del cambio para la transformación hacia un mundo sostenible.

El fortalecimiento de los derechos de tenencia de la tierra brinda la oportunidad de mejorar el acceso equitativo de hombres y mujeres a los bosques y los árboles, además de fomentar un enfoque sostenible de la gestión forestal a largo plazo. Los estudios destacan la participación empresarial de las mujeres, sobre todo en el sector no estructurado, y su función de liderazgo en la gestión forestal comunitaria y participativa. La iniciativa y energía de los jóvenes es igualmente fundamental para el futuro del sector. Invertir en la formación, la creación de capacidad y el establecimiento de organizaciones de productores puede ayudar a convencer a los jóvenes de que aprecien el valor de dedicarse a la actividad forestal y resistirse a una migración incierta. Por otro lado, invertir en el sector no estructurado mediante el aumento de la actividad económica, la mejora de las condiciones de trabajo y la gestión forestal sostenible puede tener repercusiones positivas que se extiendan del bosque a la explotación agrícola, el pueblo y la ciudad. Es probable que proporcionar incentivos económicos a los pequeños productores y las comunidades para que gestionen los árboles de las tierras forestales acabe resultando beneficioso.

Un entorno favorable es fundamental para atraer al sector privado hacia actividades en pro de la sostenibilidad.

En el sector forestal, ya sea formal o informal, existe un gran número de pequeñas empresas o microempresas, mientras que al otro extremo de la escala se encuentran algunas empresas de muy grandes dimensiones. A pequeña escala, suele darse prioridad, entre otras cosas, a la capacitación encaminada a mejorar las prácticas de ordenación de tierras, la promoción de la agroforestería, el fomento de organizaciones de productores, la mejora del acceso a los mercados y la disponibilidad de arreglos financieros adecuados. A una escala más amplia, puede ser necesario abordar los posibles obstáculos a la inversión, que suelen ser financieros o estar relacionados con la infraestructura. Probablemente las intervenciones en el ámbito de las políticas consistan, entre otras cosas, en una mezcla de enfoques reglamentarios e incentivos para la participación en actividades que no necesariamente estarán incluidas en el mercado, como los servicios ecosistémicos y la gestión forestal sostenible. Al mismo tiempo, será importante abordar los posibles obstáculos a la inversión y eliminar los incentivos a la tala de bosques. Crear asociaciones con el sector privado será imprescindible para elaborar iniciativas de gobernanza privadas, como los sistemas de certificación voluntarios y los compromisos para lograr cadenas de suministro que no provoquen deforestación.

Actuar con los bosques en mente para alcanzar los ODS

Para alcanzar la ambición histórica de poner fin al hambre y la pobreza y lograr la transformación hacia un mundo sostenible, la Agenda 2030 prevé que los ministerios sectoriales cambien su modo de trabajar y garanticen la coherencia de las políticas entre todas las instancias gubernamentales.

Las medidas en materia de bosques, agricultura, alimentación, uso de la tierra, desarrollo rural y desarrollo nacional deberán sincronizarse en el futuro para poder lograr un desarrollo sostenible. Si bien los factores varían considerablemente de un país a otro y entre las distintas regiones, los responsables de las políticas deben reconocer la necesidad de gestionar las compensaciones recíprocas y de establecer medidas concretas para armonizar mejor los múltiples objetivos y estructuras de incentivos. Este enfoque integrado es fundamental para avanzar hacia la consecución de las metas relativas a los ODS. Crear plataformas de ejecución de los ODS compuestas por los sectores clave para el uso y la ordenación de los recursos naturales es una de las maneras de gestionar la coordinación entre distintos sectores y superar las dificultades a las que se enfrentan los gobiernos que tienen ministerios y organismos sectoriales, cada uno con sus propias asignaciones de recursos y mecanismos de rendición de cuentas. Las plataformas de ejecución de los ODS reunirían a distintos ministerios y organismos gubernamentales con otras partes interesadas clave que entablarían un diálogo y coordinarían su actuación, haciendo especial hincapié en cumplir los ODS y sacar provecho de las interrelaciones, determinar los obstáculos al cambio y llevar un seguimiento de los progresos realizados.

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Fuente:

La FAO

La FAO

Julio, 2018