Poesía de Aníbal Sampayo "Río de los pájaros" / Leyenda "Leyendas del agua: Cutiy (regresa)"

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

Poesía, Ríos y Leyenda

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Aníbal Sampayo

A mediados del siglo XX, una generación de músicos hispanoamericanos emprendieron un apasionado viaje a las raíces, que pasaba por la dignificación del folclor autóctono y aspiraba a la creación de nuevas piezas que reanimaran las tradiciones. Desde Uruguay, Aníbal Domingo Sampayo Arrastúe fue uno de los animadores de aquel movimiento, alguien que intuyó la necesidad de promocionar aquella música minusvalorada.

En compañía del folclorista argentino Jaime Dávalos, potenció los famosos festivales de Cosquín y Salta, donde lo mismo era concursante que jurado, aunque terminó siendo vetado por su cancionero social.

Había nacido el 6 de agosto de 1926, en Paysandú, a unos 400 kilómetros al norte de Montevideo. De vocación trashumante, recorrió Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia y partes de Brasil, a veces enrolado en circos.

Desde los años cuarenta, tocaba profesionalmente la guitarra y el arpa india. Pronto comenzó a componer canciones, milongas, chamarritas y otras formas populares; Atahualpa Yupanqui era su modelo. Alternaba los retratos de paisajes con letras de denuncia, que le marcaron políticamente y le crearon problemas en unos países que se iban militarizando y restringiendo las libertades.

Entre los más de 150 temas que Sampayo tenía registrados, destacan Río de los pájaros, El pescador, Cieguito cantor, Patrón, Garzas viajeras, Hasta la victoria y Ky chororo.

Jorge Cafrune fue su gran paladín, pero también fue grabado por los cantantes Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Silvia Iriondo y Liliana Herrero. Menos conocido es el hecho de que desarrolló obras históricas como la Cantata a José Artigas y Orientales al frente.

En 1972, fue denunciado como miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros: Sampayo reconoció que usaba su camioneta para transportar fierritos (armas) desde Argentina y Chile. Asumió su suerte: "la prisión es la universidad de los revolucionarios", comentó.

La presión internacional sobre la dictadura uruguaya consiguió su excarcelación en el año 1980. No mostró arrepentimiento alguno: "salí con un mínimo de virtudes, pero también con menos defectos que antes de vivir esa experiencia".

Tras varios meses en libertad vigilada, comprobó que estaba en la lista negra y no podía ejercer su oficio. Acompañado por su familia, se exilió en Suecia y grabó discos como Canto sin rejas, con canciones creadas en la cárcel.

De vuelta en la República Oriental del Uruguay, siguió actuando y publicando libros como Aníbal Sampayo. Desde Paysandú, canto y poesía, o discos tan memorables como De antiguo vuelo.

Recibió homenajes en Uruguay y en Argentina, hasta que el mal de Alzheimer y algunas desgracias familiares le retiraron de los escenarios.

Poesía

Río de los pájaros

El Uruguay no es un río,

es un cielo azul que viaja.

Pintor de nubes: camino,

con sabor a mieles ruanas.

Los amores de la costa,

son amores sin destino,

camalotes de esperanza

que se va llevando el río.

Chuá, chuá, chuá, ja, ja, ja,

no cantes más, torcacita,

que llora sangre el ceibal.

Morenita lavandera,

biguacita de la costa,

enrollate la pollera,

ponete a lavar la ropa.

Tu madre cocina charque, *

tu padre fue río arriba

y vos te quedaste sola

lavando ropa en la orilla.

Canoíta pescadora,

aguantame el temporal,

si mis brazos no se cansan

remando te he de sacar.

Gurisito pelo chuzo,

ojitos de yacaré,

barriguita chifladora,

lomito color café.

La Leyenda

Leyendas del agua: Cutiy (regresa)

Allá por el año 1,400 d.C., en tiempos que reinaban en el Tahuantinsuyo los Incas Pachacútec y Túpac Yupanqui, en la cultura del dios del Agua Wari, hoy departamento de Ayacucho, en la región de Lucanas (Puquio), había un pueblo próspero, muy aguerrido, difícil de subyugar al reino del Cusco llamado Hatun Soras (Gran Soras), hoy distrito San Bartolomé de Hatun Soras, fundado como tal hace 150 años. Aquí surge una fascinante, linda y romántica leyenda-historia-mítica, ligada directamente al dios del Agua Wari. En Hatun Soras gobernaba un noble sabio y guerrero. Éste tenía una hija, con las cualidades del padre y, sobre todo, era extraordinariamente bella.

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Hatun Soras se dividía en dos “barrios”: Hurín Soras y Hanan Soras. Al segundo barrio lo gobernaba un cacique, quien tenía un hijo que a la vez se enamora perdidamente de la hija del noble, y le ofrece matrimonio. El noble sorprendido ante tal osadía consulta con sus consejeros, y le dice: “Si logras traer las aguas del río Huancané (afluente del Pampas y Apurímac) hasta la plaza, te concederé por esposa a mi muy amada hija”. El hijo del cacique aceptó el reto. Para sí, se dijo: “Moveré cielos y tierra, con la ayuda del dios Wiracocha y el dios del Agua Wari cumpliré el desafío”.

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Reunió cientos de hombres tanto del lugar como de los pueblos cercanos. La misión era hacer un canal de dos y medio metros de ancho a lo largo de quince kilómetros de longitud.

Cuentan que fue una obra titánica: los hombres luchaban contra el tiempo y la naturaleza; las mujeres y los niños también se sumaban a la gran tarea. Ellas con la merienda y la chicha de jora, los niños alcanzaban piedras pequeñas y champas que servían de cuña. Luego de un año de arduo trabajo, obra que solamente nuestros antepasados supieron hacer con cada atardecer, después de cada faena cantaban, bailaban y bebían chicha; al día siguiente de nuevo y acomodarse a otra faena más, en un día lleno de esperanzas.

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Por fin llegó el agua del río Huancané a la plaza principal de Hatun Soras, a los pies del noble, de la doncella y de toda su corte. Al frente, el mancebo y sus cientos de trabajadores, con los rostros desencajados, las ropas raídas, la mayoría sin ojotas, unos con los chullos a la pedrada, otros con una bola de coca en una de sus mejillas, todos los hombres y mujeres con los bordes de sus labios con un verdor petrificado por el zumo de la coca. El mozo dice: “Mi noble señor he cumplido con vuestro deseo y espero que usted cumpla conmigo”.

Todos esperaban con ansiedad la aceptación del noble, para irrumpir en hurras y llenar ese orgullo Inca. Con las pocas fuerzas que les quedaban sucedió lo inesperado. El noble, tomando aire profundamente, respondió con un rotundo ¡No!, ¡No! y ¡No!: “No te daré a mi hija por esposa y el agua ya está aquí, ya no puedes hacer nada”. El mozo se quedó petrificado, su gente se miraba entre sí con lágrimas en los ojos ante tremenda tragedia.

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Entonces aconteció un hecho increíble: el mozo, el mancebo, el príncipe hijo del cacique de Hanan Soras, invocando al dios Wiracocha y al dios del Agua Wari, al tiempo que daba latigazos al agua, lanzó gritos tan fuertes que retumbaron en los cuatro lados de la plaza: ¡Cutiy! ¡Cutiy! ¡Cutiy! (¡regresa! ¡regresa!, ¡regresa!), y sucedió lo increíble… El agua regresó por el mismo cauce, cual gigante anaconda pero humillada ¡Oiga!; castigada hasta la bocatoma del río Huancané.

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Cuenta la tradición de boca en boca, que durante el recorrido el mozo y su numerosa gente iban junto al agua a Hatun Soras bailando y cantando los alegres Harawis; pero, después del triste desenlace, todo era soledad. Por las noches se oía el aullido de perros y melancólicos aya takis (canto de muertos). Sobre el destino de la doncella y del hijo del cacique, no se sabe nada, se pierde en el tiempo.

Pasaron los años, pasaron los siglos, murieron muchas generaciones; pasó también el Virreinato, llegó la era republicana ya en 1821, y es en 1962 cuando era Presidente del Perú, el arquitecto Fernando Belaunde Terry, que la comunidad de San Bartolomé de Hatun Soras gestiona un canal de irrigación para aprovechar las extensas tierras que no produce más que pasto natural por falta de agua.

Para alegría de los soreños, el gobierno acepta la petición, pero parece que la maldición del mancebo estaba instalada en “su” canal, porque apenas los contratistas hacen sonar la comba, el pico y la lampa, sucede lo jamás pensado: el cielo se cubrió de una nube densa y oscura, y cayó lluvia como nunca había pasado porque era en fecha y hora desacostumbrada. En ese cielo tétrico ven subir al Amaru, los pastores de Putaja dicen: “¡Oh Dios! ahorita va a caer granizo”, y así fue, en poco tiempo se cubrió el campo de una capa espesa y blanca. Se aconsejó a los ingenieros del proyecto que debían cumplir con un rito ancestral: “Pagar a los apus”, con la coca, la chicha y otros elementos dirigidos a los cerros tutelares.

Hecho esto inician el trabajo, casi paralelo al incaico, porque cuando quisieron usar el incaico jamás pudieron, en ciertas zonas se empozaba el agua y tenía un olor desagradable o bien se filtraba. Razón tuvieron cuando dijeron que estaba “embrujado” o “encantado”.

De lejos se ven los canales como dos cinchos grandes que partiendo de cerca de Putaja pasan por Huayllacha, por la base de dos bellos parajes cubiertos por ichu y terminan en punta. Se llaman: Warmi (mujer) y Hari Payaja (hombre); luego se desplaza para luego caer en forma de cascada y llegar a Soras. 

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