Egipto: nueva capital, vieja crisis hídrica
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Infraestructura Hídrica
A principios de este verano, numerosos medios de comunicación se hacían eco de los progresos de un proyecto que viene desarrollándose desde marzo de 2015: la construcción de la “nueva capital administrativa” de Egipto, situada en medio del desierto entre El Cairo, la actual capital, y Suez.
La razón de este megaproyecto se debe, según el gobierno egipcio, a la necesidad de descongestionar El Cairo, una metrópoli de 20 millones de habitantes con un crecimiento poblacional desatado (2% anual), el tráfico completamente congestionado y altos niveles de polución.
En este sentido, las noticias destacaban que, tal y como ya anunció en su momento el presidente de Egipto, el general Al Sisi, el gobierno prevé trasladar sus sedes a su nueva localización en la recién construida capital en junio de 2019. Además, la intención es que la nueva capital aloje a 5 millones de residentes en lujosos apartamentos con piscina y spa.
Para pintar de verde y azul esta nueva ciudad y abastecer a sus futuros habitantes y negocios, Egipto va a necesitar agua, mucha agua. Evidentemente, no es algo que se haya pasado por alto y, cuando todas las infraestructuras del proyecto estén completas, se estima que llegarán 1,5 millones de m3/d a la nueva urbe. Cabe recordar que no sería la primera ciudad de nueva planta que tiene graves problemas con el abastecimiento de agua. Sin ir más lejos, Brasilia lleva desde enero de 2016 con severas restricciones de agua, a pesar de que Brasil cuenta con unos recursos hídricos bastante más abundantes que Egipto. Eso sí, las restricciones no afectaron a la celebración del VIII Foro Mundial del Agua que tuvo lugar el pasado marzo en la ciudad brasileña.
Lagos artificiales en mitad del desierto (Fuente: El Confidencial y Reuters).
En definitiva, el origen de los recursos hídricos para la nueva capital, a pesar de la planificación, no puede ser más incierto.
En primer lugar, se va a recurrir a parte de los recursos de El Cairo y ciudades adyacentes, planificando bombear unos 200.000 m3/d. Una cantidad diminuta en comparación con el gran problema que, en paralelo a este megaproyecto, crece día a día, piedra a piedra, amenazante, miles de kilómetros aguas arriba: la Presa del Gran Renacimiento, en Etiopía, cerca de la frontera con Sudán.
Como cualquier sistema presa-embalse, en cuanto empiece el llenado, modificará la forma en que se reparte el agua (y los nutrientes) del río Nilo entre los países de su cuenca. Las dimensiones de la presa, como las de la nueva capital egipcia, son mastodónticas: será la más grande de África y la séptima del mundo en producción de electricidad, por lo que Etiopía se convertirá en una potencia energética en la zona, impulsando enormemente su economía.
La Gran Presa del Renacimiento en camino de terminarse (Fuente
).
Aunque cuando se empezó a construir, en 2011, Egipto se enfrentaba a otros asuntos que requerían su atención (la primavera árabe), toda la atención que se le presta hoy en día es infructífera: las negociaciones no avanzan desde hace meses y ambos países (con Sudán en medio) están enfrentados.
A pesar de que este conflicto internacional se puede convertir en una catástrofe para Egipto, que es un país eminentemente agrícola, el gobierno sigue defendiendo un tratado internacional de tiempos del Imperio Británico, según el cual el 65% de la cuota de agua del Nilo le corresponde. Unos cálculos rápidos demuestran que, en efecto, este porcentaje se sigue cumpliendo:
Cuota Egipto (web del gobierno egipcio) = 55,5 mil millones m3/año = 152 millones m3/d
Caudal medio río Nilo = 89,25 mil millones m3/año = 244 millones m3/d
Porcentaje Cuota Egipto = 62,2 %
De hecho, se puede observar que el consumo de la nueva capital (1,5 millones de m3/d) supondrían aproximadamente un 1 % de dicha cuota.
El agua es un fenómeno gravimétrico, siempre habrá personas aguas arriba aguas abajo, con la consiguiente competición y rivalidad por el recurso, y en este conflicto ya no hay marcha atrás. Sin embargo, aún hay esperanza si se opta por el único enfoque que se ha demostrado válido, y que se encuentra reflejado en el artículo 9 de Convenio sobre la Protección y Utilización de los Cursos de Agua Transfronterizos y de los Lagos Internacionales de la ONU:
“Las Partes ribereñas, según los principios de igualdad y reciprocidad, concertarán acuerdos bilaterales o multilaterales o arreglos de otra índole […] especificarán cuál es la cuenca hidrográfica, o su parte o partes, que serán objeto de cooperación”.
“Los acuerdos o arreglos mencionados […] dispondrán el establecimiento de órganos conjuntos”.
En pocas palabras, una comisión conjunta similar a nuestras Confederaciones Hidrográficas o la International Comission for the Protection of the Danube River.
Si a este conflicto internacional le sumamos que el río Nilo está cada vez más contaminado (tanto por basura como por agua residual), unas técnicas de riego ineficientes, una población cada vez mayor y más dependiente de la agricultura y, por último, el cambio climático, que eleva el nivel del mar convirtiendo parte del agua dulce en salobre, Egipto camina cada día más cerca del desfiladero.
En definitiva, parece claro que Egipto debería pensar en no malgastar recursos en la construcción de ciudades faraónicas y en no aferrarse a unos derechos del agua centenarios y, en su lugar, poner más esfuerzo en resolver, para empezar, el gravísimo conflicto internacional planteado, y que podría incluso derivar en guerra (ya ha habido movimientos militares).
Y, en segundo lugar, en seguir trabajando en la implementación de medidas para un aprovechamiento óptimo de los recursos hídricos (empezando por las técnicas de riego) y de reducción de la contaminación del agua.
Fuente:
Eduardo Garcia Dominguez
Septiembre, 2018