Agua y sangre, vidas paralelas

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

El Agua

Agua y sangre, vidas paralelas

Sin ellos no hay vida, son recursos finitos y preciados que debemos preservar. A ambos fluidos se les puede aplicar la máxima de que cada gota cuenta. El agua y la sangre tienen caminos paralelos y, si analizamos su ciclo de vida, veremos que hay paralelismos que nos pueden sorprender.

Un río, que es el medio por donde circula el agua, transporta grandes cantidades de este recurso, las cuales dependen de su nacimiento, de la pluviometría y del número de afluentes que pueda haber, entre muchos otros factores. La salud de un río siempre va en función de la calidad de su agua, la cual está condicionada por los vertidos que recibe, por los impactos y las estructuras que interrumpen su circulación. Por lo tanto, la calidad va determinada por el flujo del agua y por los niveles de determinadas sustancias.

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Las venas serían los ríos que hay en nuestro cuerpo. Transportan una cantidad de sangre en función de su tamaño (las venas, más pequeñas, llevan una menor cantidad, mientras que las arterias, son vías de mayor capacidad). Al igual que los ríos, la calidad de la sangre dependerá del flujo y de las toxinas que llegan a nuestro organismo, así como de elementos que puedan alterar su circulación.

El colesterol de los ríos

Un río, a lo largo de su curso, puede acumular varios elementos que pueden obstaculizar el paso del agua. Con el paso del tiempo y con el registro de importantes crecidas, se pueden acumular en su lecho restos de vegetación, sedimentos y otros residuos (tanto de origen natural como humano) que se van acumulando y que de un modo natural no se transportan río abajo. En caso de que esta vegetación acumulada no se retire, cuando se registran importantes lluvias, la capacidad de desguace del curso fluvial se ve interrumpida y se ocasionan desbordes, algo que puede afectar a los bienes personales y materiales de la zona.

Vegetación acumulada en el lecho del río Ter (Ripoll), fruto de los efectos del exhuracán "Leslie". Fuente: NacióDigital.

Con la sangre pasaría algo similar, casi paralelo. En las venas circula, en condiciones normales, nuestro líquido elemento de un modo natural y sin interrupciones. Sin embargo, la acumulación durante varios años de una sustancia, el colesterol, mezclada con otras sustancias en la sangre, genera la presencia de placas, que impiden el correcto paso de la sangre. Este hecho como arterioesclerosis, que puede estrechar el paso de la sangre e incluso bloquearlo.

Muestra de los efectos ante un obstáculo en la circulación de la sangre. Fuente: Cardio Saúd de Ferrol.

Tanto la vegetación que transportan los ríos como el colesterol son necesarios, pero en su justa medida. La vegetación en un río es necesaria, como elemento para favorecer la biodiversidad y para mejorar la calidad del agua (reduce la temperatura del agua y, de un modo natural, preserva la calidad del agua). Se tiene, sin embargo, que controlar su exceso. Con el colesterol pasa lo mismo: esta sustancia, presente en todas las células de nuestro cuerpo, y necesaria para metabolizar alimentos. Sin embargo, su exceso puede ser fatal.

El hígado, esa gran depuradora

Además del gran paralelismo que hay entre el agua y la sangre, dentro de nuestro cuerpo también hay elementos que son extrapolables al ciclo integral del agua. Analicemos de un modo breve lo que hace una depuradora. Esta instalación recoge las aguas residuales generadas por un municipio, las trata y las depura, para verterlas en el medio en condiciones pre-potables.

La misma función tendría el hígado, un órgano que tiene como función principal la eliminación en la sangre de sustancias que pueden ser nocivas para el organismo. Sin hígado no habría vida, algo que también podemos decir en el caso de la depuradora. Sin estas instalaciones, los ríos estarían contaminados, sin capacidad para albergar la vida.

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Desconozco si las primeras iniciativas para habilitar instalaciones del ciclo del agua tomaron como ejemplo el funcionamiento del cuerpo humano para inspirarse. Lo que está claro es que hay un gran paralelismo entre el agua y la sangre.

En ambos casos, si trabajamos para tener estos fluidos en buenas condiciones, así como sus vías de transporte, la vida está garantizada.

Fuente:

Xavi Duran Ramírez

IAGUA

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Noviembre, 2018

El AguaComentario