Un giro radical a la forma en la que nos relacionamos con la energía
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Infórmese
Estos son los pilares para lograr una completa descarbonización de la economía española en 2050
El parque eólico Merengue de Plasencia (Cáceres).
EDUARDO PALOMO
EFE
Hoy día nadie discute la meta de descarbonizar por completo la economía en 2050 si queremos cumplir con el Acuerdo de París y contener el calentamiento global. Para ello debemos apretar el acelerador desde ya y conseguir que el 50% de la energía final que utilizará la economía española en 2030 esté cubierta con energías renovables, así como el 80% de la electricidad que entonces se genere. El cambio de rumbo, en definitiva, tiene que empezar ya para que pueda dejar sentir sus efectos en poco más de una década. Es peligroso y tremendamente irresponsable pretender iniciarlo más adelante.
Debemos, en primer lugar, modificar por completo la forma en la que nos relacionamos con la energía. Necesitamos extender una nueva cultura de la energía en la que asumamos que esta no es ilimitada y que debemos por tanto moderar su consumo. Pero no habrá una nueva cultura de la energía y un nuevo modelo energético sin cambiar antes el modelo de sociedad. Necesitamos, como sociedad, reconectarnos con la naturaleza, entender que formamos parte de un complejo entramado de relaciones interespecíficas, asumir los límites biofísicos del planeta y romper con el paradigma del crecimiento continuo. Solo así podremos alumbrar una nueva cultura de la energía y un nuevo modelo energético que sea justo y sostenible. La moderación del consumo, la eficiencia y las energías renovables son los ejes fundamentales de este nuevo modelo.
La ciudadanía debe erigirse en protagonista del mismo, pasando a ser también productora, gestora y usuaria de la energía, y no solo mera consumidora de la misma. Energía, por cierto, que deberá tener consideración de bien de utilidad pública, con acceso garantizado y universal al abrigo de un nuevo marco político-institucional basado en el buen gobierno y en la transparencia.
Para iniciar hoy el cambio de rumbo y que sus efectos se dejen sentir ya en 2030, debemos poner en marcha ambiciosos (pero perfectamente viables) planes de actuación en los ámbitos de la demanda y la oferta, así como otra serie de medidas transversales.
La moderación del consumo, la eficiencia y las energías renovables son los ejes fundamentales de este nuevo modelo
Muy resumidamente, en el ámbito de la demanda tenemos que actuar de forma prioritaria para lograr una importante reducción de las emisiones, a través de dos pilares: un uso más racional de la energía y la electrificación generalizada de esta demanda. Electrificar la demanda es importante porque a través de la electricidad las fuentes renovables de energía pueden extenderse mucho más.
Concretamente, cabe actuar en el entorno urbano (en nuestras ciudades vive más del 80% de la población y en ellas se produce el 75% del consumo energético) promoviendo el modelo de ciudad compacta y multifuncional, generadora de cercanía, la cual disminuye las necesidades de movilidad en modos motorizados privados. No olvidemos, además, que la ciudad desempeña un papel como prestadora de servicios, como propietaria de activos y como inversora o promotora de iniciativas, como promulgadora de normas, y como entorno participativo y de difusión de mejores prácticas. Todo ello permite en su conjunto que la ciudad sea el entorno más idóneo donde incidir para alumbrar la nueva cultura de la energía que antes mencionábamos.
Continuando con el ámbito de la demanda nos encontramos con la lacra de la pobreza energética, que debemos erradicar por completo. Tarifas sociales, rehabilitación energética de viviendas y consideración de la energía eléctrica como un servicio público municipal son las principales líneas de actuación para ello. Es importante que pongamos en marcha cuanto antes un Plan Nacional de Rehabilitación Energética de Edificios que sea capaz de rehabilitar 250.000 viviendas vulnerables al año.
En relación con el transporte es necesario un cambio en la prioridad de las inversiones del transporte urbano e interurbano, así como maximizar el uso del ferrocarril (100% electrificado en 2025), prohibir la circulación de vehículos diésel en nuestras ciudades en 2025, potenciar el vehículo eléctrico, fomentar el transporte colectivo y la ocupación de los vehículos.
Necesitamos una fiscalidad que no solo favorezca aquello que se quiere incentivar, sino que también penalice aquello que se quiere limitar
El autoconsumo debe desarrollarse de forma prioritaria. La reciente convalidación del Real Decreto-Ley 15/2018, de medidas urgentes para la transición energética y la protección de los consumidores, abre una enorme ventana de oportunidad para desarrollar el autoconsumo en nuestro país y empoderar al consumidor, convirtiéndolo en un sujeto activo y central del sistema energético.
Pasando ahora al ámbito de la oferta, debemos elaborar un Plan deEnergías Renovables con horizonte en 2050, que tenga rango de ley y nazca de un acuerdo político lo más amplio posible, con objetivos cada 10 años que sean vinculantes para todas las administraciones, y que muestre apertura a diferentes agentes tanto en tamaño de plantas como en su origen. La meta de que la economía española esté completamente descarbonizada en 2050 (que la cobertura de demanda final de energía con renovables sea del 100%) pasa por una cobertura del 50% en 2030 y de un 80% en 2040. Complementario al Plan de Energías Renovables, es tarea ineludible abordar el cierre progresivo de las centrales de carbón y de las centrales nucleares, elaborando “planes de transición justa” que garanticen condiciones de vida adecuadas en las comarcas afectadas. Ello es fundamental para mantener la población, especialmente en amplias zonas del interior amenazadas por el despoblamiento.
Finalmente, en lo que respecta a los planes transversales, es necesario reformar urgentemente el sector eléctrico, configurando la tarifa con criterios de transparencia y eficiencia, y transformando los costes fijos en variables , de modo que se incentive el ahorro. Necesitamos también una nueva fiscalidad que no solo favorezca aquello que se quiere incentivar, sino que también penalice aquello que se quiere limitar.
Fuente:
Luis Morales
Noviembre, 2018