Escuchando a escondidas: la bioacústica resulta efectiva para monitorear la diversidad en bosques tropicales
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Biodiversidad
Imagen de portada de Topher White de Rainforest Connection. Imagen de Ben Von Wong.
Según recientes comentarios de investigadores en la revista Science, la bioacústica, la grabación y el análisis de los paisajes sonoros, puede ser un método eficaz para monitorear los cambios en las comunidades de animales ante la presencia humana en los bosques tropicales.
En un bosque tropical hay mucho que escuchar. Por un lado, el sonido de la vida: los aullidos, los ululatos, los croares. Por el otro, el sonido de la pérdida: el zumbido de las motosierras, el gemido de los árboles al caer, el silencio.
Según lo manifestado por los investigadores a la revista Science escuchar a escondidas estos sonidos —o en su defecto, la ausencia de ellos— puede ser un modo eficaz de monitoreo de la diversidad animal. De hecho, la grabación y el análisis de los llamados y las canciones de los animales de los bosques tropicales, sean estos casi vírgenes o perturbados, también podrían servir para evaluar si las acciones de conservación funcionan realmente.
Durante 2017 y 2018, nuestra serie titulada Conservation Effectiveness (Efectividad de la conservación) puso en evidencia que existe mucho desconocimiento acerca de cuán efectivas resultan las estrategias populares de conservación, como la certificación forestal o la gestión comunitaria de los bosques, para el cumplimiento de los objetivos propuestos. Uno de los problemas que enfrentamos es que la evaluación del éxito de estas acciones depende de estudios detallados, a largo plazo y constantes, tanto de los bosques como de sus habitantes. Sin embargo, el alcance de los métodos de evaluación actuales es limitado.
Las imágenes satelitales representan un punto de inflexión en materia de monitoreo de los bosques. Con todo, estas solo brindan información acerca de la cubierta forestal y revelan poco acerca de los animales que viven en estos espacios. Lo mismo ocurre con las amenazas que representan la caza excesiva o la invasión de especies exóticas. Por su parte, los estudios de campo, como el uso de cámaras trampa o el conteo físico de los animales por transectos, también resultan útiles. No obstante, estos exámenes son costosos, complicados desde el punto de vista logístico y abarcan una cantidad limitada de animales en un paisaje más reducido.
Los paisajes sonoros pueden revelar mucho acerca de la biodiversidad animal. Imagen de Justine Hausheer/The Nature Conservancy.
El deseo de encontrar una manera más uniforme de medir la biodiversidad tropical fue, en parte, lo que despertó el interés de Zuzana Burivalova por la bioacústica.
“Siempre sentí frustración ante las dificultades que enfrentaba en los estudios a largo plazo, o al intentar seguir la diversidad animal dentro del paisaje”, sostiene la ecóloga especializada en bosques tropicales de la Universidad de Princeton. Burivalova fue, además, la investigadora principal de la serie de Mongabay Conservation effectiveness. Al respecto, añade: “Entonces, la bioacústica constituía una manera prometedora de superar las distintas limitaciones”.
De acuerdo con el artículo de Burivalova, Edward T. Game, científico principal de The Nature Conservancy para Asia y el Pacífico y Rhett A. Butler, fundador y director ejecutivo de Mongabay, los grabadores acústicos, por ejemplo, pueden detectar a cientos de metros los sonidos de llamado de una amplia variedad de animales, desde pájaros hasta mamíferos, incluidos anfibios e insectos.
Los dispositivos no solo permiten la programación para la grabación de manera ininterrumpida durante largos periodos, sino que además son relativamente baratos en comparación con los estudios de campo. Por otra parte, también pueden ser utilizados para identificar los sonidos de las actividades ilegales que se desarrollan en el bosque. Por ejemplo, la organización sin fines de lucro Rainforest Connection, con sede en EE. UU., utiliza una red de teléfonos inteligentes dentro de la selva tropical para captar indicios de actividades ilegales, como ruidos de motosierras, camiones o armas de fuego y luego los transmite casi en tiempo real a sus servidores.
En resumen, la bioacústica puede servir para zanjar la brecha existente entre la vista aérea satelital y el enfoque más preciso que brindan los estudios de campo.
“Al capturar todo un paisaje sonoro, los investigadores pueden documentar una amplia gama de taxones y detectar cambios mínimos en las comunidades ecológicas. Estos paisajes incluso podrían revelar cuándo se encuentran físicamente presentes los humanos en el bosque”, sostiene Butler
Según los autores, la bioacústica puede constituir una herramienta importante en la evaluación de lo que funciona y lo que no en materia de conservación. Por ejemplo, los datos recopilados a través de la bioacústica pueden servir para monitorear y comparar los bosques mantenidos por las compañías, certificadas o con compromisos de deforestación cero, con aquellas áreas intactas de bosque. Estos datos también pueden ser de utilidad para las compañías.
Según Butler: “Las compañías podrían verse beneficiadas por las alertas en tiempo real sobre el estado de las áreas que se han comprometido a proteger. Al mismo tiempo, exhibir las especies comprendidas en estos compromisos de protección también sirve como una posible estrategia de marketing. Por otra parte, en aquellos casos en los que se apunta a la restauración del paisaje, las compañías pueden establecer puntos de partida para documentar la recuperación de las especies”.
Con el correr del tiempo, los investigadores también pueden incrementar el reservorio de los datos bioacústicos recopilados a través de imágenes satelitales y otros estudios en el terreno, para tener un mejor panorama de las tendencias poblacionales que se observan en la fauna de los trópicos.
“Creo que es realmente muy emocionante que diversos grupos de investigadores se encuentren trabajando en los paisajes sonoros de forma multidisciplinaria: en cierta forma, estos paisajes reúnen a personas con diferentes talentos y experiencias, como informáticos, músicos, ecólogos, narradores y físicos”, sostiene Burivalova. “Considero que eso es exactamente lo que precisa la conservación: personas con todo tipo de habilidades y talentos”.
Paisaje sonoro de un bosque en Borneo Oriental. Imagen cortesía de la Universidad de Tecnología de Queensland.
Sin duda, al igual que otros métodos de estudio, el uso de la bioacústica dependerá del objetivo.
“Por ello, creo que pensar detenidamente cuál es el propósito de la recopilación de los datos bioacústicos es el paso más importante de todos”, comenta Burivalova. “Esto determinará qué otros datos serán necesarios, durante cuánto tiempo se deberán llevar a cabo las grabaciones y cuántos lugares se deberán abarcar para ello, entre otras cosas”.
Por ejemplo, el lugar de colocación del dispositivo de grabación, ya sea próximo a un pequeño arroyo o una cadena montañosa, incidirá en el tipo de sonido que registre. Por su parte, el tipo de vegetación también determinará la distancia que pueda recorrer el sonido. “Los paisajes sonoros se están volviendo cada vez más populares. Es por eso que deberíamos dedicar más tiempo al estudio de estos sesgos para comprender mejor cómo influyen en los resultados”, agrega.
Además, según los investigadores, las grandes cantidades de datos y la capacidad informática requerida para analizarlos constituyen en la actualidad los principales obstáculos en la investigación de los paisajes sonoros.
“Puesto que hasta el momento no existe una manera uniforme de analizar los paisajes, se requiere mucho esfuerzo. Y la curva de aprendizaje puede ser abrupta. Pero esto también hace que la bioacústica sea un área muy emocionante de investigación”, confiesa Burivalova.
Los grabadores pueden ser programados para grabar los sonidos forestales de manera continua. Imagen de Justine Hausheer/The Nature Conservancy
Burivalova, Game y Butler hacen un llamamiento a que una organización mundial atesore no solo los datos acústicos que permitirán realizar los análisis “sobre la marcha”, sino también los paisajes sonoros de referencia recopilados por los científicos.
“Un aspecto fascinante de todo esto es que los científicos podrían tener libre acceso a los datos de audio”, sostiene Butler. “La belleza de los datos bioacústicos es que los investigadores pueden aplicar algoritmos para mapear los paisajes sonoros, permitiéndoles de este modo comprender mejor las comunidades ecológicas. Y puesto que los algoritmos mejoran con el tiempo, estos podrían volver a ser aplicados a una creciente biblioteca de datos bioacústicos”.
Fuente:
Shreya Dasgupta
Traducción:
Soledad Agüero
Febrero, 2019