“Para recuperar los ríos, tenemos que rescatar su memoria” | Entrevista
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Ríos del Planeta
En México solo 16 % del agua residual industrial se trata, por lo que muchos contaminantes llegan directo a los ríos. Foto: Cortesía Omar Arellano-Aguilar.
En México, 70 % de los ríos están contaminados. El doctor en ciencias biológicas y especialista en ecotoxicología, Omar Arellano-Aguilar, ha estudiado los efectos que produce esa contaminación en distintas especies.
En ríos como el Lerma o el Atoyac ha documentado la presencia de sustancias químicas causantes de mutaciones genéticas que, incluso, pueden heredarse a las siguientes generaciones.
La actualización de las normas ambientales, su cumplimiento por parte de la industria y la revalorización comunitaria de los ríos son acciones que, asegura el investigador de la UNAM, tendrían que realizarse para comenzar el rescate de estos cuerpos de agua.
Los ríos siempre han estado presentes en su vida. Cuando era niño nadó y jugó en los afluentes del río Lerma, en el estado de México. Años después regresó a ese lugar para estudiarlo. Quería conocer cómo la contaminación de sus aguas afectaba a los organismos. Sus hallazgos revelaron que esos lugares que antes eran un motor de vida, ahora estaban llenos de sustancias que generaban cambios en el ADN de diversas especies. Desde entonces, Omar Arellano-Aguilar ha puesto su atención científica en los cuerpos de agua.
Arellano-Aguilar, doctor en ciencias biológicas, es uno de los impulsores de la ecotoxicología en México, disciplina que, entre otras cosas, permite conocer el impacto que tienen las sustancias químicas en los ecosistemas. Para este investigador, miembro de la Society of Environmental Toxicology and Chemistry, el trabajo científico debe ayudar a generar cambios positivos; por ello participa en iniciativas que promueven una mejor regulación de las sustancias químicas.
El profesor en el departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Facultad de Ciencias de la UNAM, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, conversó con Mongabay Latam sobre la situación de los ríos en México.
Omar Arellano-Aguilar es fundador de la Asociación Mesoamericana de Ecotoxicología y Química Ambiental.
¿Por qué decidirse a ser científico?
Desde niño tuve predilección por los experimentos, los laboratorios, el microscopio y todo lo que tenía que ver con la naturaleza. Cuando por primera vez tomé la materia de biología, quedé encantado. Y algo que siempre me ha gustado es el campo. Mi mamá, que es médico, hizo su servicio social en San Felipe del Progreso (Estado de México); mi hermano y yo pasamos ahí una temporada y son los recuerdos más vívidos que tengo de la vida en el campo: meternos a nadar en los ríos, ir detrás de las vacas y los borregos; tener nuestro pequeño huerto.
¿Y por qué dedicarse a estudiar a los ríos?
El tema me interesó cuando estudié la materia de contaminación ambiental y conocí más sobre los factores que dañan al ambiente. Me preguntaba: ¿cómo la contaminación, además de afectar el medio ambiente, podría interactuar con los procesos evolutivos de los animales y las plantas? Encontré que existía un área llamada ecotoxicología que integraba la parte de la contaminación ambiental con la parte ecológica y decidí empezar a trabajar en eso. Primero trabajé con moscas de la fruta (Drosophila melanogaster) y los cuerpos de agua. Monitoreamos el río Lerma (un afluente que recorre varios estados del país), recolectamos muestras de agua del río y exponíamos a poblaciones de moscas a esa agua. Detectamos la presencia de sustancias mutagénicas, que son aquellas que producen malformaciones. La mosca es un modelo de estudio muy usado en biología, entre otras cosas porque permite evaluar la calidad del ambiente y la posible presencia de moléculas que inducen daños genéticos. Eso me llevó a trabajar con los ríos.
¿Por qué elegir el río Lerma?
Porque era uno de los ríos más contaminados en ese tiempo. Estamos hablando de 1998-1999. La idea era que la Drosophila melanogaster podía detectar de manera consistente sí existían o no sustancias mutagénicas en el ambiente. La mutagénesis es la alteración de cualquier punto del genoma de un organismo, puede ser una alteración en el ADN o una alteración en la expresión de genes muy específicos. Esas mutaciones pueden o no heredarse; hay algunas mutaciones que causan un daño a la célula y esta muere. Hay mutaciones que se fijan en el genoma y trascienden a las siguientes generaciones. Cuando hablamos de sustancias que producen daños en el genoma, alteraciones en el ADN, tenemos que tener en mente que estas pueden o no pasar a la siguiente generación.
En México, siete de cada diez ríos están contaminados. Foto: Cortesía Omar Arellano-Aguilar.
¿Cuáles fueron los hallazgos de la investigación con la Drosophila?
Encontramos sitios en donde sí había presencia de sustancias que inducen mutagénesis, que es prácticamente toda la zona en donde está instalada la industria. Hay zonas en donde está todo bien, en donde el río está contaminado pero no hay presencia de sustancias mutagénicas. A través de este muestreo se pudo clasificar los sitios en donde la presencia de estas sustancias es mayor.
¿Estos hallazgos influyeron en que su labor científica se enfocara también a trabajar con las comunidades que viven cerca de los ríos?
Lo que influyó fue la gente. Cuando uno está en campo, la gente se le acerca, te cuenta lo que están viviendo. Algunas señoras nos decían que se estaban enfermando, que les salían granos en la piel… Escuchar esos testimonios me empezó a preocupar. Pero en ese momento no hice nada más. Después empecé a trabajar con peces y también encontramos que los insecticidas estaban causando cambios en la conducta y la parte evolutiva de los peces.
Durante la estancia posdoctoral empecé a enfocar más mi trabajo en las personas. La doctora Regina Montero, que investigaba los daños genotóxicos en población que vivía cerca del río Atoyac, me invitó a realizar los estudios ambientales. Ahí conocimos personas con problemas de insuficiencia renal, niños con leucemia linfoblástica, personas que han perdido a su familia o que están enfermas. Las autoridades decían que eran por problemas genéticos de esas poblaciones. Nosotros pudimos detectar que algunos daños genotóxicos y de salud se derivaban de la contaminación ambiental. Ya no era solo el río Lerma, también el Atoyac, el río Tula y el río Santiago. Justo ahí, en ese río, fue encontramos una situación socioambiental muy crítica. Fue cuando decidí que no quería seguir siendo un “patólogo ambiental” y solo decir si un cuerpo de agua estaba contaminado o no. Quería ir más allá: qué podemos hacer para solucionar esto, cómo utilizar la ciencia para generar información que también sea útil para la sociedad, que ayude a tomar decisiones en términos regulatorios.
Imagen de la cascada El Salto, en el río Santiago, Jalisco. Foto: Cortesía Omar Arellano-Aguilar.
Crisis ambiental y epidemiológica
¿Qué porcentaje de los ríos del país están contaminados y cómo es que se llegó a esa situación?
Un 70 % de los ríos están contaminados. Los colegas economistas y sociólogos fueron quienes me ayudaron a identificar que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) incentivó la industrialización del país sin que se tuviera un marco regulatorio adecuado para el control de contaminantes. Nuestras normas ambientales no han sufrido ninguna modificación desde 1996. La industria aumentó, pero las normas ambientales siguen tal y como estaban en la década de los años noventa.
Además, solo 16 % del agua residual industrial se trata. Todo lo demás se vierte sin tratamiento, de acuerdo con los datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Así que hay una violación a las normas ambientales. La industria sí tiene responsabilidad; podría mejorar el ambiente utilizando tecnologías de reciclado, reuso y tratamiento de agua. Pero además a los ríos se les trata como si fueran drenajes a ellos llegan desechos de todo tipo y de diferentes actividades.
Lo que ahora tenemos es una crisis hídrica por contaminación ambiental que, además, se está convirtiendo en una crisis epidemiológica. Ya tenemos un problema epidemiológico para comunidades que están en Jalisco, Tlaxcala, Puebla y Veracruz. Solo en Jalisco —en la cuenca alta del río Santiago— hay alrededor de un millón de personas que viven a menos de cinco kilómetros de distancia del río y a menos de cinco kilómetros de una industria. Toda esa población está en una permanente exposición a sustancias químicas.
La interconexión entre salud humana e integridad ecológica es otra área de estudio del investigador. Foto: Cortesía Omar Arellano-Aguilar.
¿Es posible rescatar un río?
Sí es posible. En Europa los ríos Támesis, el Sena, el Rin o el Danubio tenían niveles de contaminación similares a los que hoy tienen el río Santiago, el Atoyac o el Tula. Leyes y diversas restricciones permitieron que esos cuerpos de agua se recuperaran. Costó mucho recuperarlos, quizá no se ha logrado tenerlos totalmente limpios, pero sí se consiguió mantener la vida acuática. La diferencia entre esos ríos y los nuestros es que aquellos son muy caudalosos, muy grandes, su capacidad de asimilación de contaminantes es muy alta. Nuestros ríos son más pequeños y a lo largo de todo su cauce tienen industrias y ciudades que descargan sus contaminantes; su capacidad de asimilación está rebasada.
Se podrían recuperar esos ríos si las industrias utilizaran tecnologías adecuadas para tratar las aguas que desechan. Además, hay que tomar en cuenta que los ríos no solo se afectan por las descargas de aguas negras, sino también por la deforestación. En estas cuencas se borraron los bosques ribereños para aumentar la superficie agrícola. Los bosques son una parte fundamental para tener un equilibrio en los ecosistemas acuáticos de los ríos: aportan oxígeno al agua y sirven como barreras para contener los contaminantes que se están volatilizando.
La deforestación provoca un desequilibrio en los ecosistemas acuáticos. Foto: Cortesía Omar Arellano-Aguilar.
En México a los ríos se les ha entubado, se les ha ignorado y se les ha llenado de contaminantes. Hoy existe un movimiento social, cada vez es más visible, que denuncia su contaminación y se opone a la instalación de hidroeléctricas. ¿Cómo empezar a revalorizar la importancia de los ríos?
Algo que hemos hecho con mis colegas en la cuenca del Atoyac es rescatar la memoria del río. También lo han hecho en el Salto. Se hacen asambleas y se habla del río. Se escucha a los abuelos hablar sobre cómo era ese río y el objetivo es que eso se lo transmitan a los hijos y a los nietos, a quienes ya no ven a los ríos como los veían los abuelos. Tenemos que rescatar la memoria de estos cuerpos de agua y recordar que daban vida, que permitían un estilo de vida alrededor de ellos. Es un proceso que tienen que ir haciendo las comunidades ribereñas, para empezar a exigir la recuperación de sus ríos y que se dejen de contaminar.
Los ríos han dibujado la geografía del territorio y las comunidades han florecidos cerca de ellos; muchos pueblos dependían del río para el consumo de agua, para la agricultura, para la ganadería. Con el paso del tiempo, al irse deteriorando la calidad del agua de estos ríos, cambió esa relación. Ahora necesitamos que la sociedad empiece a cambiar su forma de relacionarse con los ríos, que se reconecte con ellos y deje de verlos como drenajes. Incluso, hay que cambiar la forma en que se les llama en las normas y las leyes, porque actualmente se hablan de los ríos como a «cuerpos receptores de aguas residuales». Eso no puede ser. Desde ahí estamos condenando a la naturaleza.
Fuente:
Thelma Gómez Durán
Diciembre, 2019