Minería y megaproyectos invaden ‘Corazón del mundo’ de Colombia
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
El Recurso Hídrico y la Minería
Las cumbres de las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta emergen entre un mar de nubes. Foto: Gicaman via Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).
En la Sierra Nevada de Santa Marta, conocida como 'el corazón del mundo', viven pueblos indígenas que hace tres años presentaron una acción legal ante la Corte Constitucional por ver violados sus derechos con la minería legal e ilegal que sucede dentro de la Línea Negra, es decir, su territorio ancestral.
Además de la minería, los consejos denunciaron los grandes proyectos de infraestructura como el desarrollo de un puerto carbonífero, una presa hidroeléctrica y un hotel que se ha llevado a cabo sin el consentimiento de los indígenas.
Jaime Luis Arias creció en las laderas del sur de la Sierra Nevada de Santa Marta. La Sierra Nevada es un macizo aislado en forma de pirámide en el norte de Colombia y es una de las cordilleras costeras más altas del planeta, con cimas cubiertas de nieve que se alzan desde el mar Caribe hasta los 5800 metros.
Los pronunciados cambios de elevación de la Sierra Nevada de Santa Marta han creado un reflejo vibrante de los muchos ecosistemas de Colombia —selvas, sabanas, bosques secos tropicales, tundra tropical andina, glaciares, desiertos y arrecifes de coral— con más especies endémicas amenazadas que ningún otro lugar en el mundo.
“Crecí en el pueblo kankuamo, en las tierras medias-altas de la Sierra Nevada de Santa Marta”, dijo Arias. “Para nosotros, crecer allí es un gran privilegio, por eso lo llamamos ‘el corazón del mundo’ ”.
Los glaciares se amontonan como si fueran nubes en las cimas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Imagen cortesía de Fundación Antelopus.
Cuatro grupos indígenas viven en la región: los kogui, los arhuaco, los wiwa y los kankuamo. En sus creencias espirituales, la Sierra Nevada de Santa Marta se considera el corazón del mundo, donde cada elemento, objeto y organismo desde lo más alto en la cima hasta el arroyo tranquilo, forma parte indispensable de un cuerpo interconectado.
“Para nosotros, hay vida en todos los elementos. Las cumbres, los ríos, los animales, las plantas, las piedras y los planetas están en constante interacción para conseguir armonía y equilibrio en la naturaleza y con nosotros mismos”, dijo Arias. “Lo que afecta a uno, afecta a todo el ecosistema”.
La Sierra Nevada cubre unos 17 000 kilómetros cuadrados. Las remotas tierras altas y medias están protegidas por un parque nacional y tres reservas indígenas que se solapan y superan el área que cubre el parque. Las comunidades indígenas que viven en la remota región montañosa, sin embargo, se consideran defensoras de un territorio mucho más extenso que el que está protegido de forma oficial.
La Línea Negra
Desde 1973, el gobierno de Colombia ha reconocido un anillo de lugares sagrados que se extienden alrededor de la base de la cordillera. Las comunidades indígenas, conocidas de forma colectiva como la “Línea Negra”, sostienen que son sus territorios ancestrales.
El Consejo Territorial de Cabildos Indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta (CTC) describe la Línea Negra como “un sistema magnífico de territorios, mar y aire. En conjunto se considera sagrado y es un espacio del que surge la cultura de los cuatro grupos indígenas de la Sierra Nevada, y donde esta se recrea”.
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Sin embargo, los recursos valiosos que se encuentran bajo tierra, como el petróleo y el oro, hacen que haya visiones enfrentadas sobre el futuro de la Línea Negra. Arias precisó que la presión de los intereses mineros dentro de la Línea Negra se intensificó hace 15 años con el gobierno del ex presidente, Álvaro Uribe, cuyo gobierno llevó a cabo una serie de grandes proyectos de infraestructura en la región.
“Siempre ha habido presión en la Sierra Nevada, pero fue con Uribe cuando el número de solicitudes y concesiones a la minería explotó”, dijo Arias. “Ahora, la negligencia legislativa hace que nos encontremos con 132 títulos mineros y 260 solicitudes para explotar minerales y carbono”.
La Línea Negra rodea la Sierra Nevada de Santa Marta, que ha perdido casi todos sus bosques primarios a causa de la agricultura. Los datos de satélite indican que los índices de deforestación en la región aumentaron en 2019. Fuente: GLAD/UMD, con acceso a través de Global Forest Watch.
La constitución de Colombia de 1991 garantiza a las minorías étnicas el derecho a la consulta previa en proyectos que tengan un impacto ambiental o social en los territorios colectivos. En 2014, la Corte Constitucional ordenó la suspensión de un título minero dentro de la Línea Negra porque no se había realizado la consulta previa a las comunidades indígenas.
Tras la orden judicial, el gobierno del antiguo presidente Juan Manuel Santos, citó a las comunidades indígenas para participar en cerca de 400 procesos de consulta, principalmente para proyectos mineros pequeños. Las comunidades indígenas rechazaron participar y dijeron que la actividad era “agotadora y contraproducente” hasta que se establecieran normas claras para ordenar el proceso.
Hace tres años, los consejos indígenas emprendieron una acción judicial conocida como tutela en la Corte Constitucional en la que sostenían que la minería legal e ilegal que tenía lugar dentro de la Línea Negra violaba sus derechos constitucionales. Además de la minería, los consejos denunciaron los grandes proyectos de infraestructura como el puerto carbonífero Puerto Brisa, la represa hidroeléctrica Ranchería y el hotel Los Ciruelos que se habían instalado dentro de la Línea Negra sin el consentimiento de los indígenas. La corte aún no ha emitido su fallo.
Después de años esperando el fallo de los tribunales, las autoridades indígenas, conocidas como mamos, bajaron de la Sierra Nevada de Santa Marta, un viaje de más de 800 km, hasta la capital del país, Bogotá, para enviar un mensaje a la sociedad colombiana y presionar al gobierno, y pidieron que la Corte Constitucional protegiera la frontera de la Línea Negra.
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“El corazón del mundo está en riesgo de exterminio físico y cultural”, declaró el CTC en un comunicado de prensa. “El modelo extractivista de desarrollo, en particular la minería y los megaproyectos, amenaza la supervivencia de los cuatro pueblos indígenas y el ecosistema único de la Sierra Nevada de Santa Marta”.
Los líderes indígenas pidieron al gobierno central que respetara y protegiera el territorio ancestral de la Sierra Nevada y suspendiera las concesiones de minería y megaproyectos otorgadas dentro de la Línea Negra.
Los propietarios privados y grupos comerciales se han pronunciado en contra de que el tribunal reconozca los reclamos ancestrales de los indígenas. En conversaciones con la prensa local, los grupos comerciales han dicho que temen que los grupos indígenas creen obstáculos legales a los propietarios privados y la expansión urbana, y que dejen el futuro de los proyectos de infraestructura y desarrollo en el limbo.
Arias rechazó el argumento de que las comunidades indígenas suponen “un obstáculo” para el desarrollo económico y afirmó que concibe formas para que el desarrollo regional suceda en armonía con la naturaleza. Dijo que los residentes indígenas del área “quieren coexistir con otros sectores sociales, pero sin perder lo fundamental, que es el territorio”.
Violencia pasada y presente
La Sierra Nevada de Santa Marta ha estado plagada de violencia política y colonización durante cientos de años, lo cual ha representado una amenaza para la supervivencia cultural de los habitantes indígenas y de los frágiles ecosistemas de la región. Se cree que los kogui, los arhauco, los wiwa y los kankuamo son descendientes del pueblo tairona que escapó de la colonización española al desplazar sus asentamientos a las altas montañas.
Cuando llegó el siglo XX, la empresa estadounidense United Fruit Company había convertido gran parte del lado oeste de la Sierra Nevada en plantaciones de banana. La empresa construyó vías férreas y aldeas residenciales, áreas administrativas, áreas de servicio y campamentos de trabajadores al igual que en los modelos estadounidenses. Los campesinos que llegaron de las regiones interiores de Colombia se establecieron en las tierras medias-altas para plantar cultivos comerciales, sobre todo de café y cacao, en los fértiles territorios agrícolas.
Una catarata atraviesa el bosque en la Sierra Nevada de Santa Marta. Imagen cortesía de Fundación Atelopus.
En los 70, los productores de marihuana empujaron la colonización aún más arriba en las montañas y despejaron bosques vírgenes para plantar el cultivo ilegal. Con la marihuana llegaron las guerrillas, los paramilitares y el ejército. El consiguiente conflicto entre los diferentes agentes armados dio lugar a un reino de terror en la Sierra Nevada; los niños eran reclutados forzosamente en los grupos armados, se extendieron los desplazamientos forzosos, los asesinatos selectivos, las masacres y la violencia sexual.
Aunque la guerrilla más grande del país, las FARC, depuso las armas en 2016, la violencia política y del narcotráfico es una preocupación que está creciendo en la Sierra Nevada, con grupos paramilitares rearmados que luchan por el control territorial. Solo en los últimos 18 meses han sido asesinados seis líderes comunitarios, otro fue víctima de un ataque y 42 personas han sido desplazadas, según un informe reciente.
“La disputa es por un corredor de movilidad entre tres departamentos con una carretera importante, acceso a puertos y donde se pueden generar muchos ingresos ilegales en todo lo relacionado con el turismo y los cultivos de banana y palma [de aceite]”, contó Luis Trejos del Observatorio Caribeño de la Universidad del Norte a Semana.
El defensor del pueblo avisó de la amenaza para los indígenas. Gelver Zapata Izquierdo, líder indígena de los arhuaco, contó a Mongabay Latam en 2018 que los grupos armados están presentes en áreas donde están planificados o se están llevando a cabo proyectos estratégicos como la minería, la exploración petrolera y el desarrollo de infraestructura.
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“Es extraño que el estado esté cerca de esos proyectos y también lo estén los grupos armados”, dijo Zapata. “Para nosotros todos los grupos armados son lo mismo, es una señal de guerra dentro de los territorios. Estamos convencidos de que Colombia necesita diálogo para reconstruir, pero más allá del diálogo, está el reconocimiento de los derechos humanos”.
Un informe publicado en 2019 por la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y el Centro de Memoria Histórica descubrió que de los 102 grupos indígenas del país, casi el 70 por ciento están en riesgo inminente de desaparecer física y culturalmente. Desde el acuerdo de paz de 2016 entre el gobierno y las FARC, ONIC ha documentado 158 asesinatos a líderes indígenas, principalmente en el departamento del Cauca en el suroeste del país.
“En Colombia, se asesina a un indígena cada 72 horas”, dijo el asesor principal de ONIC, Luis Fernando Arias, a France 24. Dijo que los indígenas suelen estar en la mira por defender sus territorios de los grupos armados. “Los pueblos indígenas son un obstáculo para los grupos armados porque defendemos nuestros territorios, ejercemos un control social y bloqueamos a los grupos armados”.
El 23 de diciembre, dos ambientalistas destacados de la ciudad de Santa Marta fueron encontrados muertos cerca del Parque Nacional Tayrona de la Sierra Nevada. No estaba claro si el asesinato estaba conectado con su trabajo social y ambiental o si fue consecuencia del robo de un vehículo. En el mismo sector rural de la costa caribeña, el guardaparques Wilton Orrego fue asesinado en enero de 2019. Las autoridades están investigando la participación del grupo paramilitar Los Pachencas en ambos asesinatos. Estos mantienen un estricto control territorial en la región y están involucrados en el tráfico de cocaína a Estados Unidos y Europa.
Estrés ambiental
Un estudio de 2017 del Banco de la República de Colombia utilizó imágenes de satélite de alta resolución para investigar los índices de deforestación, los asentamientos humanos y la infraestructura de carreteras dentro de la Línea Negra. Aunque los resultados indican que la protección oficial de territorios ha ayudado a limitar la deforestación y la actividad humana en los parques nacionales y las reservas indígenas de la zona, los investigadores no pudieron alcanzar conclusiones sobre el efecto de esta dentro de la Línea Negra.
“Nuestros resultados principales indican que, aunque [la Línea Negra] no tiene efectos detectables, hay muestras de efectos significativos [de reducción] de las reservas indígenas y parques nacionales en la deforestación, asentamientos de población e infraestructura de carreteras”, dicen los autores en el estudio.
Área de deforestación en la Sierra Nevada de Santa Marta. Imagen cortesía de Fundación Atelopus.
La región también está experimentando otros impactos más indirectos de la presión humana. El cambio climático ya ha afectado gravemente a los glaciares de la Sierra Nevada. Desde 1900, el 92 por ciento de los glaciares que antes cubrían las grandes montañas ya no existen. Según un estudio de la agencia de investigación climática del país, IDEAM, los seis glaciares ecuatoriales de Colombia habrán desaparecido para 2050 si continúa el ritmo actual de deshielo.
Arias dijo que los efectos negativos del cambio climático en las capas freáticas y la cubierta de nieve de la Sierra Nevada se están multiplicando por el desarrollo de actividades extractivas y de megaproyectos que están teniendo lugar en las tierras bajas dentro de la Línea Negra.
“Ya estamos viendo ríos que se secan y la nieve está a punto de desaparecer. Por supuesto, el cambio climático influye pero la minería y las actividades de los megaproyectos están acelerando el proceso rápidamente y causando daños inmediatos”, dijo Arias. “Ninguna de estas formas de explotación están permitidas por nuestras leyes. Para nosotros, es como sacar la sangre del cuerpo”.
En 2013, un estudio declaró que el Parque Nacional Sierra Nevada de Santa Marta era la zona protegida del mundo más importante para las especies amenazadas. La Sierra Nevada es hábitat de importancia particular para anfibios en peligro de extinción. Lina Valencia, responsable de conservación para Colombia en Global Wildlife Conservation, dijo que la Sierra Nevada tiene el mayor número de anfibios endémicos amenazados del mundo.
La rana arlequín Carrikeri (Atelopus carrikeri) es endémica de la Sierra Nevada. Se encuentra en elevaciones entre 2350 y 4800 metros y se sabe que sobrevive incluso en áreas nevadas. Imagen cortesía de Fundación Atelopus.
Hace poco, la comunidad indígena arhuaco permitió que biólogos del socio local de GWC, Fundación Atelopus, accedieran a las cuencas de la montaña. Allí pudieron identificar y fotografiar a la rana arlequín de la noche estrellada (Atelopus arsyecue), que se consideraba “perdida para la ciencia” y no había sido vista en 30 años.
“Hay 18 especies endémicas de anfibios en la Sierra Nevada y cuatro especies de rana arlequín. Las ranas se consideran guardianas del agua porque se encuentran en el nacimiento de los ríos”, dijo Luis Alberto Rueda, profesor de la Universidad del Magdalena y cofundador de la Fundación Atelopus.
Rueda y otros investigadores de la Universidad del Magdalena llevan más de cinco años estudiando los anfibios de la Sierra Nevada. El equipo ha modelado las trayectorias de población futuras para la rana arlequín de la noche estrellada y sus resultados muestran una tendencia al declive. Rueda dijo que las principales amenazas para la especie llegan de la ganadería y la producción de cultivos, además de los residuos, la infraestructura y otras cuestiones que surgen del crecimiento de la región y un sector turístico mal regulado.
El movimiento indígena se une a la huelga nacional
El presidente Iván Duque, aprendiz elegido por el antiguo presidente Uribe, llegó al poder el 7 de agosto de 2018. Duque, criticado por su falta de experiencia, ha tenido problemas para gobernar el país. El 21 de noviembre de 2019, se desató la mayor protesta nacional contra el gobierno desde los años 70.
En marzo, las organizaciones indígenas ya habían encabezado una protesta nacional, conocida como minga, para exigir al gobierno de Duque que aplicara por completo el acuerdo de paz de 2016 y reconociera los territorios indígenas. En la última ronda de protestas, la organización indígena ONIC pidió que la población indígena se uniera de inmediato a la huelga nacional.
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El Consejo Indígena de la Reserva Kankuamo también pidió a su gente que se uniera a la huelga y expresara su solidaridad con los “diversos sectores de la sociedad colombiana que sienten que se han vulnerado sus derechos esenciales”.
Nota de edición: Este artículo fue impulsado por Places to Watch, iniciativa de Global Forest Watch (GFW) diseñada para identificar de forma rápida la pérdida forestal del mundo y catalizar la investigación en esas zonas. Places to Watch utiliza una combinación de datos de satélite en tiempo casi real, algoritmos automatizados e inteligencia de campo para identificar nuevas áreas de forma mensual. En colaboración con Mongabay, GFW apoya el periodismo impulsado por los datos y proporciona mapas e información generados por Places to Watch. Mongabay mantiene independencia editorial completa de las historias que cubre utilizando esta información.
Fuente:
Taran Volckhausen
Traducción:
María Ángeles Salazar Rustarazo
Abril, 2020