Humedales bogotanos, tesoro ecológico en riesgo

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

Ríos, humedales y manglares

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Las tesis de pregrado y posgrado de los últimos 15 años, junto con el desarrollo de un protocolo para su monitoreo, ofrecen un panorama agridulce: si bien hay avances, la amenaza de su extinción permanece latente.

El libro Estudios ecológicos en humedales de Bogotá: aplicaciones para su evaluación, seguimiento y manejo, editado por los profesores Gabriel Guillot y Gabriel Pinilla, reúne algunas de las investigaciones de carácter ecológico y biológico del Departamento de Biología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) sobre buena parte de estos ecosistemas urbanos, junto con un protocolo de monitoreo desarrollado por el profesor Guillot hace diez años.

Humedales bogotanos en riesgo 

Aunque el Convenio de Ramsar -celebrado en Irán en 1971- definió como humedal todo ambiente acuático continental de aguas corrientes y estancadas, naturales o artificiales, además de zonas marinas de hasta siete metros de profundidad, desde el punto de vista ecológico un humedal es diferente a lagos, lagunas y embalses debido a que el agua no suele verse e incluso puede estar cubierta por vegetación.

Considerados como sistemas pantanosos en los que puede haber o no espejos de agua, los humedales son ambientes cuya profundidad no suele exceder los dos metros.

El comportamiento de algas microscópicas, plantas e insectos acuáticos y su relación con el medio, así como las características físicas de este tipo de ambientes, dan cuenta de la manera en que podrían usarse estos organismos como indicadores de la calidad de los humedales.

Según el profesor Pinilla, “cuando uno llega a un humedal, lo primero que observa es esa formación de juncos, eneas, buchones, jacintos y otras plantas cuya presencia es muy significativa y controla la ecología del humedal”.

A pesar de que animales como peces, ranas y  mamíferos como conejos y curíes deberían hacer parte de estos sistemas, prácticamente han desaparecido de los humedales.

El relleno de estos con escombros y basuras para la construcción de edificaciones sobre ellos fue uno de los aspectos que más contribuyó, en el caso de Bogotá, a la extinción de buena parte de estos ecosistemas.

Aunque algunas personas los identifican como criaderos de mosquitos y fuentes de olores desagradables,  son importantes porque son sistemas de amortiguamiento de la crecida de los ríos.

Cada vez que aumentan su caudal, los humedales reciben el exceso de agua y la almacenan; en épocas secas, garantizan la presencia de agua y evitan que el caudal de los ríos aledaños descienda en forma drástica.

Según estudios realizados por la Secretaría de Ambiente a principios del siglo XX, había cerca de 50.000 hectáreas de humedales, cuya proporción ha disminuido drásticamente a un estimado actual de 800 hectáreas.

Recomendaciones

Los estudios compilados en el libro ofrecen algunas herramientas ecológicas para categorizar los humedales según su condición biológica y físico-química. Conocer su estado de conservación actual es uno de los aspectos más destacables de la publicación, puesto que entidades como la Secretaría de Ambiente de Bogotá ya han seguido algunas de las recomendaciones formuladas en el pasado.

En tal sentido, el profesor Pinilla hace hincapié en la necesidad de retirar las aguas residuales que muchos de ellos conservan, debido a que los barrios que se han construido a su alrededor depositan sus desechos en estos ecosistemas.

Otra de las acciones evaluadas para permitir que el agua regrese y las plantas puedan crecer de nuevo es realizar actividades de dragado con maquinaria pesada en cuerpos de agua que casi han terminado convertidos en pastizales Algunos se podrían conectar además a las pequeñas quebradas que bajan de los cerros.

“Los humedales suelen ser muy agradecidos y cualquier acción que se emprenda con el fin de preservarlos tiene una rápida respuesta”, destaca el académico"

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23 de Abril del 2017

Humedales y ManglaresComentario