Humedal La Segua: ecosistema reconocido internacionalmente corre el riesgo de secarse en Ecuador
“Para que nuestros ríos lleguen samos al mar“
Humedales y Manglares
Un incendio en septiembre de 2020 destruyó 50 hectáreas del humedal La Segua, un ecosistema que debería ser protegido según la Convención Ramsar.
Expertos señalan a las malas prácticas asociadas a la agricultura como un problema. Además de la presencia de camaroneras alrededor del humedal que evitan que el agua de los ríos Chone y Carrizal alimenten el ecosistema, lo que podría provocar su desaparición.
El 16 de noviembre de 2020, un grupo de personas alertó a las autoridades que el Humedal La Segua, en la provincia costera de Manabí, estaba seco. Leonardo Orlando, prefecto de Manabí, y Leonardo Rodríguez, alcalde de Chone, —ciudad que alberga a La Segua—, recorrieron el humedal y verificaron que el nivel del agua había bajado totalmente. Las autoridades acompañadas de técnicos en conservación anunciaron vía Facebook que iban a tomar “acciones inmediatas” para mitigar el problema.
Luis Andrade Alcívar, docente de la Escuela Superior Politécnica Agropecuaria de Manabí y miembro de la Comunidad ALMA —un grupo de activistas preocupados por el ambiente, agroecología, entre otros temas— dice que aunque estos fenómenos se presentan en los humedales cada 10 o 20 años, en este caso debería preocuparnos si esta sequía ha sido provocada por actividades humanas.
Hace más de dos meses, el 1 de septiembre de 2020, un incendio arrasó con 50 hectáreas del humedal La Segua. Farley Zambrano, Comandante de Bomberos de Chone, dijo que el fuego fue provocado por acciones humanas y que fue el segundo registrado en los últimos meses. Varias tortugas mordedoras (Chelydra serpentina) murieron por su dificultad para escapar del incendio. El Ministerio de Ambiente y Agua dice que este evento pudo ser consecuencia de las malas prácticas relacionadas a la agricultura y acuicultura.
La Segua ocupa el quinto lugar entre los 19 humedales de Ecuador que están en la lista de la Convención Ramsar, una iniciativa para proteger estos ecosistemas de la cual el país es parte desde 1991. El 7 de junio del 2000, el humedal La Segua se sumó a esta lista de protección.
En la página de la Convención Ramsar se menciona que alrededor del humedal La Segua viven unas 1700 personas que practican la pesca, agricultura y ganadería, y cuyas prácticas podrían estar asociadas a los incendios. Pero este ecosistema también está amenazado por la construcción de piscinas camaroneras que impiden el paso del agua al humedal y que pueden ser responsables de los incendios recientes como parte de la ampliación de su área de trabajo.
El humedal está en riesgo de desaparecer por la falta de protección de las autoridades locales y nacionales responsables del ambiente, opina la ecóloga Silvya Benítez, gerente de Agua para América Latina en The Nature Conservancy.
En La Segua viven 12 especies de peces, 164 de aves —entre estas más de 20 especies de aves migratorias—, y 27 especies de flora. La ecóloga Silvya Benítez destaca entre las funciones de los humedales la capacidad de evitar las inundaciones en las épocas lluviosas, su rol en la mitigación del cambio climático y su capacidad de almacenar agua en la época seca. La experta dice, sin embargo, que cuando un humedal se altera, suelta metano y otros gases de efecto invernadero: “cuando se destruye el humedal, se pierde este equilibrio”. Hasta 2018, se calculaba que 12,1 millones de km² del mundo estaban cubiertos de humedales. Pero la organización ambiental WWF dice que más del 85 % de los humedales del mundo se han perdido.
El último incendio
La alerta llegó a las 4 de la tarde del 1 de septiembre de 2020. El fuego arrasó con 50 hectáreas de sus 1836 de extensión. La totora es la especie de flora que más se perdió, y también murieron tortugas, serpientes, iguanas que habitaban en el humedal. Analía Rivadeneira, representante de Ambiente del Gobierno Provincial de Manabí, dice en un video institucional que pedirán a las autoridades de justicia sanciones a los responsables del incendio, pero no aclara si los responsables fueron detenidos y sancionados. En Ecuador un incendio forestal es sancionado con uno a tres años de cárcel.
Luis Andrade Alcívar dice que todos los años hay incendios forestales. Las razones pueden ser por las malas prácticas agrícolas: los pobladores quieren limpiar sus terrenos para sembrar productos como el maní o para sembrar pastizales para alimentar al ganado —Chone es el cantón más ganadero del Ecuador—, pero aclara que los incendios han sido provocados no con un sentido maligno sino como una práctica de agricultura antigua. “La quema constituye un ahorro económico o sino los agricultores deben pagar a jornaleros para que limpien sus terrenos y es más lento y costoso”. Se necesita educación ambiental, opina Andrade Alcívar, porque en los incendios se afectan los nidos de aves, tortugas, lagartijas o iguanas.
El Ministerio del Ambiente informó vía Twitter, el 24 de septiembre, que realiza una campaña de prevención de incendios y la reforestación de La Segua con árboles de Guayacanes y Rompejatos. La bióloga Julia Cordero, quien monitorea la fauna en Manabí, dice que la idea de hacer reforestación sirve para evitar la sedimentación en los suelos.
En la fecha del incendio, Cordero trabajaba en el Ministerio del Ambiente y Agua de Ecuador, y dice que funcionarios del ministerio, de los municipios de Chone y Tosagua y voluntarios actuaron rápido para rescatar a los animales. La experta sospecha que los incendios pudieron ser provocados por la construcción de nuevas camaroneras, aunque señala que no cuenta con evidencia suficiente. El impacto de los incendios en el humedal es la pérdida de animales de diferentes especies, como las tortugas mordedoras, iguanas o lagartijas, además de especies nativas como el chame (Dormitator latifrons).
Además del fuego hay más amenazas
El humedal La Segua enfrenta algunas amenazas directas: la introducción de tilapias y del guanchiche ha causado la desaparición del chame (Dormitator latifrons), una especie nativa que consume y comercializa la población de la zona. La bióloga Julia Cordero aclara que estas especies no han sido introducidas por los pobladores sino que han llegado desde otras zonas al humedal, se cree que podrían haber migrado de criaderos. Sin embargo, asegura que con el tiempo las tilapias y los chames han aprendido a convivir en el mismo ecosistema.
Una amenaza importante para el humedal es que el cauce de agua está cerrado por la construcción de camaroneras desde 2013, se calcula que hay alrededor de 25 instaladas en la zona. La bióloga Cordero dice que el humedal está seco: la pesca ha disminuido y los peces ya no se reproducen igual. El chame (Dormitator latifrons), una especie nativa de pez que consume y comercializa la población de la zona, podía alcanzar antes los 50 centímetros, pero hoy su tamaño es muy pequeño y es difícil de encontrar. Además, señala la experta, los pobladores piden que ya no se construyan más camaroneras en el área destinada a la pesca, que es una de las actividades económicas que más realizan.
El uso de agroquímicos en las plantaciones cercanas al humedal como maíz o fréjol, continúa Cordero, también ha causado contaminación porque los agricultores no desechan correctamente los envases de los agroquímicos.
Aguas abajo de los ríos Chone y Carrizal se construyó, además, la presa de marea Simbocal en 2003 para controlar inundaciones por mareas y esta obra provocó la desconexión del humedal con el estuario del río Chone, causando una “ruptura de conectividad biológica entre los dos ecosistemas”, según el Análisis de las condiciones geográficas y ecológicas del humedal La Segua, provincia de Manabí, Ecuador, realizado en 2017 por investigadores de la Universidad Laica Eloy Alfaro. En el mismo análisis dice que la construcción de la carretera La Segua-Bahía de Caráquez provoca la disminución del ingreso del río Carrizal al humedal.
De acuerdo al mismo estudio, en La Segua han desaparecido los caimanes. La bióloga Cordero dice que cuando se construyen las camaroneras, los caimanes de anteojos (Crocodilus fuscus), que miden entre 1,20 a 1,50 centímetros, se asustan con el sonido de las maquinarias y salen del lodo, lo que los expone a ser heridos por los constructores. La comunidad ha intentado rescatarlos con la creación del Sendero Los Caimanes pero no pueden liberarlos hacia el humedal porque podrían ser lastimados otra vez.
Silvya Benítez dice que la importancia de cuidar La Segua se debe a que es una parada para aves migratorias que ahí se reproducen. La desaparición del humedal impactaría directamente en sus vidas sin tener un espacio donde descansar luego de recorrer grandes distancias. Algunas de las aves que pueden verse más afectadas y que llegan al humedal desde Alaska o Canadá son el Gaviotín de Caspia (Caspian Tern) y el Ibis Morito (Glossy Ibis). Además, el humedal es un lugar de investigación científica de aves, pero ahora será más difícil que lleguen “porque el humedal está seco”, repite Cordero.
El Ministerio del Ambiente dijo, en en un pedido de información, que realiza campañas de prevención de incendios para que los agricultores y acuicultores apliquen buenas prácticas que no afecten al humedal. Si bien no hay estudios recientes que confirmen que el humedal está seco, para Andrade Alcívar hay dos hechos que saltan a la vista: ver a las garzas o gaviotines parados en medio del humedal y comprobar que el nivel del agua en ciertas zonas alcanza los dos dedos de altura.
La Segua es hábitat de cientos de especies de aves y peces
La Segua se alimenta de los ríos Carrizal y Chone. En la época lluviosa permanece cubierto de agua y se puede observar con facilidad las plantas acuáticas (Eichhornia crassipes). En esta época, entre diciembre y abril, el humedal alcanza los 1,27 metros de profundidad. En el verano, disminuye a 67 centímetros de profundidad y solo 525 hectáreas de extensión.
Un informe de Ramsar enfocado en el estado de conservación de La Segua, dice que en el humedal hay materia fecal y metales pesados que afectan la vida de los peces y aves lo que evita la absorción del sol y ocasiona una alta saturación del oxígeno y limita la calidad del agua. Para la ecóloga Silvya Benítez, el compromiso de Ecuador dentro de la Convención Ramsar “solo ha sido una protección de papel” porque el Ministerio de Ambiente y Agua no lo ha tomado como una prioridad para proteger este ecosistema.
Para la experta uno de los pasos que debería dar el gobierno es incluir al humedal dentro del sistema de áreas protegidas o por lo menos ser considerada como un área de protección por el gobierno local. En 2017, autoridades del Ministerio y del Municipio de Chone, acordaron declarar al humedal como un área protegida pero hasta hoy, no consta dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador.
Hasta el cierre de este reportaje, las autoridades de Chone ni Manabí respondieron sobre las actividades que hacen para cuidar el humedal de su posible desaparición.
Fuente:
Noviembre, 2020