Los SUDS en la antigüedad: el aljibe de Cáceres
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
Infraestructura Hídrica
En el actual contexto de sequías cada vez más recurrentes, se suele mirar tanto al cielo, para esperar las necesarias precipitaciones, como al volumen de agua embalsada, cifra clave para conocer la reserva hídrica de que dispone un país. Sin embargo, ese agua de lluvia que se trata de almacenar en los embalses, también cae sobre las zonas urbanizadas, donde actualmente se hace poco más que evacuarla a través del saneamiento y darle un tratamiento, previo a su devolución a los cauces.
Entre las formas que pueden ayudar a que dicho almacenamiento de los recursos hídricos comience en los núcleos urbanos, se encuentra la canalización de los mismos a través de tejados y cubiertas de edificios (y, por extensión, a través de cualquier tipo de Sistema de Drenaje Urbano Sostenible, o SUDS), un posterior filtrado y la reserva final para su uso.
Pero aunque hoy en día se les pongan nombres modernos, o incluso unas siglas con gancho, cabe señalar que ya hace siglos nuestros antepasados eran conscientes de lo imprescindible que resulta tratar de aprovechar hasta la última gota que cayese del cielo en la árida Península Ibérica, como muestran las presas romanas extremeñas de Proserpina o Cornalvo. E incluso en las ciudades, donde los árabes construían sus propios SUDS: los aljibes.
En efecto, un aljibe es un depósito de agua, de tamaño variable en función del espacio, el consumo y la pluviometría, generalmente subterráneo, que almacena el agua de lluvia
Pero entre todos los aljibes que España ha heredado la presencia musulmana, uno de ellos es más especial que los demás, pues resulta que en principio ni siquiera estaba destinado al almacenamiento de agua: se trata del aljibe andalusí de la Casa de las Veletas, oculto en el casco monumental de Cáceres. Un monumento de pasado, presente y futuro de la ingeniería del agua.
El aljibe de Cáceres aún brilla con luz propia. Fuente: Ayuntamiento de Cáceres.
Y es que, además, este aljibe es uno de los que se encuentra mejor conservados de toda la Península Ibérica, a pesar incluso de que es uno de los más grandes. Del paso del antiguo mundo islámico por la ciudad de Cáceres tan sólo nos queda ya el aljibe, que estaba ubicado en el antiguo Alcázar, y parte de las murallas.
Gracias al trabajo experto de la empresa AEQVEOCHECK en 2008, y a la investigación de Víctor Gibello, se descubrió que el aljibe guardaba numerosos secretos. A diferencia de prácticamente la totalidad de los aljibes, se descubrió que el de Cáceres no está excavado en roca y ni siquiera es subterráneo, por lo que era muy improbable que se hubiese concebido para el almacenamiento de agua desde un principio. Estas revelaciones explicaban el notable deterioro que presentaban tanto los morteros de revestimiento del aljibe como las pinturas decorativas, de las que se demostró que, por sus propiedades, eran incompatibles con el agua e, incluso, solubles en ella.
Hoy en día, estas pinturas son prácticamente inapreciables. Sin embargo, la evidencia de las mismas de forma abundante, la calidad constructiva, su tamaño, su orientación (sureste) y, por supuesto, su período histórico, se cree que el aljibe de Cáceres fue en su día la sala de oración de una mezquita Omeya.
Sin embargo, al avanzar la Reconquista (s. XII), la antigua mezquita se reforma en profundidad para almacenar agua, convirtiéndose en clave para abastecer al ejército, que debía defender la ciudad de los cristianos, así como al resto del pueblo. Como ya se ha mencionado, el alijbe no estaba excavado en roca, sino que la investigación de ARQVEOCHECK determinó que se había construido sobre rellenos antrópicos. Posteriormente, a finales del s. XV, se cree que vuelve a usarse para abastecer a la población, y este derecho se respeta más adelante, cuando, en el s.XVI, el viejo alcázar se convierte en el palacio medieval que actualmente se conoce como Casa de las Veletas.
Con este tipo de actuaciones, los musulmanes demostraron la importancia que le daban al agua no sólo como elemento estético o religioso (baños árabes para limpiar cuerpo y alma), sino que también se procuraban una eficaz gestión hídrica teniendo en cuenta la escasez futura de este preciado bien. Como se puede observar en el caso del aljibe de Cáceres, llegaron a prescindir un edificio religioso para asegurar el abastecimiento de agua
Se puede decir, por tanto, que hace siglos fuimos ya pioneros en este tipo de aprovechamiento sostenible de agua. Sin embargo, esta práctica en España está hoy en día prácticamente en desuso y completamente olvidada, como lo estuvo el aljibe de Cáceres. La realidad es que el agua de lluvia que se podría recoger en los núcleos urbanos llega excesivamente contaminada, ya sea por contacto con la atmósfera o con el suelo y asfalto de las ciudades. En cambio, tendría más sentido en jardines y zonas verdes, tanto privadas como públicas, ya que su recogida podría usarse de forma sencilla para el riego de dichas zonas, debido a que no habrá quedado tan contaminada.
Esquema básico de un sistema de recuperación de pluviales en vivienda. Fuente: R+i Alliance.
Según AQUA España, otros usos que se podrían dar al agua recogida en los nuevos aljibes (tras un adecuado filtrado) serían para cisternas de inodoros, lavado de suelos, vehículos, áreas industriales o incluso lavadoras, siempre y cuando se les realice un adecuado tratamiento previo. Son necesarias, por tanto, propuestas que impulsen la recogida y uso del agua de lluvia, como manifesta Carlos del Álamo en buena parte de su blog , materia en la que otros países de Europa ya se ha avanzado.
Con un actual modelo urbanístico que fomenta las viviendas unifamiliares o complejos residenciales con jardín y piscina, se estima que mediante las técnicas de recolección y almacenamiento de agua de lluvia se podría llegar a cubrir en un 50% la demanda de agua en este ámbito. Y, como hemos visto en el caso del aljibe de Cáceres, al final, en la mayoría de los casos, las necesidades reales se acaban imponiendo sobre otras que no lo son tanto.
FUENTE:
POR EDUARDO GARCIA DOMINGUEZ
MAYO 2018