Chile, un caso de escasez hídrica con agua
"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"
El Agua y el Cambio Climático
Chile, tiene el atributo de ser un país extremadamente largo y angosto, que nos entrega una gran diversidad, entre otras, cultural, geográfica, de flora, fauna, climática y económica. Pero estos atributos también pueden ser un problema como es el caso de los recursos hídricos.
El país cuenta con un territorio de una longitud de 8.000 km si consideramos la antártica y de 4.300 km sin la antártica. El punto más ancho del territorio continental se encuentra en el norte (Mejillones) y es de 360 km entre cordillera a costa. Por otra parte, el punto más angosto, se ubica en Illapel y es de 90 km. cordillera a costa.
La ubicación y geografía determina la disponibilidad de agua. Según el Atlas del Agua de la Dirección General de Aguas (DGA), en el paìs existen 101 cuencas hidrográficas, la precipitación promedio es de 1.525 mm/año y la escorrentía promedio total es de 29.245 m3/s.
Distribución Hídrica en el país. (Datos MOP)
El volumen de agua procedente de las precipitaciones en promedio que escurre por los cauces es de 53.000 m3/persona/año, superior a la media mundial que define el Banco Mundial que es de 6.600 m3/persona/año y al mínimo que es de 2.000 m3/persona/año que se requieren para un desarrollo sostenible. Estas cifras promedio, no representan la gran heterogeneidad hídrica a lo largo del territorio, que no está distribuida adecuadamente en relación a las zonas donde se ubica la mayor cantidad de población y actividad económica. En el centro y norte del país, se concentra el 75% de la población y la mayor actividad productiva como es la minería, industria y una agricultura de secano que tiene un per capita entre 510 m3/persona/año en el norte y 3.169 m3/persona/año en el centro. Por otra parte, en la zona sur y austral, donde se concentra el 25% de la población y se desarrolla preferentemente la actividad agroindustrial y forestal, con un per capita que fluctúa entre 56.800 m3/persona/año en el sur y 2.341.000 m3/persona/año en la zona austral.
Las características y ubicación geográfica de un país determina su capacidad hídrica. El tener a lo largo del territorio la Cordillera de las Andes, permite la existencia de 24.114 glaciales y 1.251 ríos que nacen de la cordillera y en su mayoría se encuentran en la zona centro sur, sur y austral, pero por lo angosto del territorio, estos son cortos (no mas de 15 ríos superan los 100 km) y mayoritariamente pequeños, con pendientes que muchas veces impiden tener el tiempo de retención suficiente del agua para un aprovechamiento hídrico eficiente y productivo, lo que obliga a tener infraestructura para su almacenamiento y buscar tecnologías que permitan un mejor uso. Según la Comisión Nacional de Riego, el 80% del agua dulce de los ríos llegan al mar, sin ser utilizadas en forma significativa en procesos productivas.
Otra fuente hídrica es el mar y contamos, a lo largo de todo el territorio, con más de 4.000 km de costa en el Océano Pacífico, permitiendo acceder a una fuente inagotable como es el agua de mar. La barrera existente para acceder a ella, en la zona más secas como el norte y centro del país, son los costos de inversión y operación. Lo dramático de esta situación, es que, teniendo gran cantidad de agua dulce en la zona sur y austral y agua de mar a lo largo de todo el país, tengamos un grave problema de escasez hídrica. Según la “Radiografía del Agua” de Fundación Chile, en la actualidad la brecha hídrica promedio es de -82,6 m3/seg y en el futuro será de -149 m3/seg. al año 2030.
Desde siglos pasados, hemos forjado una cultura hídrica, que ha diferencia de los pueblo originarios, asumimos una relación con el agua como un recurso natural más, que por tener la principal fuente de agua y de almacenamiento de nieve, como es la Cordillera de Los Andes, el agua era inagotable y así se construyó el país, su institucionalidad, las normas y leyes, su economía y las ciudades. Solo se requerían una gran cantidad de recursos para abastecer de agua a cualquier zona del país, estaba lejos, pero agua había. La ciudad de Antofagasta (370.000 habitantes), es la ciudad costera mas importante del norte del país, captaba las aguas para el consumo humano en la cordillera y se trasladaba a través de un acueducto de 400 km de largo, hasta la ciudad.
Hace unos 30 o 40 años aproximadamente, llegaron las primeras señales al mundo académico y científico que se podría ver afectado los equilibrios hídricos del planeta. A la fecha, hemos avanzado, pero no lo suficiente para mitigar la incertidumbre hídrica.
Nuestra escasez hídrica no la debemos solo al cambio climático o las sequías, hemos cometido errores que hoy nos están pasando la cuenta. Una gestión inadecuadas asumiendo que era una fuente inagotable, la falta de información técnica, confiable y oportuna nos hizo tomar decisiones que tuvieron efecto en el incremento del consumo, algunas de estas causas son:
a) El cambio climático, entre otros efectos genera un aumento de las temperaturas en gran parte del país en 1,5°C o 2°C, disminuyendo la cantidad de precipitaciones con eventos de sequías más seguido y más prolongadas en el tiempo y una disminución de la masa de hielo de los glaciares.
b) Excesivo aumento del consumo de agua (demanda). El crecimiento económico de las ultimas décadas, trajeron como consecuencia el aumento de la demanda de bienes y servicios y de las exportaciones mineras, agroindustriales y forestales que han repercutido con el aumento del consumo de agua. No se tomaron las medidas adecuadas en su momento para impedir la sobre explotación
c) Gestión y uso inadecuado del agua por parte de los sectores productivos, como mineros, industriales, consumo humano y especialmente de la agricultura que consume cerca del 80% del total de las aguas, donde sus sistemas de regadíos mayoritariamente obsoletos y , acompañado de falta de información, medición y control de los caudales efectivamente consumidos por los usuarios y la falta de control efectivo por parte de la autoridad ha permitido una gestión ineficiente. Han existido avances en algunos sectores, como la minería que ha disminuido sus consumo de agua por tonelada de mineral, al igual que el consumo humano que está en 130 Litro/persona/día con tendencia a la baja, mejorando la eficiencia hídrica, pero aun falta. Adicionalmente estos sectores han incorporado planta desaladoras de agua de mar a sus procesos productivos.
d) Existencia de una institucionalidad pública y privada que no responde a las nuevas condiciones de los recursos hídricos, con falta de información adecuada, pública y oportuna, falta de facultades que permitan fiscalizar, sancionar y dictar políticas públicas robusta y de largo plazo. La gestión integrada por cuenca, sin duda es una forma de gestión eficiente, pero en la actual legislación no están los incentivos necesarios para su implementación. Por su parte, la DGA, durante los años 80 y 90 entregó Derechos de Aprovechamientos de Aguas sin tener respaldo hídrico, Esto derivó en una mayor demanda de los sectores productivo, a través de ejecutar sus Derechos de Agua, pero estos no contaban con recursos hídricos.
El tema del agua en la sociedad, no tiene la misma percepción social y política que la energía eléctrica que ha pasado por un proceso similar. Este sector energético, debió pasar por una profunda crisis entre los años 2010 al 2014 que nos tuvo al borde del racionamiento eléctrico, para reaccionar y desarrollar una importante reforma para adaptarse a los nuevos tiempos, esto permitió que se pudieran incorporar a la oferta eléctrica, las emergentes energías renovables no convencionales (ERNC) y se logró levantar un acuerdo nacional con los distintos sectores involucrados y con un destacado liderazgo del Ministro de Energía. Al 2017 el 18% de la producción eléctrica es de ERNC, y se espera que al 2020 sea superior al 20%.
El agua, a diferencia de la energía eléctrica, por ser un bien natural, escaso y fundamental para la vida y el desarrollo del país, debe estar disponible para todas las personas y sectores productivos, en consecuencia, se asume (y con razón) que el Estado debe proveer y asegurar que esto suceda. Esta característica y el rol que debe jugar el Estado ha sido una de las razones que ha ideologizado y prolongado el debate de la modificación del Código de Aguas, impidiendo levantar propuestas que faciliten llegar a un acuerdo amplio, que permita a los distintos sectores públicos y privados ponerse a trabajar en forma planificada y coordinada en acciones concretas con metas claras y rendición de avances.
A la fecha, existen en desarrollo una serie de planes y programas sectoriales en diferentes ministerios y en menor grado, en algunas empresas, donde se están realizando inversiones en infraestructura, capacitación, reconversión y transferencias tecnológicas orientadas a la eficiencia hídrica. El estado por su parte, no ha ejercido una labor de coordinación y se ha limitado a diseñar estrategias y planes generales de recursos hídricos que se llevan a la práctica parcialmente, sin rendición o estados de avance.
Este trance hídrico en el que nos encontramos, donde no hemos podido construir una estrategia única de largo plazo y consensuada, ha dejado al descubierto otras debilidades, como la falta de liderazgos políticos e institucional, tanto público como privado, que permitan asumir y administrar la diversidad geográfica, climática y productiva que está involucrada en la gestión de los recursos hídricos.
Nos falta una política hídrica realista y consensuada de largo plazo, que entregue una carta de navegación clara, creando los incentivos adecuados y entregando señales a la economía y sociedad de lo que debemos hacer. Por los volúmenes de inversión que se requieren para enfrentar la escasez hídrica, es necesario disminuir la incertidumbre y para eso se requiere al Estado. Las planta desaladoras, carreteras hídrica de 2.500 km trasladando agua desde el sur al norte del país, la reconversión agrícola, mejoramiento de procesos productivos etc, son decisiones que requieren de miradas de largo plazo y disminuir las incertidumbre.
Cualquiera sea la definición para enfrentar estos nuevos desafíos, tenemos que adaptar y modernizar la gobernanza y normativa del agua, como también incorporar tecnologías y nuevas formas de producción con eficiencia hídrica. De igual manera, para enfrentar una tarea titánica como esta, se requiere un fuerte liderazgo político e institucional que entregue confianza a los distintos sectores involucrados. Liderazgos que hoy no se visualizan.
Fuente:
Gabriel Caldes
Julio, 2018