Poesía de Ubiratan Moreira "El Río Tirúa" / Leyenda "Anahí o la leyenda de la flor del ceibo"

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

Poesía, Ríos y Leyendas

Poesía

tagore biram

tagore biram

1958-1998

Tagore fue Biram seudónimo Ubiratan Moreira, [nombre elegido] en honor de la poeta indio Rabindranath Tagore.Ubiratan Moreira (Tagore Biram) nació el 6 de enero de 1958, en D'agua de los ojos, el ex distrito de Anicuns (Goiás) y hoy municipio Americana de Brasil.

Su debut literario fue en 1981 con el libro Noche de flauta.En 1985, se publicó Poemas de Amor y Ausencia y viajó a Moscú como un delegado del Festival Mundial de la Juventud.En la Unión Soviética participó en el Encuentro Internacional de Jóvenes Escritores.Hizo recitales y habló sobre Brasil.Tuvo poemas sus traducidos al ruso y publicados en Moscú.

En 1986, creó y presidió el Comité Pablo Neruda de Solidaridad al Pueblo Chileno.En 1987, ganó en Goiânia, la poesía del Premio de Cora Coralina con el libro El ángel Desafinado, sus divisores de aguas poéticas.En la década de 1990, se trasladó a Campo Grande, en Mato Grosso do Sul, donde vivió por varios años y trabajó como editor cultural (Cuaderno B, del Jornal do Brasil Central) y redactor-creador en agencias de publicidad.Conoció al poeta pantano Manoel de Barros y de él se hizo amigo.

En 1996, se trasladó a Chile y ganó el premio Ciudad de Concepción literaria, publicó los libros El enderezador de Vientos y Pasajera Poesía.El poeta rebelde y saudoso de casa falleció en Tirúa (Chile), el 13 de junio de 1998, diez años después de la publicación de su segundo libro, El Ángel Desafinado.En Campo Grande (MS), el auditorio en la sede de la TV Educativa fue inaugurado con el nombre de Tagore Biram.En Tirúa (Chile) un centro cultural también lleva su nombre.Cuando murió en 1998, Tagore dejó Biram, libros inéditos, el muro de Berlín y poemas de Santiago, de los cuales, hasta la fecha, nadie sabe el paradero.(Valdivino Braz).

El Río Tirúa

Qué trágica es la vida de los ríos

Qué trágica es la vida de los manantiales

Con su voz mineral

Llena de peces y piedras

Y también una mirada de esperanza.

Los ríos arrepentidos

Que viajan tantas vueltas entre selvas,

Costas montañosas,

Para volver sin cansancio

A su fuente original.

Y hay ríos tranquilos y sinuosos,

Ríos tranquilos y sinuosos

como serpientes,

silenciosos ríos,

ríos indiferentes a los crímenes de los hombres.

Qué resignada es la vida de estas venas,

Estas venas que sangran a la tierra

Y alimentan de papas los sembrados,

De maíz, amor, vino,

Todos los elementos posibles.

La voz musical de esta agua,

Que el hombre insiste en callar para siempre.

Dicen que hay ríos que se lamentan.

Sí, hay ríos que se lamentan.

He sentido el corazón

Que agota sus últimas lágrimas,

Las últimas de un río sediento.

Estos ríos generosos no se lamentan por sí,

Sino que por sus propios asesinos.

He visto ríos y lagos,

Ríos y lagos cadavéricos,

Ríos que se cansaron de ser ríos,

Ríos que se fueron al exilio,

Ríos que se escondieron bajo la tierra,

Aguas que debieron abandonar a sus hijos.

Sí,

He conocido ríos que volvieron a ser nubes,

Manantiales de aguas que no volvieron nunca más.

Se fueron para siempre estas aguas,

Estas aguas que persisten en los ojos,

Estas aguas, estas aguas.

La Leyenda

Anahí o la leyenda de la flor del ceibo

Selección de Leyendas y Mitos de América Latina (1º parte

Había en la tribu Guayaquí una indiecita que amaba su tierra natal al extremo de recorrer sola los bosques conversando con las aves, con las flores, con los animales que poblaban el bosque. Era conocida por la dulzura de su voz que de continuo entonaba los cánticos propios de su raza. Cuando ella cantaba, hasta el río rumoroso parecía callar para escucharla.

anahi

anahi

Un día, un gran pájaro de blanquísimas alas llegó navegando por el río; de él bajaron hombres barbudos cubiertos por metales relucientes que parecían dueños del rayo transformándose por momentos en monstruos de cuatro patas y dos cabezas que atropellaban todo lo que encontraban en su camino.

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La tribu de Anahí decidió defender la tierra nativa superando el terror que los embargaba ante aquellos monstruos desconocidos que más que hombres parecían creación del mismo Añangá.

Pelearon, pelearon días y días, semanas enteras. Pero iban siendo echados poco a poco de sus bosques, de sus ríos, de sus sierras. Anahí, pese a su juventud luchaba como los más valientes. Su voz ya no cantaba más, gritaba la venganza y la guerra y animaba a los hombres y mujeres de la tribu. Pero un día aciago cayó prisionera. Llevada al campamento español, logró en la noche zafar sus ligaduras y golpeando malamente aun centinela ganó nuevamente el bosque, con tan poco fortuna que volvió a caer en manos de sus captores.

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El soldado herido por Anahí murió. Sospechada de bruja, porque nadie podía admitir que con aquel cuerpo esmirriado y con su juventud pudiera haber dado muerte de un golpe al soldado, y atribuyéndole ayuda diabólica, fue condenada a morir en la hoguera.

Atada al palo de la ejecución y prendido el fuego de los leños, las llamas comenzaron a abrazarla. Pero Anahí, en medio de las llamas, en vez de gemir comenzó a cantar una canción en la que pedía a Tupá por su tierra, por su tribu, por sus bosques, por sus ríos.

Su voz se elevó al cielo, y al nacer el día, el cuerpo carbonizado de Anahí se había convertido en un robusto tronco de un árbol hermoso del que pendían racimos de rojas flores.

arbol

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