El valor de un río o la importancia de considerar las externalidades

"Para que nuestros ríos lleguen sanos al mar"

 Infraestructura Hídrica

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En el momento en el que va a producirse un gran evento, como una competición deportiva internacional o un congreso de grandes dimensiones, es habitual leer en los titulares de la prensa cuál va a ser el impacto económico de ese evento. Así, leer que el Mobile World Congress generará un impacto de más 400 millones de euros anuales en Barcelona nos sirve de indicador para valorar el tamaño y, sobre todo, la importancia de un congreso como es el MWC. Evidentemente, todos sabemos que cuando se habla de impacto económico en estas circunstancias no se habla exclusivamente del beneficio que extrae el organizador con la venta de entradas o sea cual fuere su fuente de ingresos, sino que se tienen en cuenta los efectos colaterales a ese evento, considerando desde el aumento de la ocupación hotelera hasta un mayor número de entradas vendidas en museos y teatros. Es decir, este impacto económico tiene en cuenta las externalidades. 

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Hablamos de externalidad cuando se produce un efecto secundario en el que el promotor de una actividad no recibe directamente el beneficio o el perjuicio generado por esa misma actividad. Así, el mayor número de vuelos que llegarán y saldrán de El Prat por el MWC generará unos mayores ingresos para el aeropuerto, sin que el organizador vea un solo euro por ese concepto, mientras que el mayor consumo de combustible de estos aviones, a su vez, implicará una mayor emisión de CO2sin que el mismo organizador tenga que pagar por ello. La envolvente de todas las externalidades positivas menos todas las externalidades negativas generaría el impacto económico total del evento.

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En cambio, cuando se informa sobre una nueva infraestructura es habitual que ya no se hable de impacto económico, sino que se limita a comunicar la inversión prevista para ejecutarla y, como dato adicional, se puede hablar de beneficiarios de esa infraestructura asimilando, normalmente, beneficiario como usuario directo de la misma. En esta situación, se puede llegar a transmitir a la población que cuanto mayor sea la inversión y el número de beneficiarios/usuarios, mayor impacto económico generará esa infraestructura.

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Evidentemente, esto no tiene por qué ser así, y la idoneidad de una infraestructura tiene que pasar por un filtro de un análisis coste-beneficio que determine cuál es el impacto real de esa infraestructura. A su vez, este análisis servirá para determinar, de todas las alternativas propuestas, cuál es la óptima a ejecutar, por simple comparación del beneficio generado. Las administraciones promotoras de infraestructuras ya incorporan en su planificación la realización de análisis coste-beneficio como elemento decisor de las actuaciones a llevar a cabo. De hecho, existen varias guías y documentos, tanto a nivel español como europeo e internacional, que definen procedimientos y directrices para elaborar estos análisis. Y del desarrollo de estos análisis se pueden desprender dos conclusiones iniciales; la primera es que el análisis de las externalidades no se puede obviar y de hecho, en algunos casos, las externalidades son los principales elementos a valorar. Y dos, la valoración económica de las externalidades no suele ser ni fácil ni inmediata.

El análisis coste-beneficio de una infraestructura se puede dividir en dos bloques; el primero es el ya comentado de las externalidades y el segundo, quizás el que todo el mundo tiene en la cabeza, el análisis coste-beneficio privado. Éste último es el que se plantearía un inversor privadoa la hora de invertir su dinero, es decir, es el análisis de cuánto costará la infraestructura (tanto su ejecución como su posterior operación y mantenimiento durante su vida útil) y de cuánto dinero ingresará por la prestación de los servicios relacionados con esa infraestructura. Teniendo en cuenta la inversión a realizar, los flujos de caja futuros que se estimen y una rentabilidad mínima esperada, el inversor decidirá si ejecuta o no la inversión. 

Pongamos el ejemplo de una depuradora de aguas residuales urbanas

El análisis privado incorporará el coste de ejecución (incluyendo proyecto, construcción, asistencias y direcciones de obra, expropiaciones, servicios afectados y todos aquellos aspectos para la construcción y puesta en marcha), el coste de operación y mantenimiento (costes energéticos, de personal, de materiales y reactivos, gestión de residuos, impuestos y todos aquellos aspectos para el funcionamiento de la depuradora) y, finalmente, los ingresos que recibirá por el pago de los usuarios, vía la factura del agua o el mecanismo de pago que se establezca, por el servicio de depuración. Ahora bien, el impacto de una depuradora no es estrictamente el proceso industrial que disminuye la carga contaminante de un agua residual ni la actividad económica del propio proceso de depuración. El impacto principal de una depuradora es la recuperación y mantenimiento de la calidad ambiental de un río y esa debe ser una variable principal a valorar en el análisis coste-beneficio.

Pero, ¿cuánto vale tener un río limpio? ¿Cuánto vale recuperar la flora y la fauna fluvial? ¿Cuánto vale la recuperación de espacios para uso de la población? O incluso se pueden considerar aspectos menos ambientales, pero igualmente importantes, como ¿cómo varían los costes de potabilización de plantas que estén aguas abajo del punto de vertido? Evidentemente, estos aspectos no se pueden obviar y deben considerarse para valorar el impacto de una infraestructura como es una depuradora. El problema para valorar este impacto es que no existe un precio de mercado de “río limpio” y hay que buscar metodologías que puedan asimilar estos aspectos intangibles, como es el tener un río limpio, con valores económicos. Estas metodologías ya existen, algunas de las cuales tienen nombres tan sugerentes como coste de viaje precios hedónicos -¿quién se podría negar a utilizar un método con un nombre tan placentero?- pero son de difícil aplicación, no son comparables entre ellas y no son de aplicación en todos los casos y, por lo tanto, sigue siendo muy complicado valorar económicamente el kilómetro de “río limpio”.Con estos mimbres, ya nos podemos imaginar que la valoración de las externalidades, principalmente cuando no tienen un precio de mercado, es un reto importante a la hora de realizar análisis de inversiones.

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Muchas infraestructuras se podrían analizar aplicando sólo la parte del coste-beneficio privado, aunque sea una valoración incompleta y sesgada al no considerar las externalidades, porque existe un precio de mercado del servicio que prestan pero, ¿qué pasa con aquellas infraestructuras que ofrecen un servicio por el que nadie paga? En este caso, el análisis coste-beneficio se debe realizar únicamente en base a las externalidades que esa infraestructura genere y que el beneficio social o ambiental compense la inversión a realizar. Pongamos el caso de una infraestructura destinada a la protección contra inundaciones.

Nadie paga directamente una tasa o una tarifa para que se construya y mantenga esa infraestructura, con lo que el análisis coste-beneficio privado va a ser desfavorable y cualquier inversor privado no pondría dinero. ¿Eso significa que no se deban construir infraestructuras de protección? Ni muchísimo menos. El beneficio de esa infraestructura se basa enteramente en externalidades y, en este caso específicamente, lo que hace esa obra no es producir beneficios económicos, sino evitar pérdidas, lo que no deja de ser un beneficio. Esa debe ser la principal externalidad a considerar y la que defina la viabilidad/rentabilidad de la solución. El problema, como buena externalidad, es cómo calcular económicamente la pérdida evitada por una infraestructura de protección. Por suerte, existen maneras para calcularla, pero eso lo dejamos para otro día.

Un análisis coste-beneficio no puede obviar las externalidades, sobre todo cuando esas externalidades son el objeto de la inversión, pero tampoco se puede obviar que la valoración económica de esas externalidades representa un reto importante. 

INCLAM se está enfrentando a este reto dentro de los estudios de coste beneficio, viabilidad y priorización de las obras estructurales incluidas en los Planes de gestión del riesgo de inundación y Planes hidrológicos de cuenca que está realizando en la actualidad para el Ministerio de Transición Ecológica.

Fuente:

Grupo INCLAM

IAGUA

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Octubre, 2018 

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